La madera es un material que posee cualidades de trabajo únicas: es versátil, resistente, maleable, dócil y tremendamente expresiva. Por excelencia, este material ha permitido el desarrollo de un universo incalculable de objetos que han convivido en los hogares de la humanidad, desplegando sus cualidades para satisfacer las necesidades prácticas y estéticas. Desde tiempos ancestrales el carpintero ha tenido un rol especial en la sociedad. Tanto su oficio y avance técnico como el desarrollo creativo han permitido la realización de grandes obras que han acompañado a la civilización.
A pesar de que la madera contiene en su ADN una profunda historia cargada de lo ornamental (que se mantiene en cierto grado hasta nuestros días), existe una generación de diseñadores, carpinteros y ebanistas que abordan el oficio buscando la belleza en los volúmenes simples, las formas elementales y las características estéticas que la veta puede entregar. Existe una especial sensibilidad por el detalle que permite unir partes y piezas, develando formas de ingenio, creatividad e innovación estructural.
Hoy, a pesar de que existe acceso a un sinfín de materiales sintéticos y orgánicos para producir diseño, la madera sigue ocupando un trono inamovible, pero esta vez acompañada de una visión creativa absolutamente contemporánea, crítica, conectada y empoderada.
Bertrand Bourgin / Ateliers Stache
Es un hecho que en Chile no hay una gran cantidad de muebles de estilo ni mucha cultura del mueble antiguo; tal como es un hecho de que un tapicero francés formado en una escuela de artes y oficios a la usanza del siglo XVIII, que había trabajado en la fábrica que reedita los clásicos de Andrée Putman y Jean-Michel Frank, tendría dificultades compitiendo con los tapiceros chilenos.
Bertrand Bourgin siempre había tenido ganas de trabajar en madera, pero sentía que era muy complejo y que estaba muy viejo para aprender. Algo en la energía y las condiciones para emprendimiento que encontró en Chile lo impulsó a lanzarse con sus sofás y sillones hace ya cinco años. “Hago todo a medida, tratando de alcanzar la más alta calidad, tanto en el diseño, la fabricación y la funcionalidad del mueble. La idea es siempre mejorar la práctica y llegar a hacer un mueble realmente de alta gama”, explica Bertrand acerca de su Ateliers Stache.
No es difícil entender por qué la gente está optando por un diseño simple y accesible, porque la tendencia Pinterest se extiende por tantos talleres. “Se ve lindo y muy moderno. Cada uno se posiciona en lo que quiere. Entendiendo eso, mi idea es un poco apartarme de ese mercado y entrar en un lugar donde hay menos maestros, donde quizás también hay menos clientes, pero son distintos. Es posible que repita muebles, como una mesa redonda que hice, pero siempre va a haber una adaptación al cliente; ya sea en cuanto a las medidas, las patas o las maderas. Fabrico cosas por placer personal, esperando que después ese mueble encuentre un cliente. Así me conviene trabajar”, dice Bertrand.
El diseño es siempre la parte que toma más tiempo, empezando en papel, pasando por modelado 3D, hasta la elección de los materiales. “Obviamente estoy ocupando métodos modernos, porque hacer un mueble completamente a mano es un tiempo incalculable y muy difícil de vender. Trabajar con ensamblajes y uniones a la antigua, primero, es un placer propio del oficio de la madera, repetir estos gestos ancestrales; pero no son solo para que se vea lindo el mueble, siempre tienen importancia en términos del mecanismo, todo este trabajo antiguo está justificado, no es simplemente una cosa de estilo. Yo voy más a eso, pero estamos en un mercado y hay que trabajar con otros tiempos. La máquina ayuda en ese sentido sin hacer que el mueble pierda lo fino”.
Museo Taller
Todo comienza con unos cepillos de carpintería que Francisco Dittborn empezó a coleccionar hace cerca de 30 años. Para llegar a un museo que hoy alberga más de 800 piezas expuestas y que probablemente cuadruplica esa cantidad en bodega se requirió pasión y cariño por el oficio, las herramientas y los materiales de la carpintería; más allá de las inversiones, ese es el verdadero aporte de Francisco, y ahora que la salud no le permite compartir la historia, Marcela Bañados –historiadora del arte y directora del Museo Taller– accede a ser su voz, a reproducir parte de lo que han conversado durante años, desde que juntos lanzaron el libro “Herramientas del pasado” y empezaron a soñar un museo.
“Es el único museo en Chile que habla de la madera y de sus herramientas. Suma además el trabajo que hacemos con niñas y niños (sin sesgos de género) poniendo el foco en que aprendan haciendo, que pierdan el miedo a trabajar con sus propias manos y a usar herramientas. En paralelo hacemos talleres de carpintería para adultos; también para profesores que andan en búsqueda de desafíos educativos. Nos orientamos al rescate patrimonial no solo de las herramientas sino de los oficios que vinculan al ser humano con la madera, el carpintero, el ebanista, el lutier, la carpintería de ribera. Tenemos convenios de colaboración con universidades e institutos que tienen la carrera de diseño para que incluyan la madera en sus proyectos”, resume Marcela la labor educativa transversal que ha ido asumiendo el Museo Taller.
El crecimiento se ha sostenido de tal manera que si no hubiera una pandemia afuera hoy estaríamos hablando de su nueva casa en el barrio Yungay, más grande y ubicada en un sector patrimonial y de actividad cultural, dos cosas con las que el Museo Taller se identifica y requiere. “Teníamos agendado el año completo de visitas, con dos y tres colegios al día. Era alucinante ver cómo olvidaban el celular y se contactaban con su capacidad de hacer. La repercusión ha sido superbonita en términos de acogida en el mundo educativo. Nos han invitado a congresos de museos y centros de ciencias a hablar del museo porque se considera como centro de pensamiento, de ciencia y desarrollo tecnológico. No esperábamos que una pasión tan concreta, que hacerle caso y jugarse por ella iba a terminar abriendo un mundo tan rico y tan lleno de aristas, con niños, estudiantes universitarios, con apasionados por la madera y el coleccionismo, gente que le gusta la belleza porque es un lugar precioso, muy acogedor”, dice Marcela.
Una de las frases favoritas de Pancho Dittborn es: “Lo que yo colecciono no son herramientas, son ingenios”. Lo que alucina al creador del museo y ojalá a sus visitantes es la capacidad de encontrar una solución a un problema. “Esa solución es cada vez más fina, más perfecta, eso implica pensamiento, habilidad, y eso es tecnología”.
“Lo que yo colecciono no son herramientas, son ingenios”.
Francisco Dittborn
Sebastián Erazo
Uno de los trabajos que Sebastián Erazo tuvo en Chile fue en una oficina que hacía arquitectura con madera. Él considera esa experiencia como la introducción a un mundo que le quedó gustando, en el que continuó buscando maneras de seguir aprendiendo por su cuenta, trabajando directamente con sus manos. Ahí comenzó su experimentación con muebles y, gracias a amigos, conocidos y publicaciones, surgieron los primeros encargos.
“Hoy trabajo en París en una oficina de arquitectura que se orienta sobre todo a los interiores y tiene un taller de materiales complementario, donde se experimenta con ellos. Es exactamente como me proyectaba en el futuro, siendo arquitecto y fabricando estos diseños paralelamente”, cuenta Sebastián. El hecho de que su subsistencia no depende de hacer y vender muebles es para Sebastián lo que lo libera al momento de experimentar y llegar a niveles de detalle que pueden ser exagerados, pero son su forma de aprendizaje.
En los últimos años se ha mantenido más activo participando en workshops en distintas universidades (en Turquía y España, por ejemplo): “Me parecen las mejores instancias para transmitir experiencia y conocimiento al trabajar un material. Me permiten volver al origen de mi gusto por trabajar con madera: conocer este material que tiene tantas propiedades y aspectos positivos, que se puede renovar, que sigue viviendo y respirando, que incluso procesado renueva el dióxido de carbono en la atmósfera. Por supuesto que los procesos de producción tienen bastante que mejorar”.
El workshop que hizo el año pasado en The Faculty of Fine Arts and Design of Izmir University of Economics, de Turquía, duro cinco días: “Ahí investigamos, diseñamos, discutimos después del dibujo, pasamos al taller y fabricamos una estructura; quedó una instalación que nos dejó a todos muy contentos. Se iba a repetir este año, pero se anuló por el coronavirus. A principios de año me invitaron a Galicia a participar en un seminario en torno a la madera que fue superbonita experiencia, pero el workshop también se suspendió. Estamos planeando hacer uno en Chile en Marchigüe, idealmente en febrero, pero no sé si es muy realista”.
En cuanto a su producción de mobiliario, Sebastián está echando a andar pequeños encargos para ver si es posible generar una red de colaboración con los artesanos a los que recurre la oficina de arquitectura en la que trabaja.
“Es un material mucho más abordable que otros. En un momento me puse a hacer cucharas de madera. Con un cuchillo de camping bien afilado puedes tallar una cuchara. Al principio, cuando estaba en Alemania, descubrí la sierra japonesa, una herramienta para poder trabajar los ensambles de madera con más precisión; en ese periodo trabajé harto sin máquina y era genial. Cada vez que encuentro un momento para trabajar con la sierra, lo hago. De hecho, una de las posibilidades del taller que queremos hacer en Chile es poner como condición que trabajemos todo a mano”, concluye Sebastián.
Hoy trabajo en París en una oficina de arquitectura que se orienta sobre todo a los interiores y tiene un taller de materiales complementario, donde se experimenta con ellos. Es exactamente como me proyectaba en el futuro, siendo arquitecto y fabricando estos diseños paralelamente
Cuenta Sebastián.