Hace un buen y necesario tiempo nuestro querido pisco dio un salto importante, pasamos de verlo como la pareja ideal de las colas, para verlo como un producto fino, de características propias que más allá de las aromáticas, descubrieron sabores complejos y agradables, entrando en el universo de ser tomados solos, vasitos chicos o copa especial, pero también con mezclas frutales que siempre serán agradecidas en los cócteles y celebraciones varias, lo que ahora en diciembre se traduce como fiesta.
Tengo en la mano pisco Bauzá, conozco dos de los hijos de la familia y la botella me ha acompañado en harta fiestoca. Me acuerdo cuando uno de ellos llegó con la onda del pomelo ya listo, megasalvador, pero también con la propuesta de hacerlo más elegantón (lo que incluye su nueva botella). Años después, y más tiradito a la actualidad, a otro amigo le dio con la cosa del pistón, tan simple como pisco y tónica. Hago este cruce narrativo porque el pistón con unos chorritos de jugo de pomelo –rosado en este caso– y unas cascaritas flotando queda delicioso, fresco y servido como lo impusieron los españoles con sus gin tonics: copa grande, muchos cubos de hielo, pisco, chorrito de jugo y tónica, una buena por favor. Para todos esos pistones los piscos de doble o triple destilación quedan regio. Si agregan unas ramitas de romero, mejor todavía. Sé que no estoy contando ninguna exclusividad, seguro más de alguno lo ha probado. Pero lo hago feliz por celebrar con piscos chilenos y ricos. De hecho, también prueben el Espíritu de Los Andes, 100% de uva moscatel, ideal para tomarlo solito, salido del freezer y encantador desde que se pone en el vasito chico. @raqueltelias