PILAR LANDERRETCHE. Con harina, con migas, con barro, con lo que tuviera cerca, Pilar Landerretche siempre estaba modelando objetos. Tenía solo cinco años cuando descubrió el volumen. Años más tarde, la gente que veía en su casa las obras que había hecho de manera autodidacta en gres le preguntaba constantemente cuándo iba a vender. Así decidió entrar a un taller de escultura cerámica. Consuelo de la Maza le dio alas y marcó su carrera en la escultura. La impulsó a realizar todas esas locuras que estaban dentro de su cabeza, como esas esculturas de 4 m que hasta hoy podemos ver fuera de la Municipalidad de Las Condes.
Exploró el bronce buscando una mayor resistencia de sus figuras tan delgadas, pero no tardó en volver al gres, que le encanta por las acciones que le permite: construir, adicionar, ahuecar. Expuso en Miami el año pasado volviendo a sus orígenes con un desafío, realizar objetos escultóricos, una especie de fusión entre la escultura y lo utilitario. Todo comenzó en una muestra donde se participaba en duplas chef-artista. A partir de una preparación cada uno debía crear un plato o contenedor, y el chef que le tocó a Pilar estaba obsesionado con las espumas. Ella creó una tina de gres con patas de bronce para contener una trucha y su espuma. El contenido de la tina cambiaba siempre en la casa de Pilar; unos días los invitados la veían llena de velas, de pistachos o de una ensalada. Le repetían '¡qué ganas de tener arte en la mesa!'.
Ahora en Pura Cerámica propone torteros escultóricos: "¿Qué guardas bajo un tortero?, lo delicado, lo delicioso, lo preciado, lo que quieres cuidar, mantener con cierta temperatura. Lo amarré con idea de la cúpula que usaba el Principito para proteger su rosa. Cada una de mis cúpulas tiene una cabeza que cuenta una historia". El sentido del humor, expresado en mujeres con pescados en la cabeza, por ejemplo, es fundamental en estas piezas.
"Yo participé en la primera versión de Pura Cerámica. Me encantó la iniciativa y cómo ha ido mutando, cómo se ha incorporado la cerámica contemporánea; lo que te obliga como artista a salir de los ocres, a sacar el gres de una cierta forma y utilidad. Es un desafío muy potente", concluye. pilarlanderretche.com
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MATÍAS VERGARA. Debe haber sido el que más gozó esa clase de artes plásticas donde les entregaron un poco de greda. La ductilidad, la sensación táctil y una cierta rapidez de resultados le gustaron tanto que llegó a su casa pidiendo que le compraran más greda. Años más tarde, estudiando arte en la Finis Terrae, se hizo cercano de Enrique Ordóñez; el escultor y docente acogió a Matías en su taller de Pirque y al menos una vez por semana le transmitió su saber, tanto en la disciplina como en su forma pausada y un poco zen de ver la vida.
Alrededor de 2008 Matías ya tenía un taller propio donde estaban separadas la pintura de la escultura: "Estaba más enfocado en la pintura porque me iba bien. La escultura en esa época era más bien una investigación personal. Con los años empezó a llamarme cada vez más. Si bien hago escultura en otros materiales, me llamaba especialmente la atención la cerámica y su proceso tan bonito. En tu taller vas logrando tener sellos personales. Tiene que ver con tus herramientas, la factura de tus propios esmaltes. Esta disciplina te obliga a no tener que controlarlo todo. Este maestro siempre me enseñó a entender que el azar era parte de las herramientas de la escultura, sobre todo en cerámica. Cuando lo incorporas como una virtud y no un defecto, puedes verlo como una herramienta de aprendizaje".
Matías cree que, a diferencia de la pintura, la escultura es pura verdad. Es por eso que practica las dos. "Todo lo que haces en la pintura es ilusión. La escultura tiene temperatura, volumen recorrible; el objeto en sí mismo es su propia verdad. Por eso me alucina tanto hacer las dos. Trato de que lo que digo con escultura no sea lo mismo que digo con pintura. En la pintura me caracteriza el dibujo, de alguna forma la academia. En la escultura en cerámica me doy permiso para hacer cosas que no existen. Hago unos chamanes y unas geishas que son inventadas. También hice una serie que se llamaba 'Habitantes'; tenían un metro cada uno, de una sola pieza. Después la reinventé en bronce. Hay una suerte de invitación a entenderme con la gratuidad, a conectarse con el niño. Es más juguetón, hace figuras más ingenuas, con un cierto misticismo, siempre personajes que podrían salir de un libro de cuentos. Lo describiría como un trabajo más ilusorio".
Hace unos años se hizo un concurso para reinventar la cerámica de Pomaire y él fue uno de los llamados a participar: "Teníamos que hacer dupla con otro artista de la zona. Sacamos el segundo lugar con 'Chimapo' (Chilean Money Pork), reinventando el chanchito de greda. Hice una especie de lenteja grande, gorda, con las cuatro patas en el aire, sin ojos ni boca, solo la nariz típica, el tajo para las monedas y una cola que era un signo peso". matiasvergara.cl
SIMONE RACZ. Hace más de 30 años, el mismísimo dueño del Matsuei –un reconocido restaurante japonés con sucursales en Panamá y Perú– visitó el taller que Simone Racz tenía entonces en Lima; quería comprobar que su horno cerámico respondía a la calidad que ella había ofrecido. Satisfecho el requerimiento, invitó a la artista a almorzar todos los días durante un mes; quería que Simone hablara con el chef y conociera los sabores y colores de su comida. Recién después de eso ella podría estar en condiciones de presentar una colección especial de platos para el restaurante. "Es la experiencia que marcó mi trayectoria a lo largo de todos estos años como ceramista", dice hoy Simone.
Hija del destacado pintor André Racz, aunque se formó principalmente en la pintura, dice que no alcanzó a dedicarse a ella. En California, y luego en una larga estadía en Perú, descubrió la cerámica y se fascinó por la manera en que involucra los cuatro elementos fundamentales: el aire, el agua, la tierra y el fuego. Siendo profesora de arte y de inglés vio lo que los niños eran capaces de hacer con una bolita de arcilla. Recordó a la niña que ella misma había sido en el colegio, que gozaba con la biología, y le pareció que la cerámica reunía los aspectos que más le interesan y la conmueven: la transformación de la materia. "En pintura compras un color, lo ves tal cual es y lo usas. En cerámica tú fabricas tu color. Partes generalmente de óxidos metálicos que son negros. El calor los transforma en azul, verde, rojo. Aprendí con una inglesa específicamente a producir y formular esmaltes cerámicos. Pude encontrar en la investigación de estas materias primas una fuente de inspiración. Pude pintar con un color que yo creaba. Ese vínculo entre el material y la transformación, al sumarle el aspecto creativo de la forma y del color, para mí lo hizo perfecto", dice Simone.
Ella es conocida, entre otras cosas, por su trabajo con restaurantes en Chile también. Pero no le gusta utilizar el término 'utilitario': "Cuando tomas la cultura de manera integral y piensas que la gastronomía aporta identidad y entrega conocimientos a partir de los alimentos y sus mezclas. Si eso además está en un plato que se relaciona con esa comida como lo hacen los japoneses, puedes considerarlo una forma de arte cotidiano". Eso es lo que presentará en esta edición de la feria Pura Cerámica. "Fundé una escuela de artes aplicada que formó muchos ceramistas. Como costo no pude dedicarme como antes a mi propio trabajo. Lo estoy retomando. Estoy intentando volver al comienzo del ciclo en que el color entra como en un juego. Estoy trabajando gres, que es mi especialidad, y además estoy pintando".
Además Simone ha trabajado con el Consejo de la Cultura, en la comisión de artesanía, y se ha comprometido en el trabajo con artesanos alfareros. Actualmente colabora con alfareras de Puerto Ibáñez en un proyecto que busca ayudarlas a mejorar sus estándares de calidad, semejante a los que ya ha realizado con comunidades de San Pedro de Atacama y Melipilla.
ANDRÉS VIO. Dentro del diario, las páginas de economía están llenas de cifras que se grafican como tortas y rebanadas de pizza. Esas representaciones estadísticas son las que está trabajando Andrés Vio, transportándolas desde las páginas del diario a unos platos y fuentes que él fabrica en el taller de Lise Moller, usando diferentes esmaltes de colores cercanos a la tierra, bastante neutros para pintar las tortas y las rebanadas. "Son parte de las formas que rigen mi trabajo. Siempre uso el círculo como un contenedor del hacer. En este caso fueron platos, que no son importantes en sí mismos. Es el corte de pizzas, estos diferentes esmaltados, los protagonistas, de una manera muy libre. Es un gesto mínimo del esmaltado para ser un trabajo bien realista, bastante utilitario, pero con esta otra idea", explica Andrés.
Él se define como pintor, pero la cerámica siempre ha estado ligada a su quehacer. Entendiendo el arte como la simbiosis entre lo que se trabaja y lo que realmente se es, esta forma de arte siempre llamó su atención y es la mención con la que se tituló de la Universidad Finis Terrae. "En mis ejercicios de arte siempre he tenido la necesidad del barro, sin ninguna pretensión. No pienso si lo que hago es arte textil, si es utilitario o decorativo. Esas distinciones no me preocupan. Conjugo todo y trabajo paralelamente, de manera más o menos intensiva, en lápiz grafito, con óleo, collage o con barro. A veces dejo bien botado uno y me enfoco en otro. No es algo constante. La cerámica la trabajo en el taller de Lise Moller. Ella me acogió en sus clases, donde nos deja prolongar nuestras ideas. Ella ha sido un motor importante en mi trabajo artístico en general, más allá de la cerámica específicamente".
Andrés ya ha participado en un encuentro anterior de Pura Cerámica y vuelve feliz por lo interesante que le parece la instancia, por el nivel de profesionalismo y dedicación con el que se cura y se monta, por el compromiso con la promoción de la cerámica y el arte en general. andresvio.cl
PURA CERÁMICA pretende ser más que una feria. Como nos dicen sus creadoras, las fundadoras de Arte Originario, no se trata solo de venta de artesanía. La curatoría y la oportunidad de entregar el panorama actual de una actividad ancestral están al centro del evento. Así es como un total de ochos artistas (incluyendo los presentados en este artículo) fueron invitados a ARTE SOBRE LA MESA, una exposición donde la cerámica es la protagonista. Todo está pensado para pasar un buen rato gozando una forma de cultura, con cafés y talleres para hacerlo más ameno.
Las actividades incluyen charlas de artistas tan reconocidos como Bente Hansen de Dinamarca, taller de platos ilustrados con Paulina Bunster, demostración de torno con Francisco Leal, y workshop de recuperación del patrimonio con Gisela Gutiérrez.
Desde el 12 al 14 de mayo. Desde las 11 a las 20 hrs., en El Rodeo 12525 (Ex Craighouse), Lo Barnechea.