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Remodelación San Borja, el gran sueño urbano de Santiago

Una utopía influenciada por los fenómenos sociales de los 60 y las ideas de Le Corbusier, por largo tiempo desatendida y al borde de la decadencia; hoy tiene la oportunidad de mejorar y recuperar parte de su espíritu original.

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Diez años más tarde Carmen León Leroy viviría en el piso 16 de la torre 23 de la Remodelación San Borja. Pero a fines de los 60, cuando era enfermera en el hospital de la UC, unos amigos la invitaron a conocer su departamento en el piso 8 de otra torre y a ella le dio vértigo mirar por la ventana. Como muchos de los primeros habitantes del conjunto ella vivía en un edificio más bajo y antiguo del centro, y estas nuevas torres, tan altas y modernas, le parecían rascacielos. Mucha gente, especialmente jóvenes profesionales de la salud que trabajaban en los centros de atención cercanos, postulaba entusiasmada para vivir ahí, en los terrenos que liberó la demolición y traslado del Hospital San Borja, que algún día, terminados, lo tendrían todo.

Probablemente se debe a su profesión; Carmen León piensa en el golpe militar como una enfermedad que sufrió Chile, una interrupción con una larga convalecencia. Entre muchos otros síntomas, quizás más graves, la enfermedad frenó el desarrollo completo de Remodelación San Borja y acortó su período de esplendor. Ahora la idea de los 60 se ve como una utopía, pero el proyecto del Museo Humano y otras iniciativas recientes han puesto la atención sobre el parque y las torres de San Borja. Como presidenta de la junta de vecinos, Carmen León ve ahí una oportunidad de rescatar parte del espíritu original: “Converso con mucha gente, me acerco a pedir sus opiniones. Están divididas: por un lado hay quienes lo único que quieren es que esto se ponga bonito, que no haya más gente viviendo en la calle y que no nos transformemos en una cloaca. Otros dicen que pasan todo el día trabajando y no les interesa. Pero nosotros no entendemos por qué no puede ser como en Providencia o Las Condes, limpio y agradable. Para los residentes y para la gente en tránsito”.

Los vecinos comprenden las necesidades de expansión de la UC. Reconocen que todas sus ampliaciones se dieron de manera legal y sobre espacios que cayeron en una especie de abandono. Los más antiguos recuerdan que el terreno donde está el edificio de especialidades UC, frente a urgencias, solía ser una gran plaza en altura donde los niños jugaban y aprendían a andar en bicicleta. Ahora tratan de evitar que la desgracia caiga sobre las pasarelas que conectan las torres hasta la estación de metro, pasando por sobre locales comerciales y un supermercado. Se oponen al gimnasio que la UC planea construir ahí y se alinean con una idea que surgió en la Escuela de Arquitectura de la U. de Chile.

Durante nueve jueves, entre noviembre y enero pasados, un grupo de alumnos apoyados por Henry Bauer, ayudante de taller, realizó jornadas de siembra en las jardineras que incluían las pasarelas en su planteamiento original. Varias bandas amenizaron los atardeceres, mientras la gente dejaba las palas de lado y se sentaba a disfrutar sentada en bancas, bajo quitasoles. “Los vecinos buscaron ayuda de la FAU para mejorar el barrio en general. En instancias muy académicas desarrollamos proyectos teóricos que expusimos frente a ellos. Quedaron muy entusiasmados. Los chicos postularon a un Fondo Azul, que son recursos de la universidad para proyectos estudiantiles, y ganaron. Nos dieron acceso y partimos con dos jornadas de limpieza comunitaria muy bonitas y  exitosas, con vecinos y estudiantes”, recuerda Henry.

El rumor del gimnasio UC se materializó en un permiso municipal y el grupo de la FAU se preparó para ofrecer una contrapropuesta. “Imaginamos algo distinto. Hicimos una encuesta que tenía preguntas como ¿Qué le gustaría tener en las pasarelas? La mayoría pedía jardines y cultura. Con los recursos compramos quitasoles, bancas, basureros, plantas, y comenzamos con las jornadas de plantación. Logramos formar una primera banda de plantas que aún están ahí. Cuando la plata se acabó contactamos amigos músicos, invitamos a la gente, y llegó. Cuando los ves acercarse voluntariamente te das cuenta de que el proyecto tiene sentido. Además se están sumando organizaciones como Mil M2 y hay muchas bandas con ganas de tocar”.

Henry deja claro que no se oponen al proyecto UC sino que están a favor de este espacio. Él y el grupo de alumnos preparó una propuesta arquitectónica en 3D para presentar en la Municipalidad de Santiago, el Colegio de Arquitectos y el GAM. “Tratamos de proponer algo permanente, con administración, horarios, vigilantes, mantención municipal, donde podrían instalarse carritos de comida, ferias de pulgas, de artesanía. Pero primero había que crear sentido. Dar a conocer el circuito cultural recreativo tan potente que puede darse. Las pasarelas verdes no son la respuesta. Abren la pregunta sobre el barrio completo: ¿es esto algo que debemos conservar? ¿Cómo se puede lograr? ¿Depende todo de las autoridades?”.

La explicación de Pablo Altikes Pinilla -director de Arquitectura UDD Concepción- es clarísima: “La Cormu (Corporación de Mejoramiento Urbano) y la Corvi (Corporación de la Vivienda) estaban compuestas por personas que no solo eran arquitectos, eran pensadores que decidían cómo, dónde y por qué se hacían las cosas. Se desarticularon hacia 1975 y nunca volvió a existir un grupo así en Chile. Ellos decían: ‘Tenemos 100 pesos para construir tantas casas, bajo tales condiciones’. El gobierno de la dictadura cambia las reglas del juego a: ‘¿Cuántas casas hace usted con 100 pesos?’. Comenzó la competitividad y se acabaron los parques, las infraestructuras urbanas. Primó el satisfacer la necesidad de viviendas por sobre el urbanismo y la calidad de vida. Cuando uno entiende eso, entiende por qué nunca más se hizo arquitectura como la de Remodelación San Borja, porque hoy es imposible, impagable”.

Algunas torres habrán sufrido deterioro, habrán sido mal pintadas, pero siguen siendo departamentos que se venden y arriendan permanentemente, y están en el corazón de la ciudad. En otros países los desarrollos inmobiliarios de este tipo se ubicaban en la periferia; quedaron marginados, sin transporte y pasaron a ser guetos de alta peligrosidad, como Soldati en Buenos Aires y Pruitt-Igoe en San Luis, Misuri, demolido por el gobierno norteamericano en 1972.

Altikes ha recorrido varios países buscando conjuntos habitacionales y no ha encontrado otro como la Remodelación San Borja: “Es un hito en la historia de Chile. Si se hubiera completado como fue originalmente concebido habría dado la vuelta al planeta, habría sido el mejor ejemplo de urbanismo en el centro de una capital. Lamentablemente la construcción se paralizó en el país a principios de los 70 por la crisis económica. Luego vino el golpe de Estado y el proyecto nunca se completó”.

El concepto detrás era muy simple: repoblar el centro con higiene y calidad de vida. Las referencias estaban en las ideas de Le Corbusier y el ejemplo era la unidad habitacional Marsella, que diseñó en 1946. “Él dice que la densificación debe ocurrir en alturas, para que todos disfruten de sol, vistas y áreas verdes en los alrededores. Pero debe haber una doble circulación, una para los autos y otra para el peatón; compartirla significa un peligro para quienes caminan, especialmente para los niños. Plantea una estrategia de circulaciones peatonales aéreas interconectando los edificios y la ciudad. En San Borja todavía existen algunas de estas pasarelas aéreas: se ven a la salida del metro UC”. Si toda la trama de pasarelas se hubiese completado los padres podrían haber enviado a los niños al jardín o a comprar el pan -había comercio abundante y variado en los primeros pisos- sin preocuparse del riesgo de ser atropellados. Un peatón podría haber ido, por ejemplo, desde la esquina de Vicuña Mackenna con Alameda hasta Lira sin toparse con un semáforo.

“Imagínate si esto se hubiese construido, ¡habría sido una locura! A esto se le llama utopía, algo único en el mundo: torres y edificios escalonados con caldera de agua caliente, estacionamientos para todos. Metro, parques, universidades, hospitales, colegios, comercio, paseos aéreos, bombas de bencina, central telefónica, y hasta una piscina a la mano. Vivienda económica con calefacción central; eso es impensable hoy”, dice Altikes. Apuntaba a la clase media, a los profesionales jóvenes que trabajaban en el centro y se preguntaban cómo partir. “El gobierno les decía ‘de esta manera te vamos a ayudar, vas a poder criar hijos acá, no vas a gastar en movilización. Despreocúpate de los jardines infantiles, de las áreas verdes, de la cultura, de que alguien te atropelle, de los problemas de vistas y de luz’. Las torres se ubican en una diagonal que les permite captar sol por las cuatro fachadas y tener ventilación cruzada. Además tienen un desfase en ángulos para que ninguna obstruya el sol a otra. La gente que pensó esto era un equipo de soñadores, pero tenía los pies puestos en la tierra. Recurrió a la empresa privada para levantar esto, pero bajo ciertas premisas estrictas y se encargó de los terrenos, el urbanismo y el mobiliario público; una alianza que estaba funcionando muy bien. No puede haber un principio más democrático, integrador, social y urbano”.

Las torres fueron diseñadas por varios equipos que ganaron el derecho a hacerlo por la calidad de sus propuestas. Cada uno se hizo cargo de un grupo que varía en número. En plantas cuadradas, todos debían considerar 6 departamentos por piso con un núcleo de ascensores. Las torres 1, 2 y 3, en Alameda frente al GAM, fueron diseñadas por Carlos Bresciani, Carlos Huidobro y Fernando Castillo Velasco, tres de los miembros de una oficina fundamental en la historia de la arquitectura chilena; Héctor Valdés debió marginarse porque era el presidente de la Cormu en esa época. “Soy muy amigo de los que siguen con vida, lo fui también de Castillo Velasco. Ellos entendían que los intereses de la empresa privada son los mismos desde la revolución industrial, pero en este proyecto siempre estuvo por sobre todo la ética. Ellos nunca se cuestionaron la calidad de los materiales, hasta en los últimos detalles. Los planos eran impecables, tanto que posteriormente se compraron terrenos y la empresa privada levantó más torres con ellos, llegando a un número cercano a 23. Pero el proyecto ya estaba cercenado”.

Bolton Larraín Prieto Lorca es otra gran oficina que participó en la Remodelación San Borja. Más tarde, con lo aprendido en esta experiencia, se asociaría con Bresciani, Valdés, Castillo y Huidobro para diseñar las Torres de Tajamar.

Cristóbal Tirado no está en Facebook ni en Twitter. Algunas personas de su oficina -BBATS+TIRADO- a veces ven lo que se comenta en redes sociales sobre el proyecto con que se adjudicó la remodelación del Parque San Borja, se enrabian y le cuentan. “No sé en qué minuto surgió esta rabia o desconfianza. Pero si me dijeran ‘oye, van a pavimentar todo el parque, van a botar los árboles y construir un subterráneo’, yo también firmaría peticiones en contra. No sé de dónde sale tanta información tan radicalmente opuesta a nuestra propuesta”, dice Tirado.

Cuando se compite con otras 42 oficinas de arquitectura -entre ellas Elemental, de Alejandro Aravena, y Lateral, que estuvo a cargo del GAM-, el proyecto debe presentarse como si fuera final, aunque se trate de un anteproyecto que debe ser mejorado y validado junto a una serie de grupos interesados. El de BBATS+TIRADO comenzó con una lectura del entorno, entendiendo que la vereda norte está bien consolidada con Lastarria, el GAM, el Parque forestal y el Bellas Artes; atendiendo a la necesidad de fortalecer la vereda sur en este sentido y el potencial que generan proyectos como el Museo Violeta Parra. “Nuestra propuesta consiste en eso. Hablamos de ‘zurcir’ la cantidad de hitos que suceden al sur, desde el parque hasta edificios institucionales y culturales. Proponemos generar una conexión, que puede ser peatonal o vehicular, a través de un elemento unificador que es el adoquín. De esta manera, quizá incorporando también una especie de vegetación, se amarrarían desde el eje Bulnes hasta el Parque Bustamante, pasando por las calles Londres y París, Marcoleta y otros retazos. Es algo que va más allá del concurso. Una especie de sugerencia a la municipalidad”. Esta sugerencia va de la mano con la apertura de Marcoleta, donde el parque colinda con la FAU. Hay un decreto de Serviu para que se abra ese tramo y se conecte con Vicuña Mackenna. Este al menos, según el proyecto, contaría con adoquines y la especie vegetal unificadora.

Ellos esperan que la remodelación desborde a los alrededores, especialmente a las partes más deterioradas. “Fue una coincidencia que los vecinos también consideraran el parque como un jardín secreto. Uno camina por la Alameda y no se entera de que existe este pulmón verde en la mitad de las torres. Hicimos mediciones y determinamos que la cantidad de pavimentos duros, maicillos, baldosas y cemento, alcanza el 49%. Tratamos de llevar eso al mínimo y de aumentar la masa arbórea de interés paisajístico para que el parque sea el motor de la mejora urbana que necesita el barrio”. Cristóbal Tirado explica que se mantienen ejes fundamentales y se aspira a mejorar los bordes. Hoy el parque es prácticamente el cuarto de una circunferencia, la mayor parte de la cual está cerrada por un muro de contención. Ese muro no solo limita la percepción del paisaje a los transeúntes; ocultó todo lo que estaba sufriendo Daniel Zamudio esa noche de marzo de 2012. Su propuesta incluye generar un talud que llegue de una manera más integradora y que los árboles se acerquen más a la vereda.

El diseño del edificio del Museo Humano busca representar la vida de Mario Irarrázabal. Son alrededor de 800 m² que, para guardar concordancia con la intención de no talar árboles, se proyectan bajo lo que hoy es una pista de patinaje. “Nos basamos en tres eventos. Uno se relaciona al muro, su vida en Alemania y su llegada a Chile en la dictadura. Luego, traspasado el muro, hay un punto de reunión que se produce en el atrio, donde todos son iguales. Finalmente uno entra al cuerpo del museo en dos pisos subterráneos con patios interiores. En el nivel de la plaza se asoma una cafetería o un punto de informaciones. Son apenas 28 m² a nivel de superficie, incluyendo un espejo de agua para que los niños jueguen y se ubique la obra de Mario relacionada al agua”. Adicionalmente aparecen elementos como un gran parrón en el eje principal, un edificio comunitario para acoger seguridad, reciclaje, talleres y huertos.

“La remodelación del parque es un inicio, algo que puede impulsar un mejoramiento en todo el sector, ayudar a levantar el proyecto Pasarelas Verdes y el rescate de la Plaza El Pedregal (detrás de los locales comerciales en la esquina de Portugal con Marcoleta). Lo importante es tener una mirada a largo”, opina Tirado.

La directora técnica encargada del proyecto en la Municipalidad de Santiago, Gabriela Elgueta, cuenta que el Museo Humano es parte de un plan integral de mejoras de los espacios públicos en la comuna: “Se da a partir de una enorme donación del escultor Mario Irarrázabal. Pero para entregar su obra a la ciudad, más que a una comuna, él fijó algunas condiciones. Quería que se instalara en un parque abierto al público, que tuviera una escala, accesibilidad y museología apropiadas. Nosotros consideramos que el Parque San Borja reunía todos los requisitos. Es muy usado por los vecinos pero además tiene un rol metropolitano. Aunque si bien sus áreas verdes están en buen estado presenta problemáticas de borde, seguridad y mobiliario. Necesita un inversión. Consideramos también que el Museo Humano además aporta al circuito cultural”.

Para donar sus 238 obras, Irarrázabal pidió también que las de gran envergadura estuvieran al aire libre, que se mimetizaran con el paisaje y que la concepción de todo el proyecto tuviera participación ciudadana. La municipalidad llamó a licitación e invitó a un jurado formado por el presidente del Colegio de Arquitectos, los directores de museos como el MAC y el Precolombino, y a los decanos de las universidades de Chile y Católica; además estuvo presente una arquitecta representando a la junta de vecinos. Pero Gabriela Elgueta reconoce que, aunque hubo muchas instancias de encuentro, la sociabilización del proyecto no ha sido eficaz: “Estamos en una etapa de anteproyecto. Falta aún la de diseño, en la que el arquitecto que se adjudicó el encargo debe recoger las visiones de los vecinos, de los usuarios que vienen de las universidades, de los grupos deportivos y ambientalistas, entre otros. Con todo esos aportes el proyecto puede mejorar mucho. El municipio está trabajando con mesas barriales, con las distintas torres y sus habitantes. En nuestra pagina web esta toda la información, procesos, evaluación y todo”.

Carmen León tiene una pequeña grabadora para registrar todo lo que le dicen. Tiene guardadas las conversaciones con los representantes de la municipalidad, con los arquitectos encargados, donde le explicaron que la remodelación del parque y el Museo Humano son un regalo para todos, no exclusivamente para los vecinos de San Borja. Ella pidió empatía y expresó su temor a la frase ‘circuito artístico, cultural, gastronómico’; ni a ella ni a los vecinos que representa les gustaría ver su barrio convertido en Bellavista o Suecia. Pablo Altikes, con una edición de la revista de arquitectura AUCA dedicada a la Remodelación San Borja -impresa a principios de los 70- en la mano, recuerda que la idea de un museo en el parque era parte del plan original, así como un eje que cruzaba hasta Diagonal Paraguay: “Lo que se está haciendo es recuperar parte de ese sueño de Santiago que ya tiene más de 40 años. Si no explicamos bien la historia la gente no entiende lo vital que es finalizarlo, el espíritu cultural con que se concibió, la deuda que representa”.

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