Contundente y precisa, la escritora Carla Guelfenbein se ha movido por la vida nutriendo una existencia que poco sabe de común. A la obra artística que podemos ver hoy en Galería Artespacio llegó por una intención que la define hace años, donde la biología, el diseño y la palabra son partes constitutivas de quien es.

Con 17 años se fue a vivir a Europa, donde estudió biología en la Universidad de Essex, Inglaterra, especializándose en genética de población, y luego estudió diseño en Central Saint Martins, University of the Arts, en Londres.

La muestra, que estará hasta el 9 de enero del 2021, está formada por 32 cajas de acrílico y madera con recortes de prensa, fotografías, dibujos, fragmentos de telas, maderos, metales, pastos, flores, plumas, lana y piedras que se ensamblan para expresar, en conjunción con la palabra, aquello no visto, no dicho, lo prohibido del imaginario femenino.

Para ella la expresión visual fue siempre algo muy importante. “Era una manera de expresarme que ocupé desde muy temprano en la vida junto con la palabra”, cuenta. Palabra y visualidad fueron creciendo juntas, “era una gran lectora, pero al mismo tiempo era una gran observadora del mundo”, suma.

Retrato: Lorena Palavecino.

El lenguaje visual que ocupa es el ensamblaje, el collage, mismo que viene de su escritura: “Esta forma de expresión visual viene de la biología, cuando me di cuenta y aprendí que los seres humanos, cuando nos conectamos entre nosotros, nos enviamos trillones de señales no verbales, sí físicas, donde el cerebro solo puede captar ciertas partes. La manera en la que nos comunicamos finalmente es fraccionada y lo que podemos aprender del otro tiene que ver con nuestra capacidad de percepción, con los significados que le damos a lo que el otro nos está transmitiendo. Al final, la comunicación de ser humano a ser humano es muy reducida en relación a la cantidad gigantesca de información que nos estamos mandando, y esa poca información la procesamos en nuestro cerebro, creamos una realidad, y ese es el collage. El collage toma elementos del mundo exterior, donde cada uno tiene su propio significado”, explica.

Carla es una gran recolectora, desde niña encuentra cosas y por lo mismo siempre camina mirando el suelo. “Cuando viajo, mis maletas vuelven llenas de objetos que recojo y que voy atesorando en mi casa. Cada elemento se conjuga con las historias de los demás elementos de la obra, así van adquiriendo diferentes significados. Cada uno de estos elementos tiene un peso visual y un peso en el imaginario que se suman al significado de la obra”, cuenta.

Esto viene a sumarse a una tradición de poetas chilenos como Parra, Zurita, Maquieira, Juan Luis Martínez y el mismo Huidobro. Hay una tradición en Chile donde personas que trabajan con la palabra, con la poesía, fusionan la palabra con la imagen. Dentro de esta tradición soy la primera mujer que lo ha hecho y soy una escritora que está transitando humildemente un camino que otros grandes poetas escritores han transitado. Soy la primera escritora chilena que fusiona la palabra con la imagen

dice Carla.

¿Cómo es el paso del collage literario hacia la plasticidad?

La novela “La estación de las mujeres” es un collage literario que trata sobre 5 mujeres. Hay canciones y poemas, hay extractos de las cartas de Gabriela Mistral. Muchos elementos son parte de diferentes épocas que se van entrelazando. Ninguna de mis otras novelas podría haberla transmutado a un collage con tanta facilidad. Dentro de la obra escrita había una forma que podía transmutarse de manera natural, no forzada, al collage.

Mientras escribía la novela ya estaba haciendo el collage. Este trabajo llevo más de dos años haciéndolo y fue muy en paralelo con la novela.

No recolecto cualquier cosa, recojo aquello que me habla y que se identifica con lo que estoy pensando, con lo que estoy escribiendo, con lo que me obsesiona. Al final todo lo que había recolectado estaba ligado a lo que estaba escribiendo.

Desde que dejé de trabajar como diseñadora he estado en una búsqueda visual de diferentes formas.

¿Qué es para ti lo más revelador de lo no expresado? ¿Qué te reveló esta tridimensionalidad?

Lo que termina en la palabra proviene de lo racional, lo emocional y lo inconsciente. Estos tres elementos se conjugan en el acto de inspiración para que termine plasmándose en el texto y además están siempre jugando, peleando y dialogando entre ellos. Muchas cosas que terminan escritas provienen de aquello que no vemos, que está en el inconsciente, y eso de alguna manera se refleja en la obra.

Tuve muchas revelaciones dentro de las cuatro series que forman la muestra. Una de ellas está compuesta por las 10 cajas que tienen textos de la Gabriela Mistral. Me di cuenta, particularmente, que en estas cajas había temas que no me había percatado en el texto. Siempre estoy hablando de la relación entre el ser humano y esas pequeñas cosas de la vida que forman lo terrenal, lo cotidiano y lo humano. Estas cajas me dieron a entender muy bien dónde emplazo al ser humano. Escribo sobre entramados humanos que relatan la naturaleza humana, y esta obra muestra el mundo que yo habito como escritora.

¿Qué une y que guarda cada una de tus piezas?

Las mujeres de la novela no están necesariamente representadas en la obra. La obra está llena de mujeres, todas ellas no tienen rostro, salvo una.

Al dejar el rostro descubierto, la emoción que transmitía la expresión del rostro teñía completamente la obra. Siempre el rostro y su expresión se transforman en el centro de atención, y yo quería un diálogo entre los pesos que conforman cada una de las piezas. De repente me acordé de la obra de Louise Bourgeois con su serie “Mujer casa”, que muestra una mujer desnuda pero una casa encima de la cabeza. Esta obra representa la mujer que vive en este mundo imaginario, en este mundo constreñido por lo doméstico y no tiene conciencia de su desnudez, está expuesta al mundo, pero está tan atrapada por la domesticidad que no tiene conciencia de la potencia de su cuerpo. Este concepto lo tomé y por lo mismo ninguna mujer de la serie muestra su rostro.

A cada mujer le está ocurriendo algo y están ahí en varias dimensiones. El hecho de que el rostro no sea visible permite que ese espacio sea una ventana hacia otras cosas, hacia todo lo posible.

También es desnudarte tú…

Tengo mil sensaciones. Por un lado es exponerme a un mundo cruel. Cuando uno hace algo es exponerse a esa mirada suspicaz. Es mi primera exposición en una galería importante porque las cosas se fueron desencadenando y terminé en un lugar muy privilegiado. Es entrar dentro una mirada crítica que pueda ser abordada desde varios puntos de vista, e irrumpir de esta manera me da mucho miedo. A veces es mejor hacerlo desde el susurro.

Lo increíble es que volvió a emerger esta pasión que tengo por lo visual y ya no la voy a volver a esconder debajo de la mesa como lo había hecho durante todo este tiempo.

Habiendo dicho esto tengo que reconocer que me siento muy libre porque soy escritora y aunque sé que vengo para quedarme en mi trabajo visual, a mi edad tengo una identidad que está bastante conformada, no me estoy jugando la vida y eso me da una libertad gigante. No estoy jugando, pero hay un elemento que es la libertad. Libertad para poder habitar los espacios que yo quiera habitar, sin tener que pedirle permiso a nadie. Por edad y por trayectoria hay una cantidad de cosas que están ahí y que yo las puedo tomar.

¿Qué encontrará quien vaya a ver tu muestra?

Quien vaya se encontrará con textos que, al fusionarse con las imágenes, seguramente le van a hablar, porque lo que hace la obra pictórica es que aísla el texto y lo pone en otro contexto para que hable diferente. La frase “te miraré vivir”, de Gabriela Mistral, al estar aislada de las cartas de la poeta toma una fuerza tremenda. Uno se pregunta ¿cómo estoy amando?, ¿estoy mirando al otro vivir?, ¿cuánto me estoy involucrando?, ¿cuánta humildad hay en la forma que yo amo? Esto es un viaje a través de la palabra y de la imagen, con textos que han sido elegidos para producir algo. artespacio.cl