En 10 años practicando arquitectura, Dolores Yáñez y Pablo Hormazábal han visto materializarse muchos de sus proyectos (varios con alcance público y social), pero también han acumulado un archivo de pendientes. Una propuesta para una casa que no llegó a construirse los dejó con información fresca en términos de costos en las manos, y se habría desperdiciado de no ser porque oyeron de alguien en su entorno cercano que estaba evaluando comprar una propiedad. "Ya habíamos hecho la operación y sabíamos que más o menos por el mismo valor de la inversión que requieren los departamentos por los que opta la clase media alta nosotros podíamos salir a decir 'mira, por esa plata te puedo hacer un proyecto'", recuerda Pablo.
"Hasta ese momento solo habíamos visto las ofertas de inmobiliarias y no era una alternativa construir porque no sabíamos con quién. Dolores y Pablo se nos acercaron y nos ofrecieron que les dejáramos buscar algo usado o un terreno, que diseñáramos y que construyéramos. Si bien no era algo inmediato, nos animó que nos pudieran orientar; nada estaba descartado", recuerda el mandante acerca de ese momento hace ya dos años y un poco más. El ofrecimiento de los arquitectos de buscar un terreno implicaba la posibilidad de que hubiera algo rescatable en él y que el proyecto se convirtiera en una rehabilitación, pero lo fundamental era la figura del acompañamiento. "Le dijimos 'te acompañamos en el proceso de la compra y todo lo legal, diseñamos el proyecto, buscamos una constructora, estamos presentes en el proceso de construcción, sin pelearnos durante todo ese tiempo y por un valor similar terminarás con una casa en vez de un departamento'. Creo que a todo el mundo le parece más holgado tener una casa, pero también hay aspectos negativos, como la seguridad, asociados. Había mucho de que convencer", explican Dolores y Pablo.
La búsqueda fue principalmente en Viña, pero también eran una posibilidad las ciudades al interior como Quilpué y Villa Alemana. "Llegamos a este terreno donde había una construcción de la que no pudimos recuperar nada y se demolió. Ahí parte la primera decisión arquitectónica, ¿cómo nos relacionamos con el barrio? El muro de mampostería que armaba el borde del terreno se queda y nos obliga a retranquear la casa y sus fundaciones un metro; queda perimetralmente como en una losa, como suspendida sobre este muro de mampostería. Justificamos la fachada continua porque nos pareció lo más coherente con las casas que están alrededor. Siendo la planta muy reducida le damos más aire a la casa a través del techo, extendiéndola un poco más; aparecen estas fugas que llaman tanto la atención", explican los arquitectos.
La consideración respecto a la inversión que estaba haciendo el mandante, el entender gracias a la cercanía el impacto en su patrimonio, funcionó de alguna manera como una presión positiva para Pablo y Dolores, una presión que traspasaron a los constructores. "Creemos que los materiales hay que reivindicarlos por lo que son. Es madera, es lata y es fierro. Eso obliga a la constructora a construir bien porque no puede tapar ni hermosear. Hay hormigón en las fundaciones y el radier, cimientos y suelos; después vienen todos los paneles SIP, por todo el muro perimetral y las tabiquerías inferiores; finalmente las terminaciones, la lata y la madera, tal cual. El 'lujito' está en la forma del techo, pero todavía es un sistema constructivo sencillo; había que dar un aire distinto para que la casa tuviera un carácter por la oportunidad que se nos estaba dando, para decir '¿viste?, se puede, y se puede con arquitectura'". Como un contrapunto al hermetismo de fachada, hacia el interior la casa se abre completamente. "Por una cierta cercanía con quienes iban a habitarla sabíamos lo que iba a suceder en esta casa, pero también queríamos proponer ciertos tipos de uso. El patio era la oportunidad de tener mascotas, de hacer asados familiares; ya es una ventaja muy grande para quien pasa de un departamento a una casa, pero no nos queríamos quedar en eso", recuerdan Dolores y Pablo. La casa se compone de tres dormitorios, dos baños, una bodega, una cocina abierta hacia todo el espacio de descanso y un pequeño estudio en la doble altura, justo bajo el 'jopo' que sobresale. "La planta sigue siendo de 125 m², no alcanza a ser una casa de dos pisos, pero tiene este altillo. Algo que sale de un entendimiento superconceptual se convierte en algo superestético y llamativo. Dentro de esas cosas que queríamos proponer estaba este estudio, aislado pero de alguna manera vinculado. La casa gira en torno a esta doble altura, que ordena los techos".
Es importante entender que la casa no hace un esfuerzo por ser particularmente austera. Los arquitectos aún se acuerdan de las caras de los constructores cuando vieron los apliqués e interruptores que habían escogido, incluso alguno preguntó '¿están seguros?'. Si bien había que ajustarse a un presupuesto, esas decisiones obedecen más bien a no aceptar ningún catálogo como imposición ni caer en asociaciones negativas sin fundamento. "El programa y los materiales son los más corrientes y sin embargo, a través de estrategias arquitectónicas, la casa logra distinguirse. Es lo que hizo el link con la Bienal de Arquitectura, cuyo tema era lo común y lo corriente. Si vas al catálogo de la Bienal, en el primer tomo están las fotos de esta casa. Es la única foto de obra en que se ven los cables de los postes; en todas las demás están soterrados. Fuimos a la Bienal de lo común y lo corriente y nuestra casa era la más corriente, y lidiando con cosas urbanas usuales. Se nos abren el apetito y la pretensión de decir 'sí se puede'".
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