Mariana Najmanovich (33) abre un cajón del planero de su taller y saca dos libros alargados de tapas blancas que denotan antigüedad. "Son libros de homenaje a Colonia Dignidad que le compré a alguien por internet. Leí y recopilé muchos más, pero aquí guardo estos", cuenta sobre las publicaciones que muestran la aparente vida apacible de un grupo de inmigrantes alemanes llegados a principios de los 60 al sur de Chile. Durante casi un año la artista recolectó todo tipo de documentos sobre el enclave, atraída por la historia que se tejía detrás: los colonos, en realidad, vivían en extremo aislados del exterior, trabajaban como esclavos, eran sometidos a distintos métodos de tortura y vejámenes, y los niños eran abusados constantemente por Paul Schäfer, fundador de la comunidad.
Esa historia oculta, incómoda, por años silenciada por las propias víctimas, fue la que quiso retratar en "La Colonia", exposición presentada a fines de 2015 en la galería Metales Pesados Visual, y que a través de una serie de óleos a medio camino entre lo documental y ficcional mostraban fantasmagóricas escenas de hospital protagonizadas por enfermeras de esa comunidad, coros de niños ensayando cantos alemanes, y retratos de las familias formadas en su interior. Escenas cotidianas e inofensivas, pero que pintadas de forma difusa, con un particular tratamiento del color, daban un aire espectral a sus personajes y dejaban entrever el horror de esa historia, la perversión y monstruosidad escondida tras una aparente vida reposada en el campo. "Lo que me interesa no es la violencia explícita, sino la violencia psicológica, la deformación interior. Diría que la difuminación material de mis pinturas es una metáfora de eso. Busco hablar de ese terreno interior que está fragmentado, roto, descompuesto, trastocado. Me parecen interesantes esos misterios guardados en lugares ocultos. Son catalizadores, y cada vez que logro conjugarlos con la pintura es cuando siento que acierto", dice.
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Najmanovich no siempre pintó así. Recién egresada de artes plásticas de la Universidad Finis Terrae, no se sentía conforme con su trabajo. "Era mucho más preocupada de la estética y quizás no respondía tanto a reflexiones conceptuales o teóricas. Era más forma que fondo", cuenta. Fue mientras hacía un magíster en Barcelona en 2009 cuando comenzó a interesarse en temáticas relacionadas a la violencia y los aspectos más profundos y oscuros de la psicología social. Partió estudiando la conducta de chimpancés en cautiverio que iba a visitar tres veces por semana, leyendo de zoología y primatología, y conversando con veterinarios. Así, pensó primero trabajar en sus dibujos lo emocional en el animal y lo salvaje en el hombre, hasta que poco a poco ese proceso se redujo a la violencia y el hombre. "Fue evolucionando como una cosa darwiniana", ríe.
Hoy su trabajo ha logrado presentar una lectura transversal –en tiempo y geografía– de la violencia. A través de sus pinturas, que a ratos pueden recordar a Lucian Freud o Francis Bacon, ha trabajado escenas relacionadas a la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Irak o el conflicto en Corea. Ha trabajado con imágenes de Hugo Jaeger, unos de los fotógrafos oficiales de Hitler, o puesto en cuestión el tema de los retratos honoríficos de militares. Más allá de levantar contrastes entre diversos escenarios sociales y políticos, su propósito es hacer reflexiones abiertamente sobre la relación entre la violencia y el hombre sin distinciones de nación o épocas.
Ahora se prepara para presentar en septiembre una exposición en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende que aborda imágenes de agrupaciones terroristas actuales y ejércitos occidentales, principalmente de Estados Unidos, que ocupan un papel preponderante en la lucha contra el terrorismo. Trabaja así en torno a dos representaciones culturales distintas, pero generando composiciones similares entre ellas, que dan cuenta de las características psicológicas en común presentes en ambas agrupaciones. "Todo partió en febrero del año pasado en España, en una tienda especializada en maquetas, donde encontré cajas de soldaditos terroristas modernos de juguetes. Me pareció tan oscura esa representación del terrorismo, tan estereotipada y reduccionista. A partir de eso empecé a pedir muchas cajas por internet y a leer sobre el tema", dice abriendo otro de los cajones de su planero y mostrando los pequeños paquetes de soldaditos para ensamblar, que le han servido para desarrollar su trabajo pictórico actual. Najmanovich vuelve así a hablar de la distorsión psicológica de la violencia a través de la deformidad que presentan seres que por alguna razón generalmente transitan entre tonos verdosos y azulados.
¿Crees que de alguna forma trabajar bajo una gama más limitada de colores te ayuda a potenciar más el contenido emocional que pueden tener tus pinturas? Siento que así habla más del inconsciente. Me gustan las paletas más bien controladas, creo que los recuerdos en general son más difusos, sin una paleta de colores tan amplia. Para mí lo que ofrece la pintura, o la mía al menos, es una cosa media suspendida en el tiempo que te conecta con algo que no es el ritmo de la televisión ni sus colores, sino con algo mucho más profundo, difuso, pero importante. No soy muy buena para la poesía, pero en realidad pienso que se parece un poco en su temporalidad, a un acercamiento a una imagen que está suspendida en el tiempo y genera un quiebre al tomar contacto con ella. La pintura tiene una profundidad que no es lo mismo que una foto, y eso es algo que recién he ido entendiendo en los últimos años. Es una búsqueda permanente.