“Al final todo se conecta, la gente, ideas, objetos... la calidad de las conexiones es la clave para la calidad ‘per se’”. Esta cita de comienzos de los 50 corresponde a uno de los tantos registros que existen sobre la carrera y vida de Charles Eames. Arquitecto, artista, diseñador, profesor y apasionado total por la innovación, su obra puede entenderse al vislumbrar ciertas características de su personalidad y biografía. Anécdotas como la de sus cartas a Ford, para insistir sobre la necesidad imperiosa de un modelo de auto ‘masivo’ de solo dos colores , sin monograma y de líneas mucho más simples. Sabida es su incursión en el universo del cine y en los montajes de muestras para museos, su colaboración con IBM, el sólido e impresionante trabajo gráfico que junto a su mujer realizó en diversas publicaciones estadounidenses de mediados del siglo XX y, por supuesto, su investigación de materiales y de culturas originarias de América; o las cartas que escribía a su familia, sin una sola letra ni palabra, solo compuestas por ilustraciones. Un ser complejo, de ideas incesantes y expansivas, que encontraban en el universo y su complejidad el inicio de cualquier trabajo o proyecto.
De hecho, el patrón que vemos en las imágenes, y que grafica la cita con la que Eames justificaba la inmensidad de intereses que compartía con su mujer y partner creativa, Ray, se basa en las estructuras moleculares.
Hoy Small Dot Pattern se ha reeditado por el estudio Maharam, que a su vez contó con la colaboración de Lucía Eames.
Los Eames abrazaron el concepto primero de modo intuitivo, luego como postulado formal; el diseño para ellos fue un agente de cambio social, intentado en innumerables ocasiones de elevarlo y darle connotación dentro de la agenda nacional.d
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