Una serie de obras del artista chileno Norton Maza es protagonista en el recorrido de la casa estudio. La pieza más potente es “La barrera del sonido”, compuesta por un avión, con juguetes, que descuelga desde el cielo, justo donde se produce la doble altura del lugar. “Nos demoramos cuatro días en instalarla, con la ayuda de Sergio Acevedo, un gran montajista. Le iba sacando fotos y se las mandaba por celular a Norton para que nos diera su aprobación”. Dos muros fundacionales de la casa exhiben dos metralletas, también del artista, descubiertas por Mathias y Francisca en el Museo de Arte Moderno de Chiloé; un auto fórmula uno, titulado “La necesidad de jugar”, y un lingote de oro que levita. “Es como la galería de Norton”, dice Klotz.
Mientras el mundo, en tiempos de pandemia, ha tenido que adecuarse a trabajar desde su casa, para el arquitecto Mathias Klotz el home office ha sido su fórmula por años. Y hoy, de manera premonitoria a la coyuntura, acaba de inaugurar su nueva casa estudio en el terreno contiguo a la propiedad, donde vive hace 20 años, en Pedro de Valdivia Norte. Una apuesta por invertir tiempo en familia y disfrutar a sus anchas de esta oportunidad que se le presentó y supo aprovechar. “En este tiempo complejo, este proyecto ha sido lejos lo mejor que me ha pasado”, dice el decano de la Facultad de Arquitectura de la UDP.
El experimento partió el 2004, cuando el arquitecto construyó visionariamente el subterráneo de su casa sin modificar la arquitectura original, construida el año ‘65 por el arquitecto Ignacio Covarrubias. Ahí permaneció por años junto a su equipo de colaboradores y donde sus hijos mayores, hoy universitarios, se criaron entre planos y maquetas.
Más tarde ese espacio se transformó en el taller de la artista Francisca Benedetti, actual pareja de Mathias, y el estudio del arquitecto se trasladó a un edificio en Vitacura. “Con mi última hija, que hoy tiene tres años, me empezó a pasar que llegaba todos los días a la casa como a las 8:30 de la tarde, cuando ella ya estaba durmiendo. Y en las mañanas salía muy temprano a dejar al colegio a los otros, entonces la verdad es que era un poco papá de fin de semana”, cuenta al teléfono.
El segundo capítulo de este proyecto familiar aparece a mediados del año pasado, cuando Mathias y Francisca supieron de la venta de la propiedad vecina. Fue entonces cuando se plantearon comprarla y con la venta de Vitacura convertir ese gran paño en el mejor de los mundos. Las posibilidades eran tentadoras. El arquitecto podría haber vendido su casa para un proyecto inmobiliario o haber construido él mismo un edificio de tres pisos, como lo permite el plan regulador, y con ello rentado al máximo ambos terrenos…, pero la finalidad era otra.
“Es un proyecto familiar, netamente. No se justifica por otra cosa, porque como inversión es una tontera. Lo que se vende aquí es el metro cuadrado para hacer un edificio. Y yo lo que hice es una casa que no le sirve a nadie más que a mí, porque no tiene ninguna subdivisión por dentro. Los únicos espacios cerrados son los baños”, aclara Mathias. Respecto del total, el espacio de trabajo es reducido y está complementado con una cocina, comedor y estar, los que funcionan como complemento de la casa original.
Mientras hace un recorrido virtual del nuevo lugar, a través de la videollamada, aparece su hija Sofía columpiándose en medio de la casa estudio. El arquitecto agrega a la conversación: “Saqué la cuenta de que a mis 55 años me quedarán, si tengo suerte, 15 años más de trabajo, y de aquí a que mi hija salga del colegio voy a pasar un buen tiempo con ella”, reflexiona.
Días cortos
La incapacidad de poder visitar obras en terreno, tanto en Chile como en Argentina, Uruguay, Alemania y China, donde actualmente se encuentran andando sus proyectos, es parte del contra de esta situación pandémica para Klotz. “No he viajado desde enero y estoy acostumbrado a salir una vez al mes por lo menos fuera del país. Entonces la verdad es que un poco de claustrofobia tengo”, dice. Pero al mismo tiempo el arquitecto agradece la suerte que tuvo de lanzarse con esta obra que partió a mediados de octubre y está comenzando a vivirla. “Se me han hecho cortos los días. De partida, montar el estudio, ordenarlo, desarmar la antigua oficina y el taller debajo de la casa. Encontré toneladas de maquetas, montones fueron a parar al reciclaje, pero las más queridas las he restaurado. Y lo he podido hacer porque hay tiempo”.
Entre tanto traslado han ido apareciendo algunos objetos que ha desempolvado, como una proyectora de diapositivas. “Mi hija Penélope, de 19 años, no sabía lo que era, no había visto nunca una antes. Y proyectamos una caja que encontré del año ‘90, cuando estuve en Berlín el 3 de octubre, cuando la RDA dejó de existir”.
Como están haciendo el jardín y una huerta, hay pega también para entretenerse, cuenta el arquitecto. “A la Sofía, mi hija menor, le estaba mostrando un libro sobre la primera pisada del hombre en la Luna, y como está todo lleno de barro, cada vez que pisa mira la huella y me dice: ‘Mira, papá, igual que Neil Armstrong’”.
Nueva vida
La visión de Klotz fue transformar un sencillo bungalow de ladrillo, compartimentado y oscuro, en un gran loft de dos pisos, donde la luz natural y el blanco absoluto dominan el lugar. “La idea fue hacer algo bastante abstracto como complemento a nuestra otra casa, que ya contaba con bastante información. Por eso hice este volumen ciego con un techo a dos aguas y revestido en bloques de cemento. Es muy difícil construir en Pedro de Valdivia Norte, porque es un relleno y hay que hacer excavaciones muy profundas. Entonces pedimos permiso en la municipalidad para remodelar. Lo que hice fue agarrarme de todos los muros y fundaciones que existían para montar una estructura metálica, que arma el techo y construye un altillo, que sirve de taller a la Fran”.
El antiguo taller subterráneo de la primera casa estudio es el próximo desafío de Mathias, que pretende unir con su living y transformarlo en una extensión de este.