Laura Cussen tenía 18 años cuando se fue a estudiar biología a la Universidad de Stanford, California, donde se especializó en ecología y evolución. Luego siguió con un magíster en sistemas de la tierra en la misma universidad, “que es un programa interdisciplinario y que básicamente trata de responder la pregunta del millón: ¿con qué herramientas podemos luchar contra nuestros problemas ambientales, como el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad?”, explica.

En la última clase que tomó en California se sumergió, literalmente, en la ecología de las costas del Pacífico norte, que son muy parecidas a las nuestras. “Buceábamos cada mañana en el bosque de macroalgas de la bahía de Monterrey, aprendíamos los nombres de cada anémona, estudiábamos las dietas de las estrellas de mar y los impactos del cambio climático que alteraban el paisaje submarino”, cuenta. Rodeada del agua comprendió, íntimamente, lo importante que es proteger los ecosistemas marinos, y de cómo nuestras acciones como humanos han tenido un profundo impacto, incluso en los lugares más protegidos. “También aprendí que es solo con el monitoreo regular de nuestros ecosistemas que nos daremos cuenta de los cambios que sufren, para así poder conservarlos mejor”.

Regresó a Chile hace tres años y hoy trabaja en el Ministerio del Medio Ambiente viendo cómo apoyar el financiamiento de las áreas protegidas, como son los santuarios de la naturaleza y las áreas marinas protegidas. “Ahí he encontrado tierra fértil para entramar una visión de un Chile más consecuente con la protección de la biodiversidad”.

En ese rol, su principal tarea ha sido coordinar y llevar adelante la creación de un Fondo Ambiental, público-privado, en conjunto con una diversidad de actores, y que pueda complementar el financiamiento del Estado con grandes iniciativas que resguarden nuestro patrimonio natural.

Expedición al área marina protegida Francisco Coloane, en el Estrecho de Magallanes. Retrato: Cecilia Cussen.

¿Cómo nace este fondo impulsado por el Ministerio del Medio Ambiente y qué atiende?

Muchos se acuerdan de que en el Gobierno anterior hubo un boom de nuevas áreas protegidas en Chile, entre ellas la protección del 43% de nuestro vasto océano. Pero con eso viene el gran desafío de concretar la protección de potenciales amenazas, y eso requiere fondos. Al mirar al extranjero, uno ve que el presupuesto del Estado de cualquier país es esencial para la sostenibilidad financiera de la protección de nuestra naturaleza. Pero también existen los fondos ambientales, que complementan al Estado para canalizar recursos hacia metas ambiciosas para la protección de la naturaleza. Tal como la diversidad de genes, especies y ecosistemas son la principal fuente de resiliencia frente a las amenazas que nuestra naturaleza enfrenta, la diversidad de financiamiento es lo que nos puede ayudar a asegurar que, aun en momentos de crisis, siempre podamos resguardar naturaleza. En Chile nos falta esa forma de apoyo que ha sido clave en otras 18 naciones de Latinoamérica como Brasil, México y Costa Rica, o sea, un fondo ambiental público-privado. El Ministerio del Medio Ambiente y las ONG Oceana, WCS (Wildlife Conservation Society) y WWF (World Wildlife Fund) vieron ese ejemplo y decidieron trabajar para replicar este modelo en nuestro país, pero con un sello chileno: empezar por las áreas marinas protegidas. Desde entonces hemos sumado a las ONG, CODEFF (Comité Nacional Pro Defensa de la Flora y Fauna) y TNC (The Nature Conservancy), como también los servicios públicos Conaf y Sernapesca, los protectores de nuestros parques nacionales y nuestros parques marinos. Es este grupo diverso, público y privado el que está haciendo un trabajo intenso por crear un Fondo Ambiental para el país.

¿Cuáles son los grandes miedos ligados al medioambiente en nuestro país y qué es lo más urgente?

Me parece que lo más urgente es dejar de ver al desarrollo como opuesto al cuidado del medioambiente. Por un lado, los chilenos nos identificamos con la grandeza de nuestro paisaje, y el mundo nos conoce y visita por lo mismo. La mitad de los extranjeros que visitan nuestro país pasan por un área protegida, desde las Torres del Paine a la Reserva Nacional Los Flamencos, en el desierto de Atacama. Pero, al mismo tiempo, seguimos destruyendo ecosistemas a un ritmo avasallador. Debemos mirar con claridad los ejemplos de otros países, incluso en nuestra región, y dejar atrás el miedo a proteger. En 1987, Costa Rica había destruido la mitad de su bosque en tan solo cuatro décadas. Decidieron revertir el daño, regulando la tala e incentivando la reforestación de árboles nativos. ¿Y dónde están hoy? Han recuperado casi toda esa cobertura de bosque, y este año entraron a la OCDE. La elección en Chile no es entre el desarrollo y la conservación; es cuándo tomaremos la decisión de tomarnos en serio el desarrollo sustentable.

Los pasos que hay que dar, serían…

Un paso esencial en ese proceso es acelerar la creación de las políticas públicas necesarias. Es urgente crear un nuevo Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, que esta semana cumplió no uno, ni dos, sino diez años tramitándose en el Congreso. ¿Cómo puede ser que Chile sea el único país en Latinoamérica que no tenga un servicio del gobierno dedicado exclusivamente al cuidado de la naturaleza? Solo para dar un ejemplo, hasta que no exista ese servicio no habrá guardaparques en las áreas marinas de múltiples usos, y sin guardaparques será realmente complicado lograr una implementación efectiva.

Este fondo contará con la capacidad de captar recursos para apoyar proyectos de conservación de biodiversidad, ¿cuáles son los proyectos que hay en el radar y que se presentan como un futuro prometedor para Chile?

El fondo está diseñado para ir apoyando, poco a poco, los ecosistemas a lo largo y ancho del país, a través de programas específicos.

Es con ese programa que esperamos implementar estas áreas que resguardan nuestros océanos, desde Rapa Nui a la Patagonia, pasando por Juan Fernández y Punta de Choros. Y en cada uno de estos lugares, desde la designación de un área marina protegida, se ha ido construyendo en conjunto con la comunidad una visión de cómo ir haciendo realidad esas áreas, a través de un plan de manejo.

¿Qué es lo que más te motiva de liderar este fondo, cuál es tu gran objetivo?

Si antes cada organización hacía lo suyo, para el fondo cada institución transciende los casilleros de ‘esto es lo mío’, cada uno ofrece su empeño, su propia mirada para construir una visión común, una visión país. Y eso queremos crear, una organización que no solo traiga financiamiento para la conservación de la biodiversidad, sino también unifique, represente y apoye las distintas voces, que usemos nuestra diversidad humana para proteger nuestra diversidad natural.

Me parece que este fondo tiene el potencial de traer muchas cosas consigo. Podría gatillar esas largas deudas del país, como el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, que se dedique exclusivamente a la conservación, con financiamiento público y privado y como una sociedad civil ambiental fortalecida.

Tengo que admitir que estoy un poco enamorada del Fondo Ambiental. @lau.cussen

Tenemos en nuestras manos este desafío existencial, y nuestra generación es la que puede revertir esta historia. Eso nos debería impulsar y dar energía para tomar acción. Preguntémonos, ¿qué estoy haciendo yo para cambiar lo que veo en mi país, para ayudar a mi entorno?

dice Laura.
El desarrollo de fondos ambientales ha sido particularmente fuerte en Latinoamérica, donde existe la Red de Fondos Ambientales de Latinoamérica y el Caribe, RedLAC, que reúne 23 fondos de 18 países. Juntos han desembolsado 1.400 millones de dólares hacia la conservación. Foto: Claudio Moreno.