Un quincho, dos momentos

quincho

Hace dos veranos el arquitecto Cristián Izquierdo tuvo la oportunidad, de alguna manera, de completar una obra de su padre. A esta casa que creció con sus habitantes le faltaba un solo espacio, uno que permitiera a los más jóvenes reunirse con sus amigos y a la familia completa disfrutar de un buen almuerzo al aire libre.




Alrededor del año 2000, el arquitecto Luis Izquierdo hizo una casa que a su hijo, también arquitecto, Cristián Izquierdo, le gusta mucho. Esta casa totalmente lineal se cierra hacia la calle y se abre hacia un magnifico jardín que diseñó la paisajista Tere Moller.

En ese tiempo los hijos de la pareja que encargó esta casa eran chicos. Los niños crecieron, hicieron amigos, empezaron a ir a fiestas y pidieron a sus papás un lugar para reunirse antes de salir. Junto a las ganas de tener un espacio para almorzar en familia y al aire libre los fines de semana, se sumaron razones suficientes para encargar un quincho, esta vez al hijo del autor de la casa.

El jardín de Tere Moller ya tiene más de 15 años y unos alcornoques espectaculares. El diseño original de la casa contemplaba una terraza con un living exterior pero no un comedor. "Mi primera reacción fue pensar en hacer un comedor debajo de los árboles. Dado que todos los recintos miran al jardín y por lo tanto iban a mirar al quincho, se me ocurrió que había dos momentos del quincho. El primero es cuando uno lo está usando; uno quiere estar debajo de los árboles y cerca de la piscina. Pensé 'bueno, aquí el quincho está listo. Pongamos una mesa. No me hagan hacer nada más'. Era superbonito el lugar", recuerda Cristián Izquierdo.

Pero había un segundo momento que tener en cuenta, cuando no se está usando el quincho. "Hay pocas cosas menos agradables que ver un comedor cuando se acabó la fiesta. Me parecía que era un espectáculo que uno quiere evitar, especialmente al levantarse la mañana siguiente. Se me ocurrió entonces bajar el nivel del quincho respecto al jardín, de manera de hundirlo unos tres peldaños y que el suelo natural fuera una especie de banca hacia el quincho, que el respaldo fuera lo suficientemente alto para evitar que la mesa quede a la vista desde el primer nivel de la casa".

Un árbol adulto puede tener raíces tan largas como sus ramas. No es fácil hundirlo o levantarlo más. Por eso Izquierdo optó por proteger las raíces con grandes macetas que a la vez generan banquetas redondas y compartimentan, creando espacios diferenciados para cocinar, para comer, para compartir un cigarrillo. Eso le permitió también prescindir de los asientos en obra.

"Yo quería que el quincho fuera un zócalo habitable donde se pudiera comer bajo los árboles. Pero los clientes querían que estuviera techado para poder ocuparlo en invierno y en las noches. Se me ocurrió ponerle una estructura liviana metálica, por donde pudiesen pasar los árboles por entremedio. La dificultad era que esa estructura tuviese un ritmo uniforme, lo más leve posible. Desde ahí toda la búsqueda formal fue lograr una modulación regular pero que coincidiera con la posición de los árboles. El quincho quedó subdividido en cinco módulos iguales con vigas secundarias y cubierto por un cielo de vidrio para que de todas maneras la sensación de estar bajo los árboles no se perdiera. Se mantiene esa luminosidad". cristianizquierdo.cl

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1. Bol metálico, $18.300 (La Horqueta, Luis Pasteur 6600, L. 102) 2. Bandeja medallón, $48.500 (La Horqueta) 3. Mesa Max, madera reclicada y fierro, 75 x 100 x 200 cm, $530.000 (Alex Littin, Av. Presidente José Batlle y Ordóñez 3571) 4. Set de cuatro servilletas Eloise, $42.000; camino de mesa, $64.000 (Entrelinos, Luis Pasteur 6411, L. 16) 5. Bandeja de latón, $42.000; florero de cerámica, $12.700 (La Horqueta) 6. Esfera mediana con suculenta, $18.000 (Delrioverde en Decontinentes, Luis Pasteur 5621) 7. Cojín telar, $22.000 (Atiuk, en Decontinentes) 8. Silla Medina, $79.900 (Amoblé, Av. Juan XXIII 6152)[/caption]

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