Este es el taller de Jorge Ayancan en Lamecura, Chiloé, y hasta hace poco no tenía vidrios ni luz eléctrica. Cuando soplaba el viento sur el frío simplemente no lo dejaba trabajar en sus piezas de mobiliario de madera rústica.

Uno de los beneficios que trajo a Jorge involucrarse con Üñü son estas mejoras en sus condiciones de trabajo, también el tener un canal de comercialización al que no tenía acceso antes. "Üñü significa murta en mapudungún, es un emprendimiento de innovación social que busca generar un círculo virtuoso de relacionamiento entre las partes. Respetamos las técnicas de los artesanos, pero les damos un imput de diseño contemporáneo. No usamos químicos, cuidamos sus animales; hay un énfasis especial en el insumo que viene de la tierra. Comercializamos esos productos y parte de esa utilidad se devuelve a los talleres de los artesanos. La innovación no es tecnológica sino que tiene que ver con una economía nueva que se genera entre estas personas", explica Javier García fundador de Üñü.

La relación de Javier con Chiloé tiene más de diez años. Vino por primera vez con sus padres y ahora trae a sus hijos. "Fui conociendo la gente que hace la miel, el pan, asimismo conocí a los que trabajan la artesanía. He recorrido la isla pedaleando, quedándome en la casa de los chilotes. Conocí las bondades de la gente y su estilo de vida, gente honesta, buena, que nunca te cierra las puertas de su casa. Pero a la vez las dificultades para entrar en su intimidad. Hay que ganarla".

Él vio que la artesanía que hacían era valiosa pero de producción escasa, siempre repitiendo las mismas formas que aprendieron. Javier piensa que ese 'imput' de diseño contemporáneo también ha ampliado la creatividad de los artesanos, que ahora llegan a mejores productos. "Sin pretensiones, cada vez que venía les comentaba 'oye te falta esto', '¿no has pensado en comprar esto otro?'. Ellos tienen muy claro que pueden hacer cosas muy lindas pero no tienen cómo venderlas. No tienen la posibilidad de invertir en sus talleres, de tener mejores herramientas. Empecé llevando los productos a un par de ferias chiquititas para probar. Vendimos, invertimos la plata que ganamos. Fui a otra feria, vendí todo y me di cuenta de que se necesitaba armar algo. Este sistema no solo activa a la comunidad de los artesanos sino que rescata el patrimonio cultural de la isla. Queremos que sea una fuente de trabajo real, rescatar el oficio perdido, que generaciones más jóvenes vean en esto posibilidades concretas de trabajo alternativas a las más comunes".

En menos de un año trabajando parece que las señales que vio lo llevan por buen camino: "Me empecé a encontrar con este proyecto, me hizo un clic de vida y estoy poniendo todos mis esfuerzos en él. Es una pasión muy potente. Ha crecido superorgánicamente. Se nos unieron un socio y ahora una asesora externa que trabajó en Alemania y Vietnam en emprendimientos sociales. Hay una tendencia hacia una nueva economía, hacia cosas más sustentables, generar negocios desde una perspectiva más humana. Hay cosas que hay que dejar de hacer, estamos libres de químicos, las maderas se sellan con manteca o aceite de oliva, trabajamos con una oveja originaria de la isla y nos asociamos con una fundación de reforestación para devolver al bosque lo que nos provee".

No solo Jorge Ayancan, el artesano de las maderas rústicas y dueño de este taller, tiene esperanza en lo que pasará cuando se sepa si ganaron los fondos a los que postulan dentro y fuera de Chile. María Nolfa Mansilla, artesana del telar, y Roby Ojeda, tejedor de cestería en junquillo, entre varios otros, esperan que Üñü los conecte con ese mercado que valora la artesanía y que entiende que no necesariamente debe ser barata por defecto. @unu.chile

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