Partió trabajando primero con lápices y palitos de maqueta, porque quería un volumen que le sirviera como módulo. “Una pieza que pudiera repetir y que tuviera una altura para poder crear así un cuerpo. Me empezó a pasar que las obras que realizaba eran muy chicas, de 1 x 1, y el palo de maqueta se convertía en una pieza de diseño y agarraba mucho protagonismo. Entonces opté por trabajar con brochetas y luego con mondadientes”, explica la artista.
Hasta 90 mil mondadientes ha llegado a ocupar en una obra, y en una exposición fácilmente puede haber más de 200 mil, los que consigue a granel antes de ser envasados en las fábricas que los producen. Círculo y color son los elementos que más le interesan a esta joven artista (32) viñamarina, quien obtiene sus cuadros tras un largo proceso, que parte con bocetos que después pasa a AutoCad, para luego en una plataforma con orificios de 5 milímetros de profundidad hundir y fijar cada una de las piezas cortadas y pintadas a mano. “Inventé una regla gigante donde ahí se miden los mondadientes, que van de un 1,5 hasta 6 cm”.
Por estos días Francisca se encuentra concentrada en una exposición que eventualmente realizará en marzo en la Galería Artespacio, donde esta vez será el blanco el que hable tras sus obras. “Antes yo hablaba mucho con el color, viendo cómo la obra cambiaba con la luz y sombra, pero ahora con todo lo que ha pasado he tenido una reflexión más silenciosa”. Este último tiempo lo ha dejado para realizar estudios sobre el blanco. Maquetas a escala que le han servido para poder entender y observar los diferentes cambios lumínicos y movimientos que se generan en este volumen permeable y cómo interactúan estas piezas blancas con su entono.
La mayoría de las veces dejo un pedazo de mondadientes para que la madera interactúe con el color
dice la artista