Refinado, elegante, contemporáneo; algunas veces casi futurista. Alquimia perfecta, la sensibilidad exacta para ajustarse a lo bello, esa chispa de conexión con el alma, tal vez, es lo que tiene el interiorista chileno Jorge Letelier a sus 71 años, y que probablemente lo ha definido toda su carrera.
De él se ha hablado muchísimo. Tímido en los medios, algo silencioso quizás por el hecho de haber emigrado en los setenta a Nueva York y pasar cortas temporadas en Chile de vez en vez, este caballero de mundo hoy ya dice stop. Ha trabajado en cientos de lugares alrededor del globo en proyectos que usted ni se imagina. Coleccionistas, grandes nombres de la socialité neoyorquina, pesos pesados del buen gusto. O que optaron por tenerlo en sus casas, al menos. Hoteles, clínicas, mansiones, uf. Jorge Letelier es una marca registrada, un bombón de chocolate para el interiorismo planetario, y hoy, después de terminar un par de proyectos que está finiquitando en Chicago, Costa Rica y NY, decide decir 'goodbye' al más puro estilo americano y asentarse en Chile, donde nació.
¿Qué piensas hacer ahora que te retiras, te instalas en Chile y le dices adiós a la decoración? ¿Es una especie de jubilación? Yo siempre soy muy activo, estoy haciendo esculturas, me mantengo siempre muy ocupado, pero ya no voy a tomar más proyectos pagados porque son mucho estrés. La casa de Costa Rica, por ejemplo, son 1.800 m² y es muy detallada, es como un pequeño hotel. Estoy trabajando con Fernando Concha, arquitecto; además hay que amoblarla y hacer todos los detalles. Tiene que ser una casa estilo casi español, con cosas modernas como la piscina, que es de vidrio. Este proyecto ha durado más de un año.
Por otra parte, estoy en clases de literatura, he aprendido a recuperar mi castellano que estaba muy mal; me entretiene y me hace usar el cerebro. Los vocabularios cambian, y desde que me fui hasta ahora el vocabulario ha cambiado, sobre todo en la gente joven. Además he pasado mucho en mi vida en aeropuertos, eso me cansa mucho. Y los años que quedan pretendo gozar un poco de Pirque.
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LA CASA
"Uno se pone muy creativo en Pirque. En el verano es un hotel. Como me ha tocado trabajar en Francia, en Australia, en tantas partes, y a mí me reciben cuando yo viajo, este año vinieron de Italia, de Francia, de EE.UU. a visitarme. Vino, por ejemplo, la encargada de la Bienal de Venecia con un arquitecto; después se fue y llegaron otros. Por eso que hice esa cocina tan grande, ¡porque los exploto! (ríe). Me hago mi vino, y a todos los tengo trabajando; él hace el risotto, ella hace la ensalada, y así", relata Jorge sobre la casa que exponemos en estas páginas.
Esta no es la primera casa que Jorge tiene en Pirque, una anterior la vendió porque le parecía muy de verano. La actual le gustó por tener una muy buena ubicación, le gustó el terreno y las demás cosas fueron pasando en instantes. "La empecé a construir hace 3 años. Estaba casi botada y sin ningún árbol, un terreno pelado. Entonces tomé la casa, la boté y construí una nueva, conservando solo una parte de atrás", agrega.
La casa parece como si tuviera 100 años. Al internarnos, los espacios y la distribución son como los de las casonas tradicionales de campo chileno, desordenados, un poco laberínticos. Los cielos son altísimos y en ellos, unas vigas de madera sobresalen, y ahí de nuevo uno está trasladándose en el tiempo, 100 años atrás. "No quería una cosa moderna porque el área es de casa chilena tradicional. Tiene muchos rincones, y como esta casa se usa mucho con grupos grandes, el que quiere jugar cartas está allá, el que quiere conversar esta acá, todo el mundo se distribuye sin estar encima del otro".
El material es todo reciclaje, Jorge recorrió Valdivia, Curicó y Talca en búsqueda de materiales para el piso y para darle un carácter de pátina del tiempo. Luego está el arte. Hay una extensa colección de arte chileno, de muchos artistas que quedaron en el anonimato de nuestra historia. "La idea era tener un poquito de la historia del arte chileno, empecé a descubrir artistas que no son valorizados y son de muy buena calidad, del s. XIX y principios del XX; me metí a estudiar, ver quiénes eran los artistas, de dónde venían, gente que quedó un poco injustamente en el anonimato. En términos de pintura en Chile, se han demolido las obras del pasado y solo valorizan los nuevos, y encuentro que eso es un error. La música y el arte es lo único que a uno lo mantiene vivo, lo demás no vale la pena. (…) Yo no soy coleccionista, sino que tengo un grupo de obras de arte que representan lo que yo quiero ver de Chile, pero no es una colección. Yo trabajo mucho con coleccionistas, y a veces los curadores exigen que ellos compren cierta obra, aunque no sea linda porque representa la evolución de ese artista en particular. Eso yo no lo hago; aunque sea de Matta y no me gusta, no lo compro. Eso intenté hacer en Pirque. Los italianos apreciaron mucho lo que vieron, les gustó mucho".
Por ahí entonces encontramos también crucifijos y figuras religiosas, que también son parte del arte chileno. "Crucifijos, todo está relacionado al arte, es una forma de expresión muy latinoamericana y lo hacen muy bien, hay un sentimiento, una forma, hasta tengo una figura del s. XVII".
GRAN LUZ
En el living hay grandes ventanales de suelo a cielo, por donde entra mucha luz, también naturaleza y mucho sol. Según Jorge es un estilo que viene de los franceses, lo de los ventanales altos.
Las telas de la casa en su mayoría son lonas, para nada lujosas, salvo la de un sofá rojo que está frente al ventanal. Todo minuciosamente muy bien combinado, el arte, los materiales, como la piedra y la madera, se funden para hacer una oda a la chilenidad, a lo antiguo, a la elegancia campestre. Colores cálidos, y de repente se te viene a los ojos un gobelino espléndido colgado en uno de los muros. Una simpleza acariciada por el lujo, todo puesto en su lugar.
Jorge, a tus 71 años, considero que eres muy moderno y muy a la vanguardia, a pesar de tener un gusto exquisito por lo antiguo. ¿Cómo lo haces para mezclar las dos caras de la moneda? Yo acepto que soy un decorador del s. XX, no del XXI, pero me gusta mucho a mí, y eso es muy neoyorquino, que allá no hay edades. Tú estás con una señora que tiene 80 años y tienes amigos de 19 años también. Eso es muy americano, se ayudan entre ellos y se conectan. Eso mismo me pasa a mí y me alimenta mucho, la conexión con distintas edades, porque ves distintos puntos de vista, te obliga a pensar. Lo mismo que la literatura, cuando otra persona que lee lo mismo que tú, pero te lo muestra desde otro punto de vista. Y eso es lo único que te da energía. Me gusta mucho ir a exhibiciones, ver qué está pasando. Nuevas ideas, y sigues adelante. Punto.