"La vida aquí es más pausada, sin tanto estímulo, pero de mucha observación y contacto con la naturaleza", dice la artista, mientras sus dos hijos, de 5 y 3 años, corretean el gallo que los despierta todas las mañanas.
Ya son ocho los años que vive junto a su familia en un condominio en Aguas Claras. Y no lo cambia por nada. De a poco muchos jóvenes como ellos se han entusiasmado con la idea de vivir este estilo de vida y cada vez es más amplia esta red de amigos que comulgan con la idea de criar a sus hijos lejos de la agitación urbana. "Nuestra intención es continuar aquí hasta que los niños sigan su propio camino", dice.
Una forma de vida que se vincula directamente con su oficio, como ilustradora de flora nativa. "La relación hombre-naturaleza es demasiado relevante en estos tiempos donde todo es material. Mi principal objetivo es compartir una interpretación de nuestra flora, porque quiero que la gente la conozca y la aprecie. Aquí, por ejemplo, tenemos demasiadas orquídeas que son preciosas, que crecen en el cerro como malezas, y la gente no sabe que existen", agrega.
Relacionada al mundo del paisajismo, la artista cuenta que su jardín lo armó con árboles donados por la Conaf de La Ligua. "Ellos tienen un programa de reforestación de árboles nativos y hoy tengo 30 quebrachos, 30 quillayes y frutales chiquititos, pero que en tres años más alcanzarán una buena altura".
Hace unos años fotografiamos su primera casa, construida a pulso por su marido en este mismo condominio. La de ahora es más definitiva y fue proyectada por los arquitectos Juan Gabriel Balmaceda y su pareja Camila Coll, que también viven en la zona.
La casa se pensó como una nave distribuida en una sola planta, aprovechando los cinco mil metros de terreno, abierta completamente hacia el norte y con una fachada hermética que se orienta al sur. "De esa forma todos los espacios, tanto comunes como los dormitorios, se abren hacia el paisaje y reciben luz natural, lo que la hace cálida por dentro en invierno y cuenta con una ventilación cruzada, ideal para el verano", explica Constanza.
A todo este nuevo proyecto se suma el taller de la artista, que fue reciclado y trasladado de su anterior casa. Un espacio sencillo construido con ventanas de demolición, abierto a los cerros, donde la artista logra concentrarse en sus ilustraciones e imparte talleres que alterna con los que ofrece también en Santiago, en Casa Oficios. "La ilustración botánica es un dibujo a medida, necesitas medir la planta en su escala real para pasarla al papel. Hay veces que me voy al cerro toda una mañana y después aprovecho de hacer los estudios a color en mi taller. Los niños me acompañan todo el tiempo, y ahora se hace más fácil porque acaban de hacer un sendero que conecta el cerro directamente con la casa", dice la ilustradora. @coco.obach.ilustraciones
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Ideas que inspiran. La segunda casa de esta familia en el mismo terreno busca ser definitiva, integrada y abierta al paisaje.
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