El sitio italiano Arts Life escribió: "Voluspa Jarpa extrema el compromiso político y social de su arte, encarnando un enfoque que a menudo hemos criticado en la escena creativa internacional de estos años. Pero lo hace con una calidad, refinamiento e intensidad que hacen que su espectáculo en el Arsenal sea imperdible".
Voluspa fue valiente cuando pensó el proyecto junto al curador argentino Agustín Pérez Rubio; decidió llevar casos históricos que interpelan al espectador para cuestionar la mirada hegemónica frente a los grandes relatos históricos desde el ombligo mismo del poder: Europa. Para esto investigó en la construcción monárquica y plebeya del Viejo Continente. Cuestionó las formas que se adoptaron localmente en las colonias como nuevas formas de dominio que borraron otros saberes, formas y conocimientos que fueron suplantados y olvidados en la herencia hegemónica colonial. Así lo explicó Pérez Rubio en su momento.
Tres áreas articulan el pabellón de Chile en la 58º Bienal de Venecia: un museo hegemónico, una galería de rostros de personas sometidas y una ópera de emancipación protagonizada por arrieros y la potente Daniela Vega.
Estás en el epicentro de Europa tocando temas de manera irónica. ¿Cuál es tu sensación hoy? ¿Qué ha provocado tu obra?
Una de las cosas impresionantes que tiene la Bienal de Venecia es que estás al medio del mundo en términos de artes visuales contemporáneas. Hay personas de todas partes, no es solo el epicentro más antiguo de las exhibiciones europeas, sino que además hay muchos países no europeos que también están ahí. Eso, como fenómeno, no es dimensionable hasta que lo vives. Creo que de eso trata la bienal; siempre sospeché que era una bienal geopolítica. La recepción que hemos tenido ha sido 'apanicante' y ha tenido distintas etapas. Al principio están los highlights, donde estuvimos muy mencionados las primeras semanas como uno de los mejores pabellones de la bienal, incluso en algunos diarios estamos en el primer, segundo o tercer lugar. Esto, sin duda, viene a calmar la ansiedad que cualquier artista o equipo tiene frente a un evento como este.
Iba con una temática que podía caer muy mal y solamente hemos tenido dos críticas negativas entre comillas que vienen de dos mujeres; una alemana y otra francesa, que parecen resueltas pero son eurocéntricas y conservadoras y no encuentran conexión entre temas que planteo pero que sí se entienden desde la subalternidad absoluta. El pabellón muestra esas conexiones.
Algo que he dicho claramente y sin ninguna autocensura: yo creo que la cultura occidental está en su momento más bajo y más decadente. Creo que la decadencia de la cultura occidental europea se hace muy visible aunque probablemente viene decayendo hace un buen tiempo y se hace más evidente a raíz de la crisis migratoria, cuando ya los valores que mantenían universalmente esa cultura para todo el mundo se quiebran porque están llegando migrantes que no vas a acoger y que van a morir en las playas. Ahí empieza algo sintomático de que no se puede construir un mundo donde existan países sobredesarrollados y otros que estén en la absoluta miseria. El mundo es solo uno.
Me llamó mucho la atención que la bienal tratara temas como el cambio climático, que finalmente es un síntoma de un modelo económico, social y expansionista y de explotación de recursos. Preocupémonos del cambio climático sin duda, preocupémonos del futuro que no estamos cuidando, pero no puedes no preguntarte por qué está pasando esto. Me parece superingenuo.
"Es importante la cantidad de personas involucradas en esto. Ha significado trabajar colaborativamente en un sentido creativo. Todo esto demuestra que estamos en un momento de madurez en que necesitamos trabajar juntos", dice Voluspa.
¿La idea con la que inauguraste persiste hasta hoy?
Las críticas más interesantes que salen ahora, en este momento de la bienal donde ya se han digerido temas, son más en profundidad y señalan eso, que hay un modelo que ya no resiste, que si toda la humanidad se desarrolla y se industrializa, simplemente no hay planeta para eso. Entonces qué. ¿Van a existir siempre unos sobredesarrollados y unos nada desarrollados? ¿Cuál es la idea de las civilizaciones que estamos construyendo? Este es un modelo muy antiguo que yo reviso desde el siglo 17 en adelante. Es un modelo de pensamiento que es racista y clasista. Tiene ese estigma además de ser machista. Hay que pensar en sociedades que estén construidas desde otros pilares de creencias.
Difícil…
No es difícil si haces tu proceso emancipatorio desde fuera y te das cuenta de que son sistemas de creencias, no son verdades.
Viendo al resto de los países en la bienal, ¿qué sensación te queda?
Es muy interesante ver la bienal como un evento para analizarlo críticamente. Me da mucha risa que tanto la gente más intelectual como la gente que tiene una relación más frívola del mundo del arte se reúnen ahí. Tiene algo muy singular. Es una mezcla entre Disney de adultos y los juegos olímpicos. Es como si el mundo se juntara a mirarse la cara, y eso es muy interesante para mí.
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"Se lanzará el libro del pabellón la primera semana de noviembre en el Museo de Bellas Artes y estamos preparando el arribo del pabellón al MNBA en mayo del próximo año, donde se readaptará para el espacio del museo en Chile", comenta Voluspa.
Están las tres áreas de tu obra y me interesa profundizar en la ópera donde participa Daniela Vega, ¿cómo nace?
Fue una forma de trabajo muy emocionante. Trabajé con otras 180 personas que conformaban un equipo de personas intenso dentro de un período corto de producción. Tuvimos una muy buena gestión de recursos por parte del ministerio, de Fundación Antenna y nosotros. Eso permitió trabajar en colaboración con muchas personas y de manera tranquila, con el músico Carlos Román, Alberto Mayol, con Felipe Ríos –que es el director de la película– y con Daniela Vega. En este proceso creativo me di cuenta de que tengo buena habilidad de mando porque la obra era mía y sabía de qué se trataba.
El ejercicio de emancipación específicamente viene de un viaje que hice a la cordillera con Claudia Zaldívar a caballo junto con arrieros. La primera vez que fui, fue después de exponer en el MALBA y estaba tan agotada que decidí partir. Una vez ya arriba te emocionas de puro mirar el paisaje. Para mí desde chica, por vivir siempre fuera, ver la cordillera era sinónimo de Chile. En esa primera vez, una noche conversando con Eduardo Canales, el arriero, Claudia me pidió contarle sobre mi exposición en Argentina y los archivos de la CIA. Miré el cielo estrellado, la fogata y cuando iba a comenzar con el relato, miré donde estaba y dije 'no'. Extrañamente en ese lugar toda esa historia colonial, violenta, no tiene ningún sentido. Fue una sensación concreta de entender que en ese lugar las reglas eran otras. Es una naturaleza tan exigente y la relación de tu cuerpo con ella exige presencia. No tu mente. En ese momento, viendo la figura de los pehuenches, dije el mundo entero es así. Todos estos poderes occidentales que nos han dominado en realidad son un espacio geográfico superacotado y urbano. Pero el mundo y las formas de vida son muchísimo más amplias. Fue ver cómo la naturaleza pautea tu vida porque estás en relación con ella. En la cordillera te estás muriendo todo el tiempo, te puedes desbarrancar, hay que fijarse en el agua que uno toma, el sol y el frío son potentes. Esta siempre la posibilidad de morirte, es todo menos 'egótico', y en ese minuto comienza mi proceso de emancipación.
Todo el mundo es un lugar mucho más complejo donde las formas de vida y de concebir los modos de vida son muy diversos y estamos apretados en concepciones de vida insostenibles y violentas.
¿Cómo traduce esto Daniela?, ¿qué provocó ella en Venecia?
La Daniela es una persona muy valiente y muy resiliente en su proceso, porque vivió en una sociedad violenta y machista, con procesos en su transición de una sociedad que claramente no la iba a aceptar y, sin embargo, creo yo que lo que ella tiene, y que se le nota, es una determinación, voluntad y valentía que es imposible no relacionarse con eso de ella, y lo hace amorosamente. No lo hace desde la rabia, ni del resentimiento, lo hace desde una comprensión de lo humano entendido desde una amplitud en lo binario. Que la Dani haya surgido en Chile es muy bueno para nuestro país y habla bien de nosotros, que siempre hablamos mal de Chile. Es notable permitir que surja alguien como Daniela con sus propios méritos. A mí me pasa lo mismo, me siento reflejada en eso.
¿Qué te pasa a ti como mujer al representar a Chile en Venecia?
Ha sido muy reparador para mí porque he recibido una cantidad de afecto, ayuda y apoyo de todas las personas. Siempre he estado acostumbrada a ir a la guerra, pero desde hace un tiempo veo a la sociedad chilena reuniéndose en torno a procesos que quizás algunas de las personas que colaboraron ni siquiera estaban de acuerdo. Sin embargo lo respetan. Tengo mucha conciencia de que está el retrato de Camilo Catrillanca, y cuando una persona me preguntó por qué estaba, le dije que era porque yo no quería vivir en un país racista. A Catrillanca lo mataron por la espalda, es un acto de injusticia que se da en un marco de racismo, y nosotros como sociedad no lo podemos permitir. Necesitamos dar un siguiente paso, somos una sociedad que viene de un trauma histórico muy fuerte y doloroso.
¿Estamos tomando una sensibilidad y respeto como sociedad que antes no existía?
Si me dices qué sentí como mujer chilena al representar a Chile, sentí un respeto y apoyo genuino. Chile tiene la posibilidad de ser una sociedad mejor consigo misma. Hay una manera de mirarse que me conmueve. Como artista he hecho el proceso de revisar los archivos y ver, también he constatado cómo las personas están divididas. Y de repente aparece esta necesidad de reunirse, de respetarse, de dialogar, de escucharse, que es muy incipiente dentro de un mundo que está haciendo el proceso contrario. Hay una aprendizaje histórico que lo siento notable.
¿Llegamos a un valle?
Sí. Por lo mismo me gustó tanto representar a Chile en Venecia. Cuando los chilenos llegaban al video se ponían a llorar. En los diálogos aparece el espíritu rebelde que tiene el chileno. Tenemos algo que no se domestica nunca. Finalmente es un espacio de libertad.