El pasado 3 de agosto se publicó la ley que prohíbe el uso de bolsas plásticas en el comercio de todo Chile. Lo que pocos saben es que mucho antes del boom del plástico en los años 80, en los alrededores del lago Budi, comuna de Puerto Saavedra, Región de La Araucanía, las familias mapuches lafquenches sustentaban su vida tejiendo pilwas: 'bolsa' en mapudungún, que hacían a mano –sin uso de herramientas– a partir de chupón, fibra vegetal que se extrae en la zona costera del Budi, donde abunda el bosque nativo. Dependiendo de la firmeza del asa, la pilwa resiste entre 10 y 20 kilos, se transformó en la típica malla ecológica que se utilizaba para acarrear frutas y verduras de la feria.
Hasta hace algunos años en el Sur era común encontrar una pilwa en cada casa, porque –dicen quienes la usan– si se cuida bien "dura para toda la vida". Sin embargo, cuando apareció la bolsa de plástico, en los años 80, la tradición artesana en torno a la pilwa comenzó a perderse. De ahí que la Fundación Artesanías de Chile, con el patrocinio del Ministerio del Medio Ambiente, decidió aprovechar la entrada en vigencia de la ley que prohíbe el uso de la bolsa de plástico y lanzar una campaña que busca rescatar el uso cotidiano de piezas que forman parte del patrimonio artesanal chileno elaborado con fibras vegetales. El primer hito es la campaña 'Sí a la Pilwa, No al plástico', que hace un llamado para que volvamos a usar cotidianamente esta bolsa tradicional mapuche que, además de ser por esencia ecológica –nace de la tierra y se degrada en ella–, recupera una rica tradición artesana.
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Una pilwa por una taza de azúcar
En los alrededores del lago Budi la pilwa comenzó a tejerse desde tiempos ancestrales con fines utilitarios: con la fibra vegetal que había a mano los mapuches lafquenches crearon un contenedor lo suficientemente resistente para cargar mariscos o, a la hora de trabajar la tierra, acarrear la cosecha de papas. Con el tiempo la pilwa se transformó en el sustento de la economía local: era la moneda de cambio para obtener mercadería. "Antiguamente se producía pilwa para poder alimentarse", explica la artesana Paulina Puelpán (27), la menor de 7 hermanos y la única que decidió continuar con el tejido de la pilwa junto a su madre, Audolia Astete Huaiquian, de 72 años. "Ella, quien me crió gracias a la pilwa, aprendió a tejerla por obligación: sus papás la hacían hacer la soga en la noche para que después ellos pudieran tejer la bolsa. De ahí la mandaban a intercambiar al almacén, donde por una pilwa daban una tacita de hierbas o una tacita de azúcar. Para alimentar a la familia había que tener pilwas en abundancia".
La familia de la artesana Sandra Chihuaicura (33 años) también vivía de la artesanía en fibra vegetal. Y si bien dice que con el boom de la bolsa de plástico en los años 80 no dejaron de tejer pilwas, "muchas personas de la zona sí y el oficio se fue perdiendo", dice. "Cuando comenzó a transarse por monedas, por cada pilwa nos daban apenas 100 o 150 pesos. No se valorizaba".
El secreto de una pilwa
El trabajo detrás de cada pilwa es arduo. Solo en preparar la materia primera para el tejido los artesanos demoran una semana. El primer paso es recolectar el chupón, lo que toma un día entero y, aseguran los artesanos, es cada vez más difícil. "El chupón ya no abunda como antes, porque mucha gente se está dedicando a la agricultura, entonces la arrancan para tener espacio para sembrar", cuenta Paulina Puelpán, quien junto a su mamá y a su marido –a quien le enseñó el oficio– recorren cerca de 80 km cada vez que salen en búsqueda de chupón.
Cuando encuentran la planta, arrancar las hojas es difícil, ya que el borde está lleno de espinas. "Y solo sirven las hojas más blanditas, que crecen a la sombra, porque son más flexibles", explica Sandra Chihuaicura.
Luego, en casa, con un paño grueso de mezclilla o un trozo de pantalón de buzo los artesanos limpian las hojas una por una y les sacan las espinas. Después, con una peineta de madera con dientes de clavo, van separando la hoja en hebras, que luego dejan secando al sol. "Si hay lluvia, las tiritas se cuelgan desde un cordelito al lado de la cocina a leña para que reciban el calor. Ahí se queda el chupón secando entre 3 y 4 días", explica Sandra.
Una vez lista la fibra, los artesanos arman la soga torciendo las hebras. Aquí, aseguran, está el secreto de una buena pilwa. "La soga tiene que estar bien torcida, porque de lo contrario se corta. Y tiene que ser un torcido parejito, no delgado en una parte y grueso en otro, sino todo del mismo volumen para que el tejido quede fino", explica Paulina Puelpán. "Eso, junto con la calidad del chupón, es clave para una pilwa linda y resistente", añade Sandra Chihuaicura. "Porque si se hace con un chupón que ha crecido a pleno sol la fibra es dura y tosca y el trabajo no queda lindo".
Un artesano diestro demora de 4 a 5 horas en tejer una pilwa. En una tradicional –de 37 x 37 cm– en promedio gastan 30 metros de soga. Si se hace un tejido más fino, con más nudos, se necesita más material. Es una pilwa más costosa. Pero como toda artesanía bien hecha, es una pieza pensada para durar años. Incluso décadas. Paulina Puelpán y Sandra Chihuaicura escuchan eso sobre todo entre la gente mayor. "Hay señoras que me dicen 'tengo una pilwa desde hace 30 años'", comenta Puelpán. Chihuaicura agrega: "Si se moja y queda húmeda, la soga de la pilwa se corta o le pueden entrar hongos. Y al sol excesivo la soga se reseca. Por eso es ideal mantenerla en un lugar templado. Pero si uno cuida su pilwa, puede estar seguro de que va a ser para toda la vida".
Para tejer una bolsa de 37 x 37 cm
Materia prima:
-70 hojas de chupón (de una planta se obtienen 15 hojas tiernas aprox.).
Paso a paso
-1 día de recolección (se viaja hasta 80 km para encontrar el chupón).
-1 día para limpiar las hojas y separarlas en hebras.
-3 a 4 días para secar las hebras.
-1 día para torcer la soga (para 1 bolsa de tejido normal se necesitan 30 metros; para una de tejido fino, 100 metros).
-5 horas para tejer una pilwa fina.
Dónde encontrar *En las tiendas Artesanías de Chile existen 6 modelos, entre ellas la cuadrada tradicional, pero también hay redondas y pequeñas. Desde $6.000.