En el día en el que se conmemora su trigésimo aniversario, existen múltiples razones para recordar a Ghost.

De partida, para quienes le importan los números, puede estar el hecho de que esta producción dirigida por Jerry Zucker (Y dónde está el piloto), se convirtió sorpresivamente en un gigantesco éxito de taquilla, recaudando más de $500 millones de dólares a nivel mundial. Y en un año en el que se estrenó algo tan popular como “Mi Pobre Angelito”, no es menor que esta película fuese la que en última instancia se convirtiese en lo más exitoso de 1990.

Por otro lado, considerando que no puede ser encasillada así como así en un solo género, Ghost igual puede ser elevada por los problemas que enfrentan sus protagonistas, interpretados por Patrick Swayze y Demi Moore, en base a la conexión romántica que generalmente es destacada en primera instancia. No por nada antes de quedar separados entre la vida y la muerte, son el foco de una de las escenas románticas más emblemáticas de la historia del cine.

Es decir, recordar a Ghost es traer de colación a aquella escena inmortal de la cerámica.

Lo mismo sucede con la versión de la canción “Unchained Melody” grabada en 1965 por The Righteous Brothers y que volvió a encumbrarse en la lista de éxitos del Billboard a propósito del lanzamiento de la película. De hecho, la agrupación fue la primera en tener dos versiones de la misma canción en el Top 20, ya que en el año de estreno grabaron una nueva versión a raíz del éxito inusitado de Ghost. Pensar en Ghost, lleva a rememorar a esa melodía sin cadenas.

Ni hablar de Oda Mae Brown, el personaje de Whoopi Goldberg, quien también es una de las causas principales de que la producción se convirtiese en un hit, pues es ella quien se roba la película desde el primer minuto en el que aparece. Más aún, la estafadora, que de la nada comienza a escuchar la voz del fantasmagórico Sam Wheat, es el punto alto de todas las escenas en las que participa y por eso no sorprende que Goldberg ganase el premio Oscar a mejor actriz secundaria.

En lo que a mi respecta, una de las cosas que me enganchó desde que la vi por primera vez fue todo el mundo paranormal que crea, la forma en que sigue sus reglas y lo extraña que se vuelve cada vez que Sam se topa con otros fantasmas. Incluido ese poltergeist maldito del metro interpretado por Vincent Schiavelli.

Como Ghost es una propuesta que es reflejo de una era y una forma de hacer que en Hollywood simplemente ya no tienen cabida, en su trigésimo aniversario es necesario recalcar que la película sigue funcionando. De hecho, la aparición del fantasma del metro sigue siendo tétrica, extraña y con un peso no menor una vez que se tantea la causa de su muerte. Ese salto que da al metro en movimiento, que dura solo un par de segundos, refleja todo el pesar que el fantasma tuvo en vida.

En ese sentido, al verla hoy, también quedan en evidencia sus efectos anticuados y se nota mucho como las malignas sombras fueron dibujadas. Pero todo lo que compone a Ghost puede valorarse, ya que el equipo comandado por Jerry Zucker logró realizar una propuesta imperecedera, precisamente por los elementos clásicos que componen su realización.

Por eso en Ghost también primó más el ingenio que el facilismo que hoy por hoy pulula. Como es una película inteligente, logra que su peso esté en todo lo que está en juego, tanto por como Sam no puede dejar atrás su vida, como el misterio que se desenvuelve una vez que se da cuenta que el asalto que le costó la vida no fue algo que sucedió al azar. Y a 30 años de su lanzamiento, hay que decir que ese viaje sigue importando.

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