Si la Selección Chilena - bicampeona de América - hizo llorar al país por no clasificar a Rusia 2018, la Selección Chilena Femenina quiere devolver las sonrisas a los hinchas en la Copa América. Aquella que otorga cupos para el Mundial de Francia 2019, los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Y este certamen, que se disputará en nuestro país entre el 4 y 22 de abril próximos, no ha guardado nada con el afán de brindar un gran espectáculo: desde la transmisión de los partidos por televisión abierta (Chilevisión) hasta una mascota llamada Gabi, una chinchilla originaria de la Cuarta Región cuyo nombre es en honor de Gabriela Mistral.
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La chinchilla Gabi[/caption]
Pero este brillo no era tal en 1991, el año en que se disputó el primer Sudamericano clasificatorio femenino para una Copa del Mundo. Casi en el anonimato, la ciudad brasileña de Maringá fue el escenario de un triangular que definiría al único clasificado al Mundial de China de ese mismo año. En aquella oportunidad, los rivales de la "Roja" femenina fueron el local Brasil y Venezuela.
Por esa época, la atención mediática de los ñoños de la pelota estaba centrada en la Copa América de 1991 que terminó ganando Argentina y que la Selección Chilena de Arturo Salah culminó tercera.
En paralelo, y con el silencio en calidad de testigo, las autoridades del fútbol designaron a Bernardo Bello -ex jugador de Colo Colo- como el encargado de formar la primera Selección Chilena Femenina de la historia con miras al triangular de Maringá.
En aquellos tiempos, el fútbol femenino vivía en un estado muy primitivo. En lo deportivo, porque no existía una liga central o permanente; en lo material, pues los equipos de mujeres eran los últimos en las listas de prioridades para ocupar cualquier tipo de cancha (o estaban condenadas a ocupar las más malas), y de forma recurrente utilizaban uniformes que equipos de varones daban de baja; y en lo cultural, pues el fútbol era un "deporte de hombres" y las mujeres que osaban practicarlo eran calificadas de "marimachos". En otras palabras, una mujer debía ser muy valiente para dedicarse al fútbol hace tan solo unas décadas atrás.
No solo eso. Si bien para esa época existían equipos femeninos con el nombre de un club profesional, en la casi totalidad de los casos se trataba sólo de un "préstamo" del nombre y de los juegos de camisetas ya ocupados.
Una de estas mujeres valientes fue Ada Cruz, quien quedó en el equipo merced a sus grandes condiciones como delantera, tras participar en una de las tantas pruebas que llevó a cabo Bernardo Bello. La jugadora de Everton, en efecto, se transformaría en la gran figura de esta primera Selección Chilena.
Llegó el momento de ir a Maringá y el primer partido no fue nada de fácil: Brasil. Respondiendo al favoritismo, el "scratch" no tuvo problemas para aplastar a la naciente "Roja" con una inapelable victoria de 6-1, que prácticamente la aseguró en el Mundial de China. De todos modos, el pundonor y el sacrificio de Ada Cruz le trajo un premio personal al anotar el gol del descuento, el primero oficial de una Selección Chilena Femenina.
En el segundo pleito, Chile tuvo más suerte y cerró su participación en el Triangular con una victoria 1-0 sobre la "vinotinto". Y pese a que luchó y buscó, Cruz no pudo repetir en el arco rival al punto que el tanto de la victoria nacional en realidad fue un autogol llanero. Y en el último juego del torneo, Brasil se floreó con un 6-1 ante el representativo caribeño y confirmó su cupo para China 1991.
A pesar de la eliminación, la participación del equipo de Bello fue decorosa. Ello a tal punto que la organización del triangular le concedió el premio al Fair Play al equipo chileno, lo que marcó un pequeño gesto simbólico tras el episodio del "Maracanazo" de Roberto "Cóndor" Rojas apenas dos años antes, también en suelo brasileño.
Pero no sería el único premio para el naciente fútbol chileno femenino, pues Ada Cruz fue condecorada con una medalla a la mejor jugadora del torneo. Y luego de este tributo, la delantera continuó con su carrera en el olvidado fútbol femenino de los 90. Más tarde se transformó en entrenadora.