Decir que Dragon Ball fue uno de los pilares de la niñez de millones, es quedarse corto. La serie marcó un verdadero hito, un antes y un después, para todo lo que implica al manga y la animación japonesa.
Aquella imaginativa creación de Akira Toriyama, reforzada por los excelentes diseños y las notables historias cargadas de humor por parte del también autor de Doctor Slump, no solo abrió las compuertas del manga en Latinoamérica, pues en el siglo pasado no tenían el tipo de distribución accesible que existe hoy por hoy, sino que también llevó a otro nivel la devoción por el anime.
Es decir, en tiempos en donde existieron grandes hits como Mazinger Z, Candy, el Festival de los Robots, los Supercampeones o Los Caballeros del Zodíaco, sin duda que Dragon Ball fue el paso clave en la vorágine otaku que irrumpió en la cultura popular durante la segunda mitad de los noventas en Latinoamérica.
De hecho, las aventuras de Goku, Bulma, Krilin, el maestro Roshi y compañía explotaron de una forma sin precedentes, como si se tratase de la más grande Genkidama, con la llegada de la serie animada a las pantallas de la televisión abierta. En Chile, aquello sucedió en el canal Megavisión.
Simplemente ver la serie en la tarde, en plena hora de la once, se transformó en un hito del día a día para los escolares, ya que cosas como la caída de la Patrulla Roja, los torneos de artes marciales y las posteriores batallas increíbles contra saiyayines, emperadores galácticos y androides eran, tanto como lo que pasaba con la dupla Za-Sa, conversación obligada durante los recreos de colegios y liceos de la época.
En medio de todo eso también estuvo la publicación de aquella legendaria edición del manga de tapa roja y la edición en VHS de sus películas originales que siempre fueron grito y plata en los videoclubs de barrio. Sumen los álbumes de Salo, los tazos en los paquetes de papas fritas y hasta las figuras de acción piratas que llenaron las ferias libres de todo el país y que llevaron a más de una mamá a hablar de los Kokún.
Uno simplemente se queda corto en la vorágine de recuerdos que implica el hito que representó Dragon Ball.
Mucho de lo anterior también conecta de forma personal. En mi caso, una de las primeras veces que lloré viendo televisión fue con la primera muerte de Krilin. No estoy hablando de una simple par de lágrimas, sino que una pesadumbre desconsolada que pocas veces se ha repetido posteriormente.
Fue tal el impacto de esa situación para toda una generación, en tiempos en donde no existían los spoilers de Internet, que esa muerte sirve de ejemplo para explicar el por qué la serie inevitablemente logró insertarse en rincones de afecto al que solo llegan aquellas obras que conectan más allá de la mera diversión.
Pero aquello no se queda solo en ese ejemplo, ya que la legendaria saga contó con tantos momentos emblemáticos. La victoria sobre el rey Piccolo, todos los torneos de artes marciales y de fuerza, la primera muerte de Goku, la transformación en súper saiyajin... sinceramente podría seguir y seguir.
Dragon Ball significó mucho en mi niñez. Fue una de las primeras series que amé y siempre tendrá un lugar en mi corazón. Obviamente no soy el único, somos millones que nos sentimos así, y por eso la muerte de Akira Toriyama ha impactado tanto.
En la mañana después a la confirmación de su deceso, una comunidad completa ha estado de luto por su maestro, quien a su vez fue uno de los mangakas más importantes de todos los tiempos. Sí, el mismo que logró hacernos creer en un niño que era lo suficientemente puro para subirse a una nube voladora. Aquél que nos hizo creer en la posibilidad de cumplir los sueños y que nos dejó en claro que no hay que ser perfecto para hacer el bien y que siempre hay espacio para la redención.
En fin, hoy por hoy a Dragon Ball se le tilda de ser una obra simple, que no tiene el mismo impacto que lograron todos sus hijos posteriores que son reyes del animé en la actualidad. Pero la simpleza de Goku nunca fue tal y solo una épica tan grande en su relato pudo haber crecido de la forma en la que lo logró la creación de Toriyama-san.
Basta recuperar las palabras de Eiichiro Oda, creador de One Piece, para constatar que la existencia de Toriyama fue “como un gran árbol cuyas ramas se extienden hasta el cielo”. Allá solo llegan los más grandes y definitivamente Akira Toriyama lo fue y siempre lo será.