A raíz del entusiasmo y, en algunos casos, fanatismo con el que algunos esperan la película "Avengers: Infinity War" cabe preguntarse por qué los superhéroes siguen tan vigentes y trascienden incluso décadas desde el universo de los cómics.
Por un lado, el cine nos continúa fascinando con sus trucos y actos mágicos, como lo hiciera el padre de los efectos especiales Georges Méliès, en los inicios de la nueva forma narrativa de esa época. Una que pudo recrear de la forma más realista posible todas aquellas historias que fluían desde tiempos pretéritos en la imaginación y en la literatura: mitos, tragedias, comedias, en donde se abren camino personajes que nos obligan a seguirlos, para ver en qué aventura se enfrascan o cómo resuelven el conflicto que les motiva.
Por otro lado, las temáticas que abordan estas películas, por muy ficticias, fantasiosas o forzadas que se vuelvan, contienen elementos universales que afectan por igual a la humanidad: el enfrentamiento del bien y el mal, la redención de los personajes o el viaje del héroe, que en mayor o menor medida nos devuelven al pasado: la tragedia griega.
Pero también a nuestra infancia, crecimos escuchando cuentos e historias contadas por nuestros familiares, ya sea para hacernos dormir o para inculcarnos la genealogía de nuestra propia historia. La narrativa forma parte de nuestras vidas y nos encanta que nos cuenten historias, pero sobre todo, le damos sentido a nuestras vidas a través de nuestra propia historia.
Los superhéroes encarnan valores y destrezas que quisiéramos tener, pero nos enfrentan a un dilema: todo superhéroe debe coexistir con las consecuencias de serlo, de la responsabilidad que tiene frente a lo que de él se espera, a la soledad en la que se ve enfrentado para no arriesgar a los que ama. No es fácil ser superhéroe, por eso apreciamos a aquellos que sí están dispuestos a serlo.
Sin embargo, al retratarlos de manera ficcionada, han debido enfrentar diferentes estigmas. Por un lado está la infantilización de la que han sido objeto, siendo tildados de "monitos" con historias consideradas para público infantil o "inmaduro", que vendrían a ser los mal llamados "ñoños" o los mejor considerados "geeks". También está la mirada política sospechosa frente a personajes que fueron creados bajo el paradigma social de Estados Unidos y que reproducen no sólo una ideología, sino un modelo comercial que afecta a la industria del cine y nos acostumbra a una estética efectista.
Los héroes son necesarios en sociedades donde los valores se han relativizado y subjetivizado al punto que se acomodan según la necesidad de cada uno. Por eso, aplaudimos la valentía de un servidor público, la honestidad de un ciudadano común que devuelve el dinero que ha encontrado en la calle o la labor abnegada de una madre que debe llevar a cuestas a un hijo enfermo y a toda una familia que depende de ella. Nos permiten creer en la humanidad y mantener viva la esperanza de que las cosas pueden cambiar, pero para eso, debe haber "alguien" dispuesto.
Vamos al cine, porque indistintamente del género o estilo, nos divierte, nos hace pensar y nos inspira y, para muchos, las películas del universo Marvel logran eso, movilizar al público de distintos países, mantener expectantes a los fanáticos en redes sociales y obligan al resto a observar, lo quieran o no, el modelo de producción.
La expectativa que ha generado la película se ve justificada, a mi parecer, por una trama bien lograda desde las obras precedentes; por personajes poderosos, pero a la vez humanizados (cual dioses griegos); por una estética acabada que es capaz de vencer la renuencia hacia películas que abusan de los efectos especiales.
Aunque los fanáticos de los cómics se molesten por las licencias que se toman los guionistas y directores al cambiar las historias que se presentan en el cine, lo importante es contar una historia que permita a los espectadores identificarse y acompañar a los personajes en su camino… el camino del héroe.
Aixa Alarcón Olmos
Directora Carreras Área Comunicación del Instituto Profesional Santo Tomás