Los Premios IG Nobel son una parodia estadounidense de los Premios Nobel, que desde 1991 apuestan a celebrar a aquellos 10 proyectos científicos - inusuales o triviales - que "primero hacen reír a la gente y luego la hacen pensar".
En una ceremonia realizada en la Universidad de Harvard, estos premios buscan celebrar a aquellas publicaciones irreverentes más destacadas en el mundo de la ciencia. Para la edición de este año, algunos estudios apuntaron a cosas absolutamente irreverentes, destacando por ejemplo:
- ¿Puede un gato ser tanto un sólido como un líquido?
- Un didyeridú australiano puede ser usado en un tratamiento para tratar la apnea del sueño y los ronquidos
- Un estudio que verifica si el contacto con un cocodrilo permite ayudar a combatir los problemas de apuestas de dinero
- ¿Crecen las orejas de los hombres con la edad?
- Un estudio sobre las partes del cerebro que se activan entre aquellos que detestan el queso
Pero el estudio que nos convoca es uno obstétrico que constata que los fetos humanos prefieren que su música sea entregada a través de la vagina de sus madres.
Marisa López-Teijón, Álex García-Faura, Alberto Prats-Galino y Luis Pallarés Aniorte ganaron el Ig Nobel por demostrar que "un feto humano en desarrollo responde de forma más fuerte a la música que suena eletromagnéticamente dentro de la vagina de la madre, que a la música que suena electromagnéticamente a través del vientre de su madre".
Según argumentan, el entender mejor la reacción de los fetos al sonido podría mejorar no solo su cuidado, sino también crear avances en lo que concierne al entendimiento del cerebro de un feto.
De este modo, los investigadores dieron pie a un aparato llamado el "baby pod", que utilizaron para constatar que los fetos reaccionan a los estímulos auditivos desde la semana 16 de gestación, 10 antes de lo que antes se creía.