Domingo. Royal Rumble 2017. Pronto se cumplirían los dos minutos entre luchador y luchador. Brock Lesnar, Goldberg y Undertaker se habían encargado de instalar la emoción. Ahora sólo restaba el ingreso del último hombre. ¿Pero quién sería? Las especulaciones eran directamente proporcionales a las expectativas. ¿Finn Bálor volvía de su lesión? Quizás Samoa Joe por fin debutaría en el plantel principal… Nakamura, que había perdido su título en la noche anterior. ¿O nos regalarían la chance de ver a Kurt Angle?
Antes y durante, los fans apostaban sobre cuál sería la gran sorpresa que nos tenía preparada la WWE. Porque, por el modo en que se diseñó la previa del icónico evento, prometía una sorpresa. Tenía que haberla. Y todos –me incluyo– creímos que el último sembrado de la batalla real sería esa sorpresa. Comenzó la cuenta regresiva. 3… 2… 1… Un silencio incómodo. Ansiedad. Y, rápidamente, decepción.
Decepción porque la gran sorpresa que nos tenía preparada la batalla real (una vez más) fue su mala planificación: un libreto pésimo. Ah, y Roman Reigns. Ojo, eh: no es mi intención levantar una campaña en contra del otrora miembro de The Shield, pero la realidad marca que su historia está muy mal dirigida. Sí, muy mal.
Y es que no bastó con que entrase con el número 30 y arruinara la sorpresa. Seguramente, en otro de sus delirios, Vince creyó que el Alamodome, con más de 52 mil almas en las gradas, era un escenario propicio para que el samoano finalmente convenciera a los fanáticos… ¡¿eliminando al Undertaker?!
No había necesidad. Pero los creativos o Vince McMahon o quien sea, no se convencen y no se quieren convencer: están matando a Roman Reigns. Ya estelarizó los últimos dos Wrestlemania, fue ganador de un Royal Rumble, campeón Mundial y de Estados Unidos. Y siempre generó la misma reacción: pifias y descontento generalizado (aun cuando intenten editarlas).
Hace unos días, Goldberg habló sobre su regreso en la revista Sports Illustrated y, entre otros temas, fue consultado por Reigns. "No voy a juzgar su alza y lo que han hecho con él, pero cuando le dan un empuje tan grande hasta el cansancio, la gente se da cuenta y lo resiente", afirmó el calvo luchador.
Todos lo tienen claro a esta altura. La cúpula directiva de la industria debe razonar: no puede convertir a la fuerza a Roman Reigns en la cara de la empresa. Así, al menos, no lo va a lograr. Los costos son más grandes que los beneficios en la carrera del luchador.
Y reitero: no estoy en contra del "superhombre", e intuyo que los fans que lo pifian en cada evento tampoco; el problema es su mal manejo. Todos esperamos que su carrera dé un vuelco, y como se ha propuesto en numerosas oportunidades un turn heel podría ser la solución.
Sólo queda esperar… y que los creativos por fin cedan.