Hace dos meses, supimos de una de las grandes polémicas del mundo de los videojuegosBilly Mitchell, conocido como el Rey de Donkey Kong y cuya historia fue retratada como el villano del gran documental The King of Kong, fue acusado por un usuario de la comunidad Twin Galaxies (la institución que vela por el registro de las marcas oficiales en el mundo de los videojuegos) de haber hecho trampa en la inscripción de tres de sus principales marcas históricas del juego, incluyendo los polémicos 1.047.200 puntos con los que se inscribió como el primer jugador en la historia en hacer un puntaje superior a un millón de puntos, a pesar de que su rival, Steve Weibe decía haberlo hecho antes que él, situación relatada en el documental ya mencionado.

La acusación decía que Mitchell había usado una versión emulada en MAME del juego en lugar del arcade original, algo que nunca informó y debió haber hecho, ya que los récords hechos en MAME y en arcades tienen diferentes requisitos a la hora de juzgarse.

Obviamente en su tiempo, Mitchell se defendió, diciendo que ni siquiera había usado MAME en su vida y que el video mostrado como prueba, no era el suyo. 

Pero la verdad siempre se sabe al final y en una declaración oficial, el tribunal de Twin Galaxies falló en contra de Billy Mitchell, marcando como inválidas a dos de las tres marcas impugnadas, incluyendo la famosa marca mostrada en The King of Kong. Efectivamente, Mitchell había falseado la fuente de sus records, los que realizó en una máquina de emulación y no en el hardware original como dijo al postularlo.

Y la condena para Billy Mitchell es simplemente brutal: todas sus marcas fueron eliminadas del sitio y tampoco podrá participar de los rankings en el futuro. También se le comunicó la decisión a los Records Mundiales de Guinness para sacarlo de sus registros y, quizás lo más importante de todo, se hizo justicia y se reconocerá, desde ahora a Steve Weibe como la primera persona que logró una marca sobre el millón de puntos en el juego.

Un final digno como para hacer un epílogo de The King of Kong y que demuestra que siempre los tramposos terminan pagando.

El rey del Donkey Kong ha muerto. Larga vida al rey.