Chernobyl, la popular miniserie de HBO, concluyó su historia con las palabras de uno de sus protagonistas: el científico Valeri Legásov, interpretado por Jared Harris. Son palabras que resumen el gran foco de su historia impulsada por el terror del drama físico y psicológico del ser humano.

Es la batalla entre las mentiras ideológicas en contraste a las verdades incómodas que deja el avance de nuestra civilización. Es la batalla contra la ignorancia, garantizada por aquellos que quieren que algo no se sepa, ya sea porque no es posible por lo que creen o lo que nos les conviene creer.

El ficcionalizado Legásov plantea el tema de la siguiente forma:

<em>Estamos tan concentrados en nuestra búsqueda de la verdad que no consideramos cuán pocos realmente quieren encontrarla. Pero siempre está ahí, ya sea que lo veamos o no, ya sea que la elijamos o no. </em>

<em><strong>La verdad no se preocupa por nuestras necesidades o deseos, no se preocupa por nuestros gobiernos, nuestras ideologías, nuestras religiones, por esperar todo el tiempo</strong>. </em>

<em>Esto al final es el regalo de Chernobyl. Donde una vez temería el costo de la verdad, <strong>ahora solo pregunto cuál es el costo de las mentiras</strong></em><strong>.</strong>

Son las últimas palabras antes de la cortina de créditos. Es un verdadero llamado a la acción. Claro, la historia de Chernóbil ocurrió hace más de tres décadas, con una radiación invisible que sigue afectando a la despoblada ciudad de Pripyat, pero en el ahora también tenemos gases de invernadero invisibles mermando a nuestro atmósfera y, tal como el ayer, políticos desconocen la existencia del calentamiento global por los alcances económicos que implican las medidas coordinadas de todas las naciones para evitar que el colapso climático se concrete irreversiblemente por la inacción.

Esta semana, el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desconoció el rol de su país en el cambio climático tras una reunión con el Príncipe Carlos en Inglaterra. Siguiendo su postura política, culpó a países como China, India y Rusia de empeorar el aire y la calidad del agua. Inclusive llegó a sostener que Estados Unidos cuenta con "uno de los climas más limpios que hay".

Pero en el pasado, Trump, bajo su mirada conservadora-billonaria, acusó a los científicos de tener "una agenda política", tildó al cambio climático como una "farsa" y gestionó la salida de Estados Unidos de los acuerdos climáticos de París. Todo esto bajo el argumento de que el trato para mantener a raya el alza de la temperatura global representaba una desventaja para los trabajadores de su país. Es decir, ideología y economía de la mano para taparse los ojos.

La propuesta de Chernóbil, en ese sentido, aborda las dificultades para establecer la verdad ante las mentiras diseñadas para preservar el statu-quo. Y en el escenario del calentamiento global, existe un mecanismo político-económico que juegan en contra de que las acciones se tomen en el aquí y en el ahora para evitar el colapso de la naturaleza, la desaparición de especies, las olas de calor, las bajas extremas de temperatura o la destrucción de hábitats, entre muchos otros desastrosos efectos advertidos por estudios científicos.

Pero esa clase de reportes se amontonan uno tras otro mientras las acciones no se llevan a cabo y el negacionismo de autoridades o multimillanorios deseosos de explotar cada metro cuadrado de este planeta dan pie a que la inacción siga poniendo en riesgo a las futuras generaciones, mientras las emisiones de CO2 siguen alcanzando récords históricos.

Craig Mazin, creador de la miniserie de HBO, explicó a Slate  que: "Vivimos en un planeta que está bajo amenaza y los científicos nos están advirtiendo, tal como lo hicieron en los años 70 con respecto a los reactores RBMK en la Unión Soviética. Los gobiernos eligen escuchar o no escuchar y las personas eligen escuchar o no escuchar. Pero la verdad, al mundo, al termómetro, no le importa. Y a la RBMK tampoco le importó".

"No importaba lo que quisieran hacer esa noche. No importaba que la falla fatal del reactor RBMK fuera un secreto de estado. Al reactor no le importó. Y ese es el problema con el que luchamos. Estamos tratando de hacernos superiores a los hechos y no lo somos".

En el podcast de Chernobyl, remarcan que el último episodio comenzó con una mirada al pasado del evento, para reflejar que hubo instancias para impedirlo. Para actuar. Pero reiteradamente no se hizo nada, especialmente porque existía, entre cosas, una expectación general por ascensos laborales. Un ansia personal que se sobrepuso al interés colectivo.

Mazin también plantea que la Unión Soviética estaba en una posición única para crear el desastre, pero también estaba equipada para llevar a cabo la limpieza, dado su énfasis en el trabajo colectivo para el beneficio nacional. Por eso la serie se enfoca en el sacrificio de aquellos que se sumergieron en el reactor, los mineros que cavaron o los liquidadores.

La inspiración que generan, sin embargo, choca con una pregunta conemporánea: ¿Puede existir un sacrificio concertado por el bien mayor para afrontar el cambio climático?

Hasta ahora, todo apunta a una respuesta negativa. En términos generales, la humanidad es más instigadora que liquidadora. Somos más Anatolys Dyatlovs.