Si hay un luchador que se ganó el derecho de llamarse a si mismo el mejor del mundo, ese fue CM Punk. El hijo ilustre de Chicago tuvo una de las carreras más sobresalientes que se han visto en la era moderna de la WWE.
Desde su debut en el año 2006, el embajador de la cultura Straight Edge supo hacerse un nombre en la compañía a pesar no tener la apariencia clásica y musculosa de los luchadores antiguos, por tener una actitud desafiante a la autoridad y por sobre todo, por no tener el apoyo ni de Vince McMahon ni de su yerno, Triple H.
En su carrera, Punk logró conseguir el reinado más largo de la historia moderna de la WWE, inventó la Pipebomb, desarrolló una habilidad con el micrófono que lo podía hacer pasar del más querido al más odiado en un segundo, obtuvo la preciada Triple Corona de títulos de la compañía, ganó dos veces el maletín de Money in The Bank, tuvo encuentros con prácticamente todas las grandes estrellas activas de ese momento e incluso le volvió a dar vida a Living Colors con el uso de Cult of Personality.
Pero hubo dos cosas que CM Punk nunca logró, y que por lo tanto, lo hacían sentir inferior al resto: CM Punk nunca había ganado un Royal Rumble, ni tampoco había sido Main Event de Wrestlemania.
Esos fueron dos hechos que a su juicio, marcaban la diferencia entre superestrellas como John Cena y Stone Cold -verdaderas leyendas de la compañía- y él. Y esa diferencia de trato fue la que lo llevó a tomar la decisión de retirarse de la lucha libre tras lo ocurrido en el Royal Rumble de 2014.
El Royal Rumble de ese año era increíblemente especial, ya que definiría al evento principal de cara a Wrestlemania 30, un evento que la propia compañía quiso vender como histórico.
Dentro de ese esquema, Punk se perfilaba como uno de los posibles ganadores del evento, ya que estaba metido en una historia contra La Autoridad, esta facción liderada por Triple H y el Kane Corporativo que solo quería hacerle la vida imposible a Punk.
De hecho, ese año Punk obtuvo gracias a su pelea con la Autoridad, el lugar número 1 en la entrada del evento. Eso significaría que para ganar, tendría que pasar por el resto de los 29 miembros del evento. Una hazaña solo lograda, hasta ese momento, por dos luchadores: Shawn Michaels y Chris Benoit (un luchador si le preguntamos a la WWE).
Punk creía, entonces, que este era su momento. Y el público también. Pero Punk tenía que luchar contra el peso de Batista, quien regresaba en ese entonces precisamente para luchar en Wrestlemania, quien además es un gran amigo de Triple H y venía de su notable recibimiento en el mundo del cine con la primera película de Los Guardianes de la Galaxia.
Sabemos que la lucha libre está predeterminada, pero sabemos también que esos planes pueden cambiar y la verdad es que en ese año todo estaba abierto.
Punk entró al Royal Rumble y logró quedar en el cuarteto final junto a Roman Reigns, Sheamus Y Batista. Había sobrevivido a 26 eliminaciones y todo estaba claro: era él o era Batista.
Hasta que ocurre esto.
Kane aparece de la nada, en la esquina, y aunque había sido eliminado del evento, toma a Punk y lo saca de la tercera cuerda. Inesperado. Indigno. Irrespetuoso.
El sueño de Punk volvía a cerrarse y el evento principal de Wrestlemania 30 sería para Batista.
Esta fue la gota que derramó el vaso para el luchado de Chicago. Tal como contó luego en su polémico podcast con Colt Cabana, esa misma noche y tras bastidores, CM Punk tomó la decisión de dejar la compañía. Tuvo una fuerte pelea con Triple H, ya que no podía entender como la empresa no podía confiarle, todavía, una pelea en el evento central de Wrestlemania.
El plan de la empresa era que él lucharía con Triple H -y que Punk ganaría- mientras que Batista con Randy Orton cerrarían el evento. Eso fue algo que Punk ya no quería seguir permitiendo.
El Royal Rumble fue lo que necesitó para darse cuenta de que la WWE ya lo había aburrido y que de nada le servía el esfuerzo individual para imponerse como figura frente al resto.
Esa fue la última vez que vimos a Punk en un ring de lucha libre. Pasarían años para verlo intentar debutar en un ring de verdad cuando trató de ser luchador de UFC, solo para ser humillado en su primera y tal vez última pelea.
El mejor del mundo ya nos había dejado.