Cuando tienes un antojo y piensas en tu hamburguesa favorita, hay quienes tienen que recorrer algunas cuadras para llegar a ella. Otros son capaces de soportar viajes intensos en el Metro y el Transantiago para llegar a su destino. Y otros, se pegan una escapada al litoral y llegan a la picada de siempre, donde el tío de la cocina ya sabe como preparar tu receta milagrosa.

Pero hay otros que no tienen tanta suerte. Otros cuyo lugar especial, ese al que no te importa entregarle tu expectativa de vida a cambio de unos buenos minutos de sabor y calidad está a una distancia imposible. A 8200 kilómetros para ser preciso.

Eso es precisamente lo que me pasó al haber probado por primera vez hace seis años mi primera hamburguesa de Five Guys, una cadena de comida rápida originada en la costa este de Estados Unidos y a la cual visito sagradamente cada vez que me toca ir a Nueva York.

Mi local de Five Guys es uno pequeño pero central. En la calle 48, cerquita de la Quinta Avenida, está perdido entre locales de comida china y tiendas de venta de joyas. Al frente, la tienda de Nintendo New York y un poco más allá, el Rockefeller Center y la tienda de NBC, una especie de Triángulo de las Bermudas que en vez de hacer que se pierdan barcos, arrasa con tu billetera.

La propuesta de Five Guys es sencilla: hamburguesas hechas a mano, en una parrilla frente a tus ojos, con todos los ingredientes que quieras por el mismo precio. El local te cobra un precio base por el tipo de sándwich: hamburguesa sola, hamburguesa con queso, con tocino o con tocino y queso tocino. Si es normal, siempre irá con dos carnes, de lo contrario, hay que pedirla "pequeña" para que solo traiga una hamburguesa.

Luego, puedes armarla a tu antojo entre 15 ingredientes como tomate, lechuga, pepinillos, champiñones, cebolla, salsas y más. Puedes pedirla "All the Way" y le echan de todo, menos los ingredientes picantes que siempre se piden aparte. Así es como la pido y dependiendo del ánimo, le agrego jalapeños o salsa roja y listo.

El resultado, es una hamburguesa con un exceso de sabor en un paquete pequeño. A nadie he visto empacar tanto material dentro de un sandwich sin que chorree ni caiga la mitad en el papel que lo envuelve, una mala costumbre del sanguchecriollo donde pareciera ser que tiene que chorrear palta o caerse un tomate para que la hamburguesa valga la pena.

Una hamburguesa de Five Guys es un cumplido a la improvisación y se nota en la forma irregular de su carne, la que toma al caer en la plancha debidamente aceitada. Improvisación que también está dada por la propia variedad de hamburguesas que se pueden hacer al no haber un menú establecido. Dicen que hay 250 mil variedades diferentes de sabores que probar tomando en cuenta todas las combinaciones posibles.

Acá en Chile nos contentamos con el italiano, el chacarero o el barros luco y no salimos de las mezclas que por años hemos comido. Yo también lo hago, pero cuando tengo un Five Guys en mi mano, pienso que en algún momento debemos cansarnos de la palta, de la mayo colocada con espátula y del pan que no sabes si viene frío o caliente.

Para salir de la caja, hay que ir a alguno de esos locales donde sirven sandwiches con tenedor y cuchillo y donde la propina se le da al mesero y no al artista que hizo la hamburguesa. Basta ya.

Five Guys es mi hamburguesa favorita y no hay nada que lo haga cambiar. A veces pienso que Trump solo quiere cerrar las fronteras para proteger sus sanguchitos de las hambrientas fauces latinoamericanas. Y no lo culpo.

Y mientras espero que la casilla de comentarios se llene de recomendaciones que traten de hacer que cambie de opinión, lo único que no me van a poder sacar de la cabeza que es que los chilenos no pueden hacer hamburguesas así como los gringos no pueden hacer un completo.

Me cansé de Chile y sus hamburguesas. O al menos, hasta la siguiente entrega de #CrónicasLechonas.