Había querido que pasara inadvertido, pues sabía que cuando mis compañeros de trabajo se enteraran de su existencia, lo primero que harían sería enviarme para allá.
Pero el poder de las redes sociales es más fuerte y tarde o temprano, toda la redacción de Mouse se enteró de la existencia de Central Friends, un nuevo café temático ubicado en la comuna de Las Condes que, como pueden adivinar, se centra alrededor de una de las sitcoms más influyentes de toda la historia: Friends.
La razón por la cual estaba tan aterrado de este momento es que soy de esas personas a las que Friends nunca les provocó nada. Creo haber visto diez capítulos en total, en desorden y en diferentes momentos de mi vida, sin lograr el efecto que al parecer tiene con todo el resto del mundo.
Y de cierta forma, he desarrollado cierta aversión por el fanático de Friends, ese que no acepta que no te guste la serie, que arma conversaciones completas sobre un par de capítulos y que se enoja con las decisiones de sus protagonistas como si los conociera.
Así que no me quedó otra que partir hacia allá y para hacerlo todo aun más incómodo, fui justamente con uno de esos fanáticos, para contar con una opinión más emocional con respecto al local.
Mientras caminábamos en dirección hacia Los Militares, Gabriel me dice "Ojalá este Gunther", así como tratando de iniciar una conversación en un idioma que no entendía. "¿Quién?" respondo, solo para seguir el hilo porque no me importaba en realidad saber otro nombre más. Aprendí que Gunther es el que atiende el local y que supuestamente debería haberme reído con eso. La caminata no se podía hacer más larga.
Finalmente llegamos al sitio, una cafetería empotrada al medio de grandes edificios de oficinas, de esos que abundan en el área de Sanhattan. Ubicarlo es muy fácil, pues el logo de Central Friends destaca a lo lejos, con los mismos colores y un diseño similar al de Central Perk, el nombre de la cafetería en la que los protagonistas de la serie van a perder su tiempo.
Por supuesto que lo que acá más importa es el trabajo temático que se ha hecho. Verónica, la dueña del local y quien nos atendió muy amorosamente, es claramente una fanática de la serie y obtuvo la idea del local de un viaje que hizo a Los Ángeles, en una réplica oficial del recinto, en una imagen que incluso está presente en él.
Verónica básicamente armó un lugar de ensueño para trabajar siendo fanática de la serie y obviamente para atraer a la inmensa mayoría de gente que sigue rayando con Friends.
El espacio cuenta con una aproximación bastante temática con respecto a lo que es Central Perk. Tenemos por ejemplo, un sillón naranja al centro, el cual estuvo toda la hora que estuvimos ene el local ocupado por las mismas dos personas -pues supongo que todos quieren ir para sentirse como protagonistas y no como algún extra que, de seguro, más de alguno de ustedes habrá memorizado. ¿Por qué? En serio. Por qué.
También hay detalles como esta parte donde están los paraguas de la clásica intro que sí, sé reconocer porque tampoco vivo bajo una piedra.
Y esto no sé lo que es, pero si se dieron es el esfuerzo de poner luces de neón dentro del local, debe ser por algo.
Pero también hay algunos puntos que van en contra de la ambientación, por ejemplo, en la entrada está este refrigerador donde se conservan alguno de los productos para la venta, que hace que al menos ese rincón del café parezca sacado de un servicentro.
Otro detalle del que no me fijé, es que en la serie se supone que te van a atender a la mesa, mientras que acá hay que ir al contador, pagar y después te lo dejan. Ese es el tipo de detalles de los que mi amigo pierden el tiempo en fijarse. En serio ¿el lugar es menos temático por tener que dar cinco pasos antes de sentarse? Uf.
Lo que me trae de vuelta a que el verdadero problema de Central Friends no está en su ambientación ni en su comida, sino que en la cultura del fanático de series, que en un local como este, se amplifica al mil por ciento. No creo que sea una característica exclusiva de esta sitcom, ya que he visto gente que hace lo mismo con Los Simpsons, Lost o Game of Thrones.
Un ejemplo: Central Friends posee dos televisores, cada uno mostrando de manera ininterrumpida sólo capítulos de Friends, sacados de Netflix. El volumen está lo suficientemente bajo como para no interrumpir las conversaciones, pero lo suficientemente fuerte como para que las risas grabadas se escuchen de manera permanente en el aire.
Mientras terminaba mi Croissant con un latte envainillado y sabiendo que los temas de conversación con Gabriel se acababan, me puse a mirar una de las pantallas. En ella, reconocí que estaba Ralph Lauren, lo cual igual me sorprendió. Dije algo así como "¿Habrá algo más noventero que un cameo de Ralph Lauren?" y Gabriel me dice "pero si Rachel trabaja ahí como cinco temporadas, media novedad".
OK.
Luego le digo que, aunque no me gustaba la serie, me parecía genial ese tipo de lugares y que por ejemplo, sería bacán ir a un café de Rick and Morty, algo que podría llamarse como Wubba Lubba Dub Pub, o algo así. Gabriel me responde con escepticismo, ya que a diferencia de lo que la gente piensa, el lugar donde en realidad pasan las cosas en la serie es en el departamento, no tanto en el café.
Luego me explica que igual le gusta que esté la puerta en la que no se quien entra con un vestido de novia y que le daba lata que no pudiera abrirse y yo dentro de mí solo quería escapar de un montón de críticas que a esa altura ya no tenían sentido.
Ya llevamos como una hora en el lugar, esperando que el sillón se desocupe para al menos sacar una foto. Dos capítulos y medio han pasado frente a mí y el sonido de las risas grabadas ya no me parecen divertidos. Más gente empieza a llegar y de pronto nos damos cuenta de algo. Todos los visitantes de Central Friends eran jóvenes. Nadie pasaba los 30 y algunas con suerte, los 25. Yo tenía 17 el día que acabó Friends, pero esta gente debe haber tenido 12.
Sí, millennials.
Y ahí es cuando todo hizo sentido. Cuando creces viendo maratones de series en el cable, luego en Netflix y ahora en un café, tu refugio natural no puede ser otro que dentro de los mismos códigos de la serie. Friends, así como muchas otras series, ofrecen la oportunidad de pertenencia que un lugar como Central Friends, con todas las fallas que uno pueda notar, termina encontrando.
Me llamaba la atención cómo es que al estar rodeados de fanáticos de Friends, algunos que incluso veían la TV igual que en su casa, nunca reían con lo que pasaba. Y es que nadie va a Central Friends a reír, ni a vivir la fantasía de estar en Friends por algún momento, sino que a sentirse parte de algo, a hallar por un momento, entre cafés y tortas, ese sustento que ya no encontramos ni en banderas ni en equipos de fútbol.
Es por eso que nadie llega con su notebook a trabajar ni a cambiar el mundo con un Capuccino y un Muffin. Juguemos, por un momento, a hablar el mismo lenguaje, a pensar que la vida que les tocó a Ross, Rachel y Chandler, también puede ser la nuestra. Nos gusta soñar que somos de los 90, pero la frialdad de los 2000 y la era post internet no puede estar más arraigada en nosotros.
Y eso es lo que creo que entrega de mejor manera Central Friends, siempre y cuando compartas los códigos.
"No vendría todos los días, pero es un gran lugar para una cita", me dice Gabriel mientras salimos del local, perdiéndonos entre las calles buscando el metro. ¿Pero quien querría una cita guiada por ver quien recuerda más frases de los capítulos o pensando en cuánto hubiese cambiado la vida de estos amigos televisivos si hubiesen actuado de otra forma? O hacer juntos un test de Buzzfeed para ver a qué personaje de la serie te pareces más.
Lo que más me dolió de la experiencia en Central Friends fue ver todos los likes y comentarios que tenía Gabriel por haber subido una foto y un mensaje que solo la tribu de Friends podía entender.
Y es que por mucho que uno trate de escapar a la rutina de la era digital, ésta siempre llega de vuelta.
Central Friends es un gran lugar para usar en pos de la aceptación social, pero al final está en uno saber si quiere ser aceptado por esa gente o si te basta quedarte en la calma del anonimato.
Por lo menos hasta que hagan el restaurant de Seinfeld.