No hay nada que le haga mejor a nuestros paladares que una buena dosis de inmigración. Cuando las mentes criollas se estancan en la comida de moda -habiendo saturado ya las fuentes de soda, los locales de sushi y hamburgueserías- el mejor escape del gusto está en nuestros vecinos del barrio latinoamericano.

A diferencia de viajar para comer, donde el único que gana es uno y su cuenta de Instagram, la apertura de un lugar de comida extranjera supone un cambio más profundo y trascendental. Porque una cosa es probar algo exótico una vez y otra muy distinta es acostumbrarse a ella, a hacerlo parte de tu rutina. No es lo mismo decir "una vez comí arepas" que terminar diciendo "la de siempre porfa".

Y eso es lo que ha estado haciendo por poco menos de un año el Papelón Sabroso, un pequeño local ubicado en una calle secundaria de Providencia, pero que de a poco se ha convertido en el principal referente de la comuna en lo que se refiere a comida venezolana.

Su historia es una de esas que se repiten con frecuencia: un negocio familiar donde el talento culinario se mezcla con la necesidad de crear una pequeña embajada de sabor. Son algo más de 12 mesas las que están disponibles desde el medio día hasta eso de las 8 de la noche, y eso es lo que le permite mantener un ambiente aún más cercano.

El menú del Papelón Sabroso es acotado a unas cuantas preparaciones, pero todas ellas son venezolanas, hechas individualmente y de la misma forma que las comerías en su país de origen. Sus encargados saben que para muchos se trata de sabores y preparaciones nuevas, por lo que cada vez que te atienden sirven de meseros pero también de guías para ayudar a conocer estos sabores nuevos.

Acá nadie entra sabiendo ni se va sin saber, ni tampoco es necesario llegar con una idea en mente. La recomendación inmediata y lo que fuimos a probar son las tradicionales arepas. Si has vivido en una burbuja te cuento que la arepa es una tortilla hecha con maíz molido , con una contextura gruesa que permite abrirla para rellenarla con toda clase de ingredientes, por lo general algún queso y carne.

Sí, es un sandwich, pero con la contextura de la masa que solo puede dar el maíz. Las opciones son varias como pueden verse en el menú del local y cada uno viene con su explicación. Está bueno aprender nuevos conceptos, por ejemplo, saber que es una pelúa, una catira o una reina pepeada. Al principio es normal sentirse perdido entre nombres a los que no estamos acostumbrados, pero piensa por un segundo lo mareado que debe estar un extranjero al ir un local y leer sandwiches "italianos", "chacareros" o "barros luco". 

En mi excursión fui por dos arepas y un Papelón, que es lo que le da el nombre al local. El Papelón es una limonada con caña de azúcar muy refrescante, pero no muy distinta a lo que estamos acostumbrados. No es indispensable para la experiencia del local, pero si te gustan las limonadas, cuenta con ella.

Ahora lo de fondo. En mi afán de lechonismo pedí dos arepas, aunque la dosis necesaria es una, créanme. Pedí una Catira y una de Pabellón, que es la estrella de todo el local. Sin pedírselo el mesero me trajo una primero y la otra después, para que ambas estuvieran a la temperatura perfecta al momento de servirse y los sabores no se mezclen. Gran detalle.

La Catira, de pollo y queso amarillo es un sabor suave para comenzar, pero quizás no brillaría mucho si no fuera por el acompañamiento: una salsa tradicional hecha en base a palta, cilantro y varias especias que es el acompañamiento perfecto de este manjar. Es la emulsión que hace que todo sea perfecto, la que siempre se acaba antes de tiempo por lo rica que está. Al terminar esta reseña fui a preguntar como se llamaba y entendí por qué no te lo decían al entregarla: me respondieron guasacaca. A veces es bueno ser cortés con los vecinos.

Tras este entremés que perfectamente podría haber sido mi once, llegó el plato de fondo, la arepa de Pabellón. El Pabellón es el plato típico venezolano por excelencia y la estrella del recinto. Originalmente se sirve como almuerzo contundente y que te llena con su mezcla de porotos negros, queso blanco, arroz, plátano frito y una carne mechada. La mezcla, que parece ser un ensayo nuclear en el estómago, pero la forma en que se mezclan estos sabores es como el casting de una película de Disney: muy diverso pero con gran química entre sus participantes.

Para los que no se consideran totalmente lechones, se que un plato así puede significar mucho, pero por lo mismo su versión en arepa es la mejor para los iniciados. Los mismos ingredientes en menor cantidad, pero achoclonados en la masa de maíz. Un sandwich como todos los demás, pero poderoso. La arepa de pabellón es lo más cercano a tener ese sabor que uno recuerda haber probado afuera, pero con la ventaja de tenerlo disponible para volver cuando quieras saborearlo.

Y sin darte cuenta ya estarás hablando de tequeños, de cachapas y bollos pelones. Porque creo que la mejor tarea que cumple el Papelón Sabroso no es el de tener la mejor arepa del mundo, sino que la de ser una ventana para involucrar una nueva cultura de sabores a nuestra boca. Porque ya ha pasado. Fue por la costumbre de visitar a un nuevo con que sin darnos cuenta aprendimos a colocarle soya a las cosas y a jugar más con el merkén o la quinoa. Ahora es el turno del maíz. Y quizás algún día pueda volver al Papelón Sabroso y pedir un poco más de guasacaca sin que la risa de quinto básico se aparezca. Porque no hay mejor momento que cuando te das cuenta que la comida extranjera empezó a dejar de serlo.