No es la primera vez que iba a Burgerdog, y de hecho, lo escogí por una ocasión especial. Gracias a Facebook recordé que estaba de aniversario así que después del trabajo, agendamos una cita en el escondido local ubicado en Luis Thayer Ojeda 95, local 3. Ahí, en un bulevar rodeado de edificios donde las familias crecen y las señoras viven los últimos años de su jubilación.
El local es pequeño, algunas mesas en su interior y otras en una terraza ubicada bajo un toldito y donde la iluminación es escasa pero acompañada por una vela. Obviamente la ocasión ameritaba estar afuera, aun cuando el frío amenazaba por llegar. La vida se hace de costumbres y una de ellas es siempre comer en ocasiones especiales.
El Burgerdog es la casa de una de las invenciones más geniales que me ha tocado probar, una mezcla que como su nombre lo indica, es mitad hot dog y mitad hamburguesa. La imaginación criolla ya nos había dado un vistazo de lo que podría ser comer carne en un pan de completo gracias al as, pero créanme amigos, esto está muy alejado de eso y de otras fusiones criollas como el Sushipleto o la Sopaiburger.
Burgerdog de verdad funciona y lo hace porque tiene dos características esenciales: calidad y variedad.
La experiencia de Burgerdog parte cuando llegas a la caja y te atiende Rodrigo, dueño del local y creador de esta maravillosa fusión que a uno solo se le podría haber ocurrido después de pegarse una maratón de Tasty.
Como toda persona preocupada de su hogar, la atención es amable y muy guiada, sobre todo para los que van por primera vez y no saben donde partir. Quienes vuelven también son recibidos con un "Tu ya habías venido antes", cosa que ocurrió con mi acompañante pero no conmigo, pues supongo que mi rostro es más olvidable. Y al final, ese "¿todo bien, qué les pareció?" que tanto se ha perdido en los sitios más rellenos de gente.
El plato estrella del local parte de una base creada a partir de una hamburguesa de pavo, cerdo o angus de 175 gramos, preparada con forma de cilindro pero que además incluye en su interior un relleno de queso cheddar. Un quesito que le da sentido a la forma de la hamburguesa y que sirve de tributo a mi burger favorita de siempre: la Juicy Lucy.
La cocción del producto hace que llegue jugosa, tierna, para nada reseca, mientras el cheddar fluye como lava por un volcán de sabor. De hecho, cuando te la sirven, el mesero te hace pequeño pero necesario tutorial sobre cómo comerla y acá les cuento el secreto: hay que inclinar el pancito hacia arriba para que el queso se deslice hasta el fondo. Si andas con un transportador, déjalo en unos 30 grados, lo suficiente para vaya moviéndose pero sin que se acumule en el fondo.
La mezcla de hamburguesa con un completo no solo es un hit por el sabor, sino que también por la comodidad para consumirlo. Ya hemos hablado antes de lo terrible que es el tema de tener que comer hamburguesas con cubiertos, pero la solución del pan batido y alargado que además llega crujiente a la mesa le hace un tremendo favor a la facilidad que significa comer una hamburguesa así de rica.
Pero poco serviría tener esta delicada creación sin un buen acompañamiento y el Burgerdog lo saben. Es por eso que te dan varias opciones de combinaciones, todas muy sutiles ni sobrecargadas de condimentos, como estamos acostumbrados.
La Germana, por ejemplo, viene con chucrut morado y salsa ranchera, la Gringa con cebolla caramelizada y una salsa barbacoa de ensueño o la Griega, más fresquita, con tomate en cubos y una salsa de cilantro y lima. Todas las recomendaciones son opcionales y también puedes armar tus combinaciones de cobertura y salsa como tu quieras. Fuimos por la Germana y la Chilena (cebolla y salsa TOTO) porque no andábamos con ganas de improvisar. Ambas perfectas.
Pero casi tan perfectas como el sanguchito son las papas rústicas, las que si o si debes probar para acompañar. Son parte esencial de la experiencia del local y ayudar a amenizar la espera del plato de fondo. Papas rústicas hay en todos lados, pero estas vienen sazonadas con paprika, romero y sal de mar. Un formato ideal para compartir y que gustan incluso a los hastiados con las papas como yo.
Y aunque uno se queme algunas veces con el flujo del quesito, el Burgerdog es una idea que vale la pena probar. Es un lugar ideal para ir a un almuerzo express o después de la oficina pero sin entusiasmarse tanto, ya que el local cierra a las 9 de la noche y no abre ni sábado ni domingo, así que es ideal para ese amigo que quiere irse temprano para la casa y separarse del grupo que de seguro terminará en algún bar de mala muerte tras una serie de malas decisiones.
Luego de dividirnos la cuenta, con una sonrisa en la frente y más de alguna quemadura inadvertida por culpa de un queso sin vigilar, le pregunté a mi acompañante por este viaje de sabor que cómo nos imaginaba dentro de un año. Gabriel me responde "celebrando otro año acá en Burgerdog", porque ambos sabemos que no hay forma más honrosa que celebrar los aniversarios de amistad en Facebook, esos que si tu aun no celebras, te recomendamos como buena excusa para salir a probar las comidas que marcan dos buenos amigos.
Porque por sobre todas las cosas, Burgerdog resuelve de manera definitiva la pregunta entre ¿Qué es mejor? ¿La hamburguesa o el completo? Porque todos sabemos que la única respuesta para eso es ¿Y por qué no las dos?