Las expectativas que genera el último episodio de Dragon Ball Super contrastan completamente con lo que fue el inicio de la serie, que estuvo marcado tanto por el desgano de sus fans como por las críticas al nivel de la animación.
Aquellos 27 primeros episodios, los mismos que eran una reinvención de lo ya visto en dos películas (Dragon Ball Z: la batalla de los dioses y Dragon Ball Z: Resurrección de F) dejaban un mal sabor. Y aquello se debió en gran parte a la idea de extender a aquellas producciones que sirvieron de base. Más aún, ambas difícilmente podrían ser consideradas en un top 10 de las mejores películas de Dragon Ball.
Quizás por eso fue notorio que su traslado televisivo extendió su resolución ya conocida con más tedio y relleno de lo necesario. Sí, esos primeros episodios hacían ver a un Dragon Ball Super dando tumbos, trayendo todo peligrosamente todo a un nivel en que no faltaba el que igualaba su propuesta a lo que ya había sido Dragon Ball GT. De hecho, aunque haya fans del concepto del "super saiyajin azul", la sola idea de su excesivo aumento de poder también le jugaba en contra a la idea que no aportaba en realidad nada nuevo.
Pero posteriormente Dragon Ball Super atacó con dos sagas adicionales que encaminaron el rumbo, entregando historias originales que de todas formas parecían no despegar.
Por un lado, instalaron el concepto del multiverso, con la breve saga del Universo 6 en la que Goku y compañía se enfrentaron en un torneo ante rivales de una realidad paralela en la que no existía La Tierra. La idea obviamente captó la atención por instalarse como una revisión de un elemento de la franquicia que despierta a la nostalgia: los Torneos de Artes Marciales.
Luego, llegó la hora del gran entremés: la saga del Goku Oscuro, que de una u otra forma también se las ingenió para recuperar conceptos del pasado, como el Trunks adulto de un futuro apocalíptico, y siguió expandiendo la idea del multiverso, presentando al Dios del Todo, el ente onmipresente que es el máximo gobernante de la existencia, y también preparando el camino para lo que estaba por venir: la última saga de Dragon Ball Super.
El Torneo de Fuerza: Una gran justificación
El éxito actual de la serie, que volvió a cotas que no se veían desde la emisión de Dragon Ball Z, fue ganada con ingenio por parte de sus creadores. Durante más de 50 episodios, distribuidos en más de un año de emisión, nos han presentado una historia en donde no solo La Tierra está en riesgo, sino que también toda la existencia del universo en el que pertenecen los guerreros saiyajin y sus amigos puede ser borrada en un santiamén.
La idea del Torneo de Fuerza expandió, a lo largo de toda esta extensa saga, el concepto ya conocido de los Torneos de Artes Marciales, agregando una idea de batallas por equipo con reglas y prohibiciones que le dieron más dinamismo a toda esta pelea. Claro, todo surgió luego de que el Dios del Todo - y su contraparte del futuro - llega a la conclusión de que existen demasiados universos mediocres y el combate, de una u otra forma ideado por el propio Goku, se instalaría como la ocasión perfecta para borrarlos, permitiendo que solo aquellos que se ganen su derecho en batalla puedan seguir existiendo.
Los fans de la saga respondieron poco a poco a esta idea con entusiasmo, pese a que los primeros episodios solo establecieron un largo camino para determinar a los 10 integrantes del equipo de Goku, incluyendo verdaderas sorpresas como el Maestro Roshi o un Freezer que fue visitado en el infierno para suplir el cupo que un durmiente Majin Boo no podría ocupar. Pero la forma en que fue armado el escenario sirvió para potenciar todo lo que se vendría después.
La saga del Torneo de Fuerza destaca por sobre todas las cosas hechas en esta serie, pero también sirvió para instalarse como la mayor razón que justifican la existencia de Dragon Ball Super. Cuando se creía que ya nada interesante se podía hacer con la franquicia, que agotó todos sus cartuchos de forma aparente una vez que Akira Toriyama terminó su manga original, los conceptos, ideas y tratamientos de personajes elevaron la vara.
Claro, hubo grandes lagunas, y eso es inevitable en una saga tan larga, pero cosas como la forma en que validaron al maestro Roshi como parte del equipo o los notables equipos de los otros universos fueron sustentando bases que validaron a esta serie. Es decir, en el momento en el que los equipos de los otros universos sirvieron como verdaderos homenajes a diversos géneros del anime, desde el shojo de Sailor Moon a los mechas más clásicos, Dragon Ball Super obtuvo una variedad y un sabor que se diferenció de todo lo que nos habían dado hasta ahora.
El super kame hame ha de Goku contra la fusión de saiyajin, el sacrificio del androide 17, el valor de Vegeta, la destructiva amenaza del líder de las Tropas del Orgullo y la forma en que establecieron el nuevo súper nivel de Goku, en todo a lo que concierne a la Doctrina Egoísta para ensombrecer a la pobre idea del saiyajin blue, fueron solo algunos de los grandes momentos de esta saga.
Pero nada de eso habría valido si no hubiesen justificado a Jiren como la última gran amenaza. Y a lo largo de todo el Torneo de Fuerza, los responsables de Dragon Ball Super se las ingeniaron para hacerlo.
La amenaza Jiren
A grandes rasgos, y más allá de que su diseño sea bastante aburrido y no tenga la gracia de otros enemigos que Goku enfrentó en el pasado, la idea de Jiren sirve para encapsular bastantes elementos que marcan a la franquicia. Por un lado, como un guerrero sin otro objetivo más que ser el más fuerte, existen paralelos entre el luchador del universo 11 y el propio Goku.
Pero es su desdén a la hora de confiar en otros, o su creencia de que solo se necesita en si mismo, lo que lo deshumaniza lo suficiente para instalarlo como algo en lo que el propio saiyajin podría haberse convertido.
Jiren, como el rival a vencer, siempre parecía más una amenaza aburrida, un objeto inamovible que no tenía mucha gracia debido a toda la misteriosa bruma que lo rodeaba. Se desconocía su origen y sus motivaciones, por lo que desarrollarlo como el enemigo fue todo un desafío y los realizadores de la serie se las ingeniaron para que se instalara como el yang del ying de Goku. Esa es la fuerza que terminó dando fuerza a los últimos episodios de la saga.
En el camino hubo sorpresas, y por eso la gran gracia del último episodio es que realmente no es fácil especular con un solo tipo de resolución para definir al ganador del Torneo de Fuerza, especialmente considerando las últimas cartas bajo la manga que sacó el universo 7.
El éxito que ganó Dragon Ball Super con esta saga, reafirmándola por un lado como la franquicia por excelencia del anime y situándola con una fuerza de convocatoria que no tienen otras en Latinoamérica, provocaron que sea un hecho de que la historia de la franquicia no termine aquí. Dragon Ball Super exitosamente terminó justificándose y eso era algo que en algún punto parecía que simplemente no sería posible.
Solo queda un episodio y termine como termine, habrá valido la pena haber seguido cada detalle de esta última saga.
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