Uno de los grandes problemas de la más reciente trilogía de Star Wars tiene relación con la definición de sus personajes. Inclusive el mejor abordado, pues hay muchas cosas bien realizadas con Kylo Ren, queda desvirtuado en las decisiones narrativas que marcan al final de The Rise of Skywalker.
Es decir, en la nueva trilogía que comenzó y terminó J.J. Abrams, los personajes avanzan de forma aleatoria, con acciones que cargan un tufillo que buscaba dejar contentos a la mayor cantidad de fans que fuese posible. Y como suele pasar ante esas decisiones ejecutivas, la creatividad no brilla y se genera un mayor rechazo..
Eso no sucede con el cierre de Clone Wars, la serie animada que tuvo que esperar años para ser concluida y que terminó de una forma completamente satisfactoria. Algo que no es menor al considerar que se trató de una travesía que comenzó de forma tambaleante. Pero desde aquella mala película que llegó a cines, la historia de esta propuesta digital se hizo gigante.
Spoilers a continuación.
Tal como estableció el penúltimo episodio, y justamente lo que estaban esperando todos sus fans, inevitablemente la sombra de la Orden 66 oscurece todo el panorama en la galaxia.
Pero en vez de contarnos alguna de las historias ya conocidas en el Episodio 3, el equipo realizador terminó enfocando todo en sus dos creaciones originales más relevantes: Ahsoka Tano y el comandante Rex. Y el cierre se benefició completamente de esa ruta.
Si bien el peso de la caída de Anakin Skywalker al lado oscuro retumbó en el capítulo anterior, en el que Ahsoka hace todo lo posible para remover el chip inhibidor a Rex, el final gira en una idea: escapar de la nave y encontrarse a si mismos en el camino. Especialmente en términos filosóficos de cada personaje, pues deben dejar ir una era que acabó de sopetón.
Rex ya no podrá ser comandante y Ahsoka ni siquiera podrá ser una exjedi, en un escenario en el que estos simplemente ya no existen, ya que ahora todo será un mundo de blanco y negro, como los colores de los soldados imperiales. De ahí que sus acciones los llevan a ser enemigos públicos del nuevo Imperio, mientras sus excamaradas están programados para cumplir el mandato de asesinar a todo el que esté en contra.
Claro que no solo Rex debe confrontar a sus antiguos camaradas, ya que Ahsoka también debe lidiar con las consecuencias de haber dejado libre a Darth Maul.
Por su parte, el antiguo sith - en una gran secuencia que pone en la balanza el poder de alguien que controla a la fuerza - destruye el hiperpropulsor y saca a la nave de su viaje en el hiperespacio, iniciando una caída libre luego de que la fuerza gravitacional de una luna cercana comienza a entrar en acción.
Las secuencias espectaculares no solo se quedan ahí. El escape de la nave es aún mejor que el descontrol de Maul, entregándonos una serie de momentos de acción notablemente concebidos mientras todo cae a tierra. De hecho, aún cuando siempre estuvo claro desde este regreso que habría alguna forma en que tanto Ahsoka como Rex sobrevivirían a la Orden 66, los realizadores se las ingeniaron para poner a la audiencia al borde del asiento con una elaboración trepidante que da poco espacio a tomar respiro.
Pero hay espacio para darse un tiempo para cerrar los desarrollos de los personajes, ya que en el camino surgen notables interacciones. Por un lado está el hecho de decidir no matar a los soldados, mientras que también está el hecho de que Ahsoka debe dejar atrás su deber como ciudadano de la República, que ya perdió todo sentido ante el alzamiento de Palpatine, y deje ir a Maul.
En el fondo, todo está entrelazado con la decisión de ser una buena persona, de saber hacer lo correcto, y eso está entrelazado con el corazón de Star Wars.
En la conclusión, y ante un memorial construido para aquellos soldados que fueron sus aliados, todo da pie a un epílogo que trae a colación a Darth Vader, la relación de Anakin Skywalker y su expadawan y un sable de luz dejado ahí como algo que alguna vez fue, pero que sigue allá entre las estrellas con un futuro incierto.
Obviamente hay más tela que cortar, y explicaciones sobre ambos, en algunos episodios de Star Wars: Rebels, pero inevitablemente el cierre de Clone Wars tiene todo el peso del fin de una era.
Una en la que hubo camaradas de armas, clones lograron dar con su propia identidad y caballeros jedi que intentaron proteger a una República condenada al fracaso. Pero aunque todo estaba destinado a quedar en cenizas, y prevaleciera la venganza del sith, la esperanza nunca iba a apagarse mientras alguien estuviese ahí para hacer lo correcto.
Esos puntos, entrelazados a la definición propia del crecimiento de Ahsoka y Rex, terminan elevando lo que fue el cierre de la serie animada, que entendió de mucho mejor forma a la épica de la saga que lo que terminaron concretando en las películas live-action.