El final de la segunda temporada de The Mandalorian es puro éxtasis con lo mejor de Star Wars

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El último capítulo es sencillamente excepcional, tocando todas las teclas correctas para reavivar cualquier amor que haya sido mermado por la reciente trilogía cinematográfica.


No es habitual. De hecho, es muy raro toparse con episodios que cierren un arco narrativo de forma tan satisfactoria, que su audiencia simplemente sienta que su corazón está rebosante. Por cada salto al futuro de Six Feet Under o desplome en el laboratorio nazi de Breaking Bad, por establecer algunas de las varas más altas posibles, hay un fundido a negro de Los Soprano, o un escape del limbo de Lost, que termina marcando la pauta sobre una resolución insatisfactoria en general. Sí, hay gente que defiende esos últimos casos a muerte, pero son minoría.

Las situaciones de casi absoluta insatisfacción son mucho más recurrentes. Es decir, ni siquiera hay que profundizar en el fin del Juego de Tronos o aquél cierre de temporada de The Walking Dead que dejó la muerte de Glenn en compás de espera, para que su sola mención reviva la molestia en un montón de personas.

Pero olvídense de todo eso, ya que lo hecho por el final de la segunda temporada de The Mandalorian está en la vereda completamente opuesta. Es literal un orgasmo para fans y seguidores de Star Wars. Y los que no lo sean, también pueden gozar con su pulida propuesta que definitivamente se instala entre lo mejor que pueden ver actualmente en su televisión.

Sin entrar en detalle alguno sobre lo que sucede en el capítulo, solo quiero remarcar que desde el primer minuto se va generando un entramado narrativo que cierra a la perfección los puntos centrales de la historia que confrontó al Mando, el Niño y Moff Gideon. Aquello lo hacen utilizando muy bien a los personajes secundarios que se han ido congregando a lo largo de los últimos ocho episodios, potenciando de ese modo a la sensación de que uno está experimentando una propuesta episódica completa.

Al mismo tiempo, este último capítulo no solo presenta cosas nunca antes vistas en un entorno live-action de Star Wars, partiendo por la forma en que despachan a un stormtrooper hacia el espacio profundo desde el interior de una nave, sino que también cuenta con notables secuencias de acción. Más importante, abre las compuertas para el futuro de una serie que trazará las líneas que definirán el futuro de todos los mandalorianos de la galaxia. Listo, compro en verde mi asiento para la tercera temporada.

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La fuerza está con nosotros

¿Querían una buena pelea uno a uno en contra de un Dark Trooper? Pues la tienen haciendo uso de elementos plantados por capítulos anteriores ¿Ver al Dark Saber en combate? ¡Ni lo duden! ¿Y qué hay del llamado de la fuerza que realizó Grogu sobre la piedra? Oh, prepárense para la satisfacción absoluta.

Inevitablemente, al hablar del final de esta segunda temporada, todas las palabras se concentran en base a lo que sucede en los últimos 10 minutos del capítulo. Lo que ocurre antes es muy bueno, especialmente en lo que involucra a un Moff Gideon, pero lo que se desenvuelve en la resolución es sencillamente excepcional.

No quiero profundizar en detalle, ya que es una sorpresa que realmente espero que no se las arruine un tweet o un comentario de Facebook, pero sí quiero poner sobre el tapete el hecho de que terminé aplaudiendo de pie. Y eso para mi no es habitual.

Generalmente sonrío si algo me parece muy bueno. Puede que se me salga un coloquial “la cagó” cuando lo presentado en pantalla supera mis expectativas. Pero aquí aplaudí. De pie. Totalmente extasiado, como aquella vez en que estaba inclusive dispuesto a hacer la ola de pura alegría ante la muerte de Gus Fring en Breaking Bad.

A pesar de que han pasado pocos minutos desde que terminé de ver el episodio y comencé a escribir este texto, por lo que aún estoy arriba de la ola, creo que tengo la respuesta al por qué de mi reacción: me entregaron todo lo que quiero ver de Star Wars.

No lo hicieron como simple fanservice vacío, que es lo que caracterizó a la última trilogía cinematográfica, ya que aquí todo lo expuesto está realizado de una forma en que narrativamente no hay nada al azar.

También la puesta en escena es perfecta, ya que una vez que sacan el velo de su gran sorpresa, me tenían entregado en la palma de su mano. Y cuando ya estaba completamente satisfecho, me entregaron una escena post-créditos, porque esto tiene una, que termina siendo la guinda de la torta para entusiasmarse con el futuro episódico en Disney+.

A la larga, como The Mandalorian terminó entregándome lo que siempre quise ver de una historia de Star Wars situada después de El Retorno del Jedi, solo tengo flores para repartir en su honor. El trabajo realizado por Jon Favreau, como creador y guionista de todos los episodios de la segunda temporada, fue fenomenal. El aporte de Dave Filoni es invaluable. Y, claro está, nunca pensé que el director Peyton Reed podía llegar a estas cotas.

Solo resta destacar que la segunda temporada generalmente tuvo puntos muy altos, y algunos que no estuvieron tan arriba, pero entre el episodio western-samurai que nos presentó a Ahsoka Tano y este final imperial digno de renovar la esperanza, solo tengo aplausos dignos de una calificación perfecta. Es lo que merece algo que recuperó a mi amor por Star Wars en una instancia en la creía que había sido sepultado con el cierre de la última trilogía.

Así que simplemente doy las gracias y nuevamente me pongo de pie por Din Djarin, Grogu y su notable compañía. ¡Larga vida a Star Wars!

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