Desde el primer minuto del más reciente episodio de The Mandalorian, el sexto de su segunda temporada, queda claro que las cosas darán un giro oscuro en la senda tradicional de Star Wars. Mal que mal, el título lo deja en claro desde el comienzo: inevitablemente llegará “la tragedia”.
Pero más allá del nudo central de la historia de este capítulo dirigido por Robert Rodriguez, que tiene relación con todo lo que involucra al destino Grogu, el episodio saca a toda su artillería de acción una vez que todo se traslada a Tython, un planeta en el que existe una antigua piedra ancestral relacionada a los jedi y que podría permitir que el pequeño defina su destino y eventualmente contacte a un jedi.
En ese camino, la serie concreta un esperado retorno de un personaje de la trilogía clásica. Pero en vez de un mero guiño de nostalgia vacía, que se queda pegado en lo que fue Star Wars en el ayer, se trata de una adición que expande al mundo de The Mandalorian e impulsa a la historia hacia adelante.
¿Lo mejor de todo? Rompe los prejuicios que podrían haberse establecido sobre el cómo se podría concretar su retorno.
Alerta de spoilers a continuación.
En Tython, un planeta que no tiene una característica particular como la de los otros mundos de la galaxia que hemos visitado en esta temporada, el Mando y Grogu se trasladan rápidamente al lugar ancestral. Pero no pasa mucho tiempo antes de que una nave irrumpa en los cielos para desencajar la mandíbula de todos los viejos fans. Finalmente en The Mandalorian hace irrupción el bendito Slave-1.
A borde de la clásica nave cazarrecompensas obviamente está Boba Fett (Temuera Morrison), quien ha seguido la pista del Mando con un solo objetivo: recuperar lo que le pertenece. Su armadura.
El Mando pone sobre el tapete que la armadura es de los mandalorianos, mientras Boba reclama que era la armadura de su padre, quien la recibió por parte de los ancestros del Mando, y es suya por derecho propio. Todo se complica aún más luego de que la cazarrecompensas Fennec Shand (Ming-Na Wen), a quien vimos en la primera temporada, irrumpe explicando que fue salvada por Boba en Tatooine, ahora está a su servicio y tiene en la mira al pequeño Grogu que está en una especie de trance con la fuerza. El Mando tiene que entregar la armadura.
En ese camino, en donde el Mando está dispuesto a suicidarse llevándose a los otros dos para proteger al niño, se establece un acuerdo: Boba Fett está dispuesto a garantizar la seguridad del Mando y el pequeño a cambio de su armadura.
Pero no todo puede ser fácil en The Mandalorian, ya que todo se viene a bajo una vez que hacen acto de presencia las fuerzas imperiales que vienen rastreando a la Razor Crest desde hace varios episodios. Y a partir de ahí, se inicia un verdadero deleite para los ojos.
Con los tres cazarrecompensas atacando sin mayores problemas a los stormtroopers, incluyendo un par de momentos notables, Boba logra recuperar su armadura desde la nave del Mando para salvar el día en el momento indicado. Y a partir de ahí, finalmente vemos a Boba Fett en todo su esplendor. Como nunca lo vimos ni en “El Imperio Contraataca” ni menos en “El Retorno del Jedi”.
Viejo y todo, una vez que está con su armadura, Boba Fett despacha stormtroopers al por mayor, con una destreza propia del que alguna vez fue considerado como el más peligroso cazarrecompensas de la galaxia.
Lo mejor de todo es que todas las secuencias de acción en las que se involucra Boba Fett son una carta de amor por el personaje, eliminando así de una bofetada al recuerdo de la tonta caída al Sarlacc.
Ese es un punto no menor a su favor, ya que aquí vemos a Boba Fett como siempre lo quisimos ver. Al mismo tiempo, también se comporta de una manera honorable, lo que presenta una cara no vista previamente de un personaje que estaba asociado a las desintegraciones sin asco.
Lo mejor de todo es que toda su presentación se gesta sin perder ni una pizca de lo cool que siempre ha sido la imagen de Boba. Todo lo que sucede con Boba aquí es cool y ese es sin duda lo que más destaca en el episodio.
En el cierre, Boba presenta su código de cadena que lleva 25 años codificado en su armadura y el cual demuestra que su padre, Jango Fett, era un huérfano tal como Din Djarin. “Lucho en las Guerras Civiles Mandalorianas”, explica Boba dando pie a que el Mando reconozca que la armadura le pertenece por derecho.
Por su parte, Boba reconoce que está en deuda con el Mando, ya que le había prometido proteger al niño. Y como este fue raptado por las fuerzas imperiales, no saldarán su cuenta hasta que lo ayuden.
De ese modo, y tras la destrucción del Razor Crest, los tres mercenarios a bordo del Slave-1 se trasladan hacia Navarro para iniciar la cacería de la nave de Moff Gideon. Ahí solo queda destacar que probablemente ver al Mando a bordo de esa nave clásica era una de las imágenes más recurrentes que tenían los fans cuando se anunció esta serie.
Ahora la tenemos y solo queda disfrutar lo que se viene en los dos últimos episodios de esta temporada.