Si Madame Gil hubiese sido millenial, no tendría que haber tenido que inventar todo el cuento de los quesitos mágicos para poder estafar a medio mundo, sino que simplemente tendría que haber sabido programar un sitio web y prometer ganancias exhorbitantes usando uno de los conceptos de moda por estos tiempos: las criptomonedas.

Y es que la mezcla del desconocimiento de esta nueva economía digital creada en base a blockchains y el siempre existente deseo de hacer la mayor cantidad de dinero con el menos esfuerzo posible se ha convertido en la situación perfecta para la aparición de nuevas estafas basadas en la inversión en criptomonedas. La más reciente de ellas ocurrió este fin de semana, cuando un sitio llamado Prodeum, que prometía generar ganancias ayudando a invertir para el desarrollo del Ethereum, desapareció de la red, dejando solo una página en blanco con la palabra pene escrita arriba, para luego ser deshabilitada por sus creadores, quienes se llevaron, además, el dinero que sus incautos seguidores habían destinado a invertir.

Pero no es la primera vez que ocurre. Ya se descubrió la estafa de Bitconnect, el cual era una suerte de esquema Ponzi que prometía a quienes invertían dinero con ellos ganar un 1% de interés diario. Obviamente no pudieron cumplir la promesa y el servicio colapsó, dejando a miles de personas sin dinero real ni digital.

Y si bien todavía se desconocen las razones, muchos sospechan que los 400 millones de dólares de NEM (otra criptomoneda de moda) que desaparecieron del servicio Coincheck podrían deberse a algún tipo de mano oscura que simplemente dejó a más personas en la ruina.

El llamado en este caso no es a desconfiar de las criptomonedas, pero tampoco pensar que son el equivalente a ganarse la lotería. Como cualquier mecanismo de inversión, debe realizarse de manera informada y cautelosa, pero por sobre todo desconfiar de cualquiera que te ofrezca multiplicar tu dinero como si fuera un quesito digital.