Como toda persona que alguna vez estuvo en alguna casa de estudios superiores en Chile, se que el ping pong es la actividad recreativa por defecto para liberar tensiones, definir conflictos y para esperar de manera saludable el paso del tiempo entre ventanas.
Por supuesto que desde eso ha pasado mucho tiempo y no había vuelto a tomar una paleta del popular deporte por más de una década. Pues bien, nunca pensé que sería durante CES, una feria de tecnología llena de circuitos, pantallas y mucho sedentarismo, la vez en que retomaría la actividad que durante años definió mis recreos.
Un regreso tan anunciado no podía ser frente a cualquier rival. Y es que este año en Las Vegas lo que me tocó hacer fue algo que realmente nunca habría pensando anotar en mi lista de cosas para lograr antes de morir: jugar ping pong contra un robot.
El verdadero protagonista de esta historia se llama Forpheus, la sexta generación de un proyecto de la compañía japonesa Omron, y que fue la gran estrella del salón sur del centro de convenciones de Las Vegas.
Forpheus es un robot hecho exclusivamente para jugar ping pong de una manera maestra y utiliza todas las ventajas de la tecnología para lograrlo: un sistema de dos cámaras estereo que siguen el movimiento de la pelota en cada momento, dos sensores de movimiento que están pendientes de cada parte de mi cuerpo, una cámara de alta velocidad fija solo en la paleta y un brazo robótico de 6 ejes capaz de realizar diferentes tipos de golpe. Todo esto, sumado a una inteligencia artificial, le permiten tomar decisiones y ejecutarlas en una milésima de segundo. Toda la esencia del deporte reducida a un veloz cálculo matemático. Bellísimo.
Y aun sabiendo todo eso, decidí paletear unos minutos con mi nuevo amigo digital y por supuesto que la experiencia fue por decirlo de manera suave decadente. Por supuesto, hablo de mí y el intento de juego que salió de mi en ese momento.
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Y es que jugar con Forpheus es de cierta manera muy diferente a jugar contra una pared, ya que la pared no improvisa, no cambia de tiros y por sobre todo, no intenta ganarte. La visión imponente de este aparato y la rapidez de su brazo robótico te obligar a pensar igual de rápido y en cada momento. Y aunque sabía que no llegaba a la feria para ser el John Connor del ping pong robótico, lo importante en todo este proceso fue saber que en el fondo cada golpe lo hacía el robot porque me quería.
Porque Forpheus no solo juega, sino que también te analiza: sus cámaras pueden saber si estás feliz, triste o enojado y ajustar el juego dependiendo de tu frustración, para que lo pases bien. Quizás debí mostrarme más frustrado para que tuviera compasión.
Además, es capaz de medir el nivel de juego y por tipo de golpes que haces. ¿Adivinan qué fue lo que dijo de mi? Obvio, que era un principiante.
Por supuesto, también registré un duelo con una persona que si sabe jugar y allí las habilidades de Forpheus se notan mucho más puestas a prueba. Pero aun así, imbatible.
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La pregunta que cabe hacerse es ¿Y para qué sirve? En estos momentos, Forpheus es solo un robot para demostraciones en ferias y eventos alrededor de Japón y el mundo, para mostrar de manera muy efectiva como es que Inteligencia Artificial y Robótica pueden ir de la mano y enseñarnos a jugar algo tan simple como una partida de ping pong. Sus creadores dicen que, eventualmente si jugara lo suficiente contra él, sería capaz de mejorar mi juego, en lo que ellos llaman un trabajo de armonía entre la máquina y los humanos.
Terminada la CES, Forpheus volverá al laboratorio en Japón para seguir mejorando su funcionamiento y quién sabe, en una de esas lo vemos en los Juegos Olímpicos de aquel país desafiando a los mejores jugadores. Y yo, como buen perdedor, estaré esta vez del lado de las máquinas.