Por estos días, en el fútbol chileno hay dos alegatos de moda. El primero tiene que ver con el bajo nivel de los arbitrajes en el inicio del reciente Torneo de Transición. Y el segundo guarda relación con el uso injustificado canchas sintéticas en lugares de clima fértiles y amigables como Quillota o La Florida, pero... ¿Por qué no se nombra Puerto Montt en esta pataleta?
Lo que sucede es que para el caso de la capital de la Región de Los Lagos sí existe un consenso para utilizar el césped de plástico: Allá en el sur, la lluvia realmente hace de las suyas. No como en Santiago, donde bastan dos gotas para que quede la esposa del zorro. Pero esa es yegua de otra trilla...
Hasta el 2002, momento en que se inauguró el pasto sintético en el Chinquihue y en el fútbol chileno, jugar en Puerto Montt se resumía de esta forma: La cancha se mantenía relativamente verde y pareja hasta los 15 minutos. Luego, poco a poco comenzaba a emerger un barrial que en el segundo tiempo se convertía en trinchera. Y todo esto era proporcional con lo que sucedía con la indumentaria de cada jugador, que ya a los 35' quedaba inservible por el barro que se pegaba. Había que cambiarla en el entretiempo, aunque rápidamente todo volvía a ensuciarse.
No era fácil jugar en Chinquihue. Los equipos de toque pulcro simplemente eran arrasados por el local que, además, conocía todos los accidentes geográficos de la cancha. Además, los futbolistas debían ser muy valientes ya que el riesgo de lesiones era mayor. Y el trabajo de los arqueros era crítico, porque les tocaba atajar en la zona más mala de la cancha. Era la época en que los botes extraños descolocaban a los porteros y abultaban la cuenta goleadora de los delanteros.
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En la era pre-sintética, Deportes Puerto Montt obtenía una gran ventaja. En un grupo, estaban los jugadores de casa, que desde muy pequeños jugaron en el barro: Víctor Cancino, Rodrigo Viligrón, el chilote César Yáñez, sólo por nombrar algunos. Y otro grupo sobresaliente fueron los futbolistas provenientes de ligas con canchas de mala calidad, como el ascenso argentino y el fútbol paraguayo: los transandinos Oscar Gualdoni y Sandro Velazco; y los guaraníes Raúl Duarte, Justo Javier Meza y el goleador Domingo Arévalo.
Con el Chancho Lorenzo como espectador de lujo, Arévalo se cansó de hacer goles con la camiseta de los "mariscales". Tras llegar al club con el técnico guaraní Alicio Solalinde al inicio de la temporada 1999, el artillero fue ser convocado a la selección de su país por el DT Sergio Markarian, merced a su eficiente producción en la liga chilena.
En total, marcó 25 goles y fue el tercer máximo anotador del campeonato, detrás de Pedro González (28 goles por Universidad de Chile) y de Mario Núñez (34 goles por O'Higgins).
Arévalo se inició en River Plate de Paraguay, y defendió también a Sol de América y a Olimpia en Paraguay, y a Estudiantes de La Plata en Argentina. Además, en el balompié nuestro, con posterioridad defendió a Santiago Wanderers en 2000. Con los "caturros" alternó titularidad con Marcelo Corrales y anotó 10 goles. Un año más tarde jugó en Everton, en la Primera B.
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Domingo Arévalo está justo al medio entre los hincados. A sus costados están Juan "La Vieja" Quiroga y Justo Javier Meza.[/caption]
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Domingo Arévalo con la camiseta de Santiago Wanderers.[/caption]
EL DATO: Domingo Arévalo fue compañero de Juan Sebastián Verón y de Martín Palermo en Estudiantes de La Plata.