Los sucesos en torno a la batalla de la "larga noche", en donde la amenaza del Rey de la Noche llegó a su fin, inevitablemente abrieron la puerta para definir a las fuerzas de Cersei Lannister como la última gran fuerza antagonista que queda en Westeros.
Por eso los sobrevivientes de Invernalia, aquellos que tuvieron que enfrentarse a la legión de muertos que arrasaron con casi todo, no tienen mucho tiempo para lamentar a aquellos que cayeron heroicamente dando su vida para salvar al mundo. Una última despedida, lágrimas derramadas o un beso en la frente de Ser Jorah, no pueden eclipsar el hecho de que en el sur, en Desembarco del Rey, debe desarrollarse la "última guerra".
Pero antes, claro está, hay espacio para la celebración. Una larga fiesta en donde la lujuria salda cuentas de fanfiction que no fueron dadas en el episodio anterior.
En ese escenario, el antepenúltimo episodio de Game of Thrones se enfocó inicialmente en rendir un último y breve honor a los caídos con Jon Snow a la cabeza de una elegía. Despidiendo a los hombres y mujeres que dejaron atrás sus diferencias, todo da pie a una última cena, las fichas comienzan a reacomodarse. Al igual que algunas camas, tal y como en las antiguas temporadas.
"Los muertos, están muertos", dice el perro Clegane en un momento, porque el futuro sigue abierto. Aunque también sus palabras apuntan al interés de Gendry por Arya. De hecho, en los primeros minutos de la serie, uno de los puntos que definieron los realizadores de la serie fue dejar al hijo bastardo de Robert Baratheon como el nuevo lord de Bastión de Tormentas. Pero con ese reconocimiento, Daenerys también demostró que el juego de tronos sigue adelante, ya que ese honor entregado solo buscó sacar a un reclamante al trono del camino.
Al mismo tiempo, y una vez que Gendry busca que Arya lo acompañe como su esposa, la asesina del Rey de la Noche le da un último beso para recordarle que ella nunca quiso someterse como una dama y ambos deben distanciarse. En ese sentido, los personajes clavaron muchas banderas para definir sus posturas y convicciones.
Un elemento clave es el gran secreto a voces en que se convirtió el verdadero legado que corre por las venas de Jon. Una vez que se reveló que es heredero Targaryen, y su reclamo al trono es el más fuerte de todos, su ruta se desvió completamente de la previsible pero esperada ruta que supuestamente lo llevaría a una confrontación contra el Rey de la Noche que nunca llegó.
Desde que se reveló su verdadera identidad, el camino de Jon inevitablemente lo relacionó de forma más directa al trono que ha estado al centro de todo el juego que ha marcado a la serie desde la primera temporada. Y precisamente de eso no se olvidó el nuevo episodio, especialmente en lo que concierne a las sutilezas que representaron las reacciones de Daenerys hacia Jon durante la fiesta y las exigencias que hizo en privado. De hecho, una vez que ambos están a solas, su intimidad ya no funciona y el tema del trono se instala como la brecha en donde la Madre de los Dragones busca reafirmar su postura como la única que se merece estar al tope.
Pero como ha sido la tónica en esta última temporada, los puntos de vista de Sansa, quien deja en claro que ya no es la "pequeña ave" de antaño, y Daenerys siguen creando una brecha que parece que no será fácil de soslayar. Las diferencias que concluyeron con la batalla, inevitablemente deben volver. Y Jon, y la revelación que hace a sus primos Stark, se vuelve uno de los momentos clave. Aunque Daenerys le pide que nadie más sepa que Snow en realidad es un Targaryen, las presiones y desconfianzas provocan que el heredero acepte que Bran revele toda la verdad.
Con la escalada de situaciones dando el salto al tablero estratégico para definir la forma en que las fuerzas sobrevivientes afrontarán la batalla definitiva que definirá el destino de Westeros, Bronn también llega para concretar una nueva apuesta, pues siente que aún con su ejército reducido, la vida de Cersei se extinguirá si Daenerys y sus dragones actúan. Con los hermanos Lannister aceptando un trato, o las propias maquinaciones que comienzan a darse entre Sansa y Tyrion, inevitablemente todo comienza a girar en torno a las desconfianzas que despierta Daenerys como una reina que quiere llegar al trono sea como sea.
Ese factor, esa brecha comienza a resquebrajar lo que antes parecía algo seguro, ya que la figura de Jon, a ojos de muchos de los sobrevivientes con poder, representa una mejor elección para el futuro. Pero aunque una y otra vez, Snow deja en claro que no quiere el trono, muchos no están contentos con el hecho de que Daenerys deje en claro que su objetivo es librar al mundo de los tiranos, sin importar las consecuencias.
Con las fuerzas de Cersei dando el primer golpe de sorpresa, asesinando a un dragón y tomando como rehén a Missandei, inevitablemente el estado mental de Daenerys se enfoca en cobrar venganza, caiga quien caiga. Varys, al mismo tiempo, deja en claro que velará por la seguridad de los inocentes, ya que todos tienen que tomar una decisión en los momentos definitorios del conflicto.
Esos frentes, la amenaza de Cersei y la propia desconfianza hacia Daenerys, comienzan a pintar un oscuro escenario para todos aquellos que esperaban una resolución limpia, en donde las fuerzas del bien destronaran al mal que representa la reina Lannister.
Como suele suceder en el mundo de Game of Thrones, los matices son los que terminan quebrando el corazón, ya que los deseos y la codicia sobreponen el bien general. Y, al mismo tiempo, aunque muchas cosas cambien, otras simplemente no lo harán, tal y como sucede con Jaime Lannister, quien deja el norte y su nueva relación con Brianne, para ir a un Desembarco del Rey que parece destinado a ser caer ante la furia de Daenerys. Aunque intentó cambiar, hay cuentas que un Lannister no puede desconocer.
En una escena sacada del Retorno del Rey, en los últimos momentos del capítulo, Qyburn actúa como una especie de "boca de Saurom" para advertir que el ejército de Daenerys ya no representa una amenaza. Pero Tyrion, buscando dialogar para evitar que todo sea destruido por el fuego del dragón, pone su vida en riesgo para hablar con Cersei e intentar un último ruego. Pero la guerra es inevitable, la Lannister ya recorrió demasiado como para abandonar su corona así como así y el corte de la cabeza de Missandrei es la declaración de que todos se jugarán las fichas hasta la última gota de sangre.
Dracarys, las últimas palabras de Missandrei, son el llamado a quemarlo todo, lo que vuelve inevitable un conflicto definitivo que entregará una última batalla en donde lo quiere Daenerys y lo que quiere Cersei va en conflicto directo con el bienestar general. Por eso el baño de sangre es inevitable. La guerra no puede esquivarse. Está declarada. La clave de todo es que, gane quien gane, las cosas no pintan bien para ninguna de las dos mujeres que más quieren quedarse con el trono. Desembarco del Rey, después de todo, finalmente puede quedar reducido a cenizas. Tal y como lo deseó alguna vez el "Rey Loco".
En una serie muy diferente, llamada Battlestar Galactica, un lema clave es que todo el derramamiento de sangre, muerte de mundo y fin de mundo ha pasado y volverá a pasar. Pero en el mundo de Westeros, está claro que ya nadie está dispuesto a romper el ciclo de violencia que inevitablemente lleva a que el mundo termine.