"Vamos a invitarlos a vivir un momento de magia, de música, de rayos láser... y en tercera dimensión". La introducción, trece años después, sigue sonando tan grandilocuente e inexplicable como en el verano de 2004. Con esas palabras, la entonces animadora del Festival de Viña, Myriam Hernández, trataba de presentar a lo que se suponía era un número de primer nivel mundial.

"Un artista francés, que se presentó en Mónaco en el Festival de Magia y obtuvo el primer lugar", decía el siempre compuesto Tío Redcompra Antonio Vodanovic, asegurando que lo que se venía era una "fantasía".

"El Hombre Láser, Theo Dari", alcanzó a decir Vodanovic antes que se apagara toda la Quinta Vergara y apareciera un hombre en medio de luces verdes y celestes, haciendo una especie de yoyó con las luces en medio de sonidos que recordaban los sables láser de una película de homenaje de Star Wars de bajo presupuesto.

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Cuando al primer minuto empezaron las pifias, quedó claro que algo andaba mal, probablemente desde el principio. El tamaño gigante del escenario de Viña no se prestaba para el juego de luces que, además, tenía segundos en que parecía que fallaba. Y la monótona luz verde de la presentación no ayudaba demasiado.

Seis minutos después, entre pifias y algunos escasos aplausos, Dari se retiraba, mientras Vodanovic decía: "Agradecemos a la embajada de Francia el patrocinio de este número".

Una más de las múltiples rarezas que constituyen parte importante de la riqueza freak del Festival de Viña.