Entre elegir ver Star Wars: The Force Awakens y las precuelas, no poco siempre elegirán al Episodio VII. Aún así, la elección de J.J. Abrams es la ruta menos atractiva que podría haber tomado Lucasfilm para el Episodio IX.

Gran parte de eso se debe a que el gran problema de The Force Awakens fue su condición de reimakuela. Con el Episodio VII siendo parte reinicio, parte remake y parte secuela, no hubo mucho espacio para una verdadera novedad.

Su apuesta nostálgica, que temáticamente eligió el complicado camino de la excesiva familiaridad, cumplió con lo básico: devolver a la saga a un punto lo suficientemente aceptable como para retomar una mística que parecía perdida tras las precuelas. Reflejo de ese objetivo cumplido fueron los más de dos mil millones de dólares recaudados.

El trabajo de J.J. Abrams, como principal fuerza creativa del Episodio VII, dio pie a que la película "se sintiese" como las películas clásicas de la saga, en su replicación en diseño y formas, pero no hay que olvidar que, por otro lado, su propuesta carecía de ese gancho que nos invitaba a descubrir cosas nuevas con cada capítulo. Volvimos a casa, pero no a esa casa.

Una apuesta efímera

Toda el agua que pasó bajo el puente desde su estreno también remarcó una idea: The Force Awakens siguió un esquema base demasiado conocido, tocando un tipo de teclas cada vez más presente en el cine comercial que busca regurgitar marcas populares. El Episodio VII fue la maquinaría de promoción funcionando en su mejor punto. Y en esa dinámica, no se logran grandes cosas.

Hay que tener en cuenta que Abrams tomó decisiones que contribuyeron a la idea de confrontar el estigma de las precuelas, pero que al mismo tiempo dicho avance estaba amarrado a la nostalgia. Más aún, dicho despertar de la fuerza estuvo marcado por "la extrema coincidencia narrativa" de sus sucesos. Que justo sus protagonistas se topan con el Millenium Falcon. Que, mira tú, justo lo encuentran posteriormente Han Solo y Chewbacca.

Su propuesta de reimakuela fue, en definitiva, una mera proyección hacia el nuevo futuro de Lucasfilm bajo el amparo de Disney, pero no más. Su aporte fue efímero, como mero punto de partida. Quizás por eso, ahora que ese terreno se zanjó, hay muchísimas más expectativas para lo que puede hacer un realizador como Rian Johnson para lo que se vendrá en Star Wars: The Last Jedi.

El factor Abrams

Considerando la carrera de Abrams, el rescate nostálgico que ya había instalado con Super 8, la cajita de los misterios de la productora Bad Robot y lo que fue el trabajo del director a la hora de concretar una secuela para su reiniciada Star Trek, obviamente habrá quienes reciban la nueva noticia de su participación en el Epsidio IX de Star Wars con mucha precaución. Inclusive como una crónica de una decepción anunciada para los más pesimistas.

Pero el tiempo entre Force Awakens y lo que se vendrá en la nueva entrega traza una ruta de dos caminos: O Abrams aprendió de los errores del Episodio VII o, de lo contrario, todos aquellos descontentos con aquella película pueden ir afilando sus cuchillos.

Sí, Chris Terrio, escritor involucrado en películas como Argo, Batman v. Superman y Justice League, será un co-guionista. Pero Abrams ya tuvo de su lado en el Episodio VII a Lawrence Kasdan, escritor de El Imperio Contraataca, y eso no significó que el resultado fuese más sustancioso.

En definitiva, tengan en cuenta que esos 2 mil millones de dólares solo le dicen a Lucasfilm que esta sí es una buena idea. No solo con un realizador que conocen, sino que es uno de sus colaboradores más importantes en esta nueva etapa, que fue productor, guionista y director del Episodio VII, además de productor ejecutivo del Episodio VIII.

La elección de Abrams es una buena noticia para Star Wars, como franquicia, como producto de Lucasfilm. Quizás eso es lo más lamentable.