La llegada de una nueva versión de Monopoly con reglas que permiten ,hacer trampas y ganar beneficios con ello, fue bastante bien recibida por la comunidad de fanáticos del juego de mesa más popular del mundo. Con una campaña que incluye al Tío Emilio Sutherland, Hasbro hizo la presentación en sociedad del juego que modifica varias reglas del tablero clásico y lo convierte en una versión aun más caótica y rápida para jugar.
Pero no todos parecen estar contentos con este nuevo título. Marcelo Drago, el presidente del Consejo para la Transparencia de Chile se refirió en duros términos al anuncio del nuevo juego de mesa: dijo que le parecía inconcebible la idea de un juego que premie a los que quieren pasarse de listos y que ideas como estas "hacen retroceder en nuestras acciones en contra de la corrupción".
Señaló, además, que "es insultante que el trabajo de una institución como el Consejo para la Transparencia tenga que enfrentarse a la creatividad, por decir algo, mal utilizada de un grupo de eventualmente profesionales del entretenimiento y que empañen la labor que desarrollamos hace años con niños, niñas y adolescentes".
Pero ¿es realmente tan así? ¿Es el Monopoly para Tramposos el comienzo de una revuelta social basada en la desconfianza para las instituciones? Bueno, no tanto. Y para ello, hay que entender por qué Monopoly para Tramposos se llama así y qué elementos nuevos agrega al juego.
El Monopoly Cheaters Edition, como se conoce originalmente, es una de las tantas versiones de Monopoly que aparecen cada año, y una que modifica en varios aspectos su jugabilidad para hacerlo diferente al resto. Es un juego mucho más rápido que lo habitual, porque por ejemplo, solo tiene hoteles, por lo que los precios de las propiedades se elevan muy rápidamente. Tampoco tiene empresas como los ferrocarriles o los servicios, sino que casillas que te teletransportan a otro sector del tablero. Y tampoco tiene un banquero, sino que una bandeja con todo el dinero que se va pasando de jugador en jugador cada vez que sea su turno.
El juego base es prácticamente lo mismo de siempre: lanzar dados, mover la ficha, hacer lo que pase en la casilla. Y en teoría, el juego puede seguir jugándose como un Monopoly tradicional. Pero luego de conocerse un estudio en donde se reveló que el 50% de los jugadores trata de hacer trampa mientras juega Monopoly, sus creadores decidieron tomar esta actitud y convertirlos en una mecánica de juego.
Porque el corazón del Monopoly para Tramposos no está en permitir a todos hacer lo que quieran, sino que en un grupo de cinco cartas que son colocadas al azar en la partida y que determinan qué reglas pueden romperse.
Cada juego cuenta con un set diferente de estas cartas. A veces puede ser "Roba dinero del banco". Otra vez "coba más dinero cuando pasas por la casilla inicial". Otras aun más alocadas, te permiten colocar piezas de hotel en casillas donde aun no se permite o quitarle un hotel a un rival.
La gracia está en que todas estas trampas tienen su riesgo: si te pillan en cualquiera de estas actividades, el jugador no solo recibe un castigo en dinero sino que además, se va a la cárcel y con unas esposas que el juego trae y que le impedirán moverse con libertad hasta su nuevo turno.
La trampa en esta versión de Monopoly es, al final del día, una oportunidad de riesgo, y sabiendo que todos los jugadores estarán muy atentos a lo que los otros hacen, lograrlas es una tarea realmente difícil. En ese sentido, mientras no estás jugando cada persona asume un rol fiscalizador que busca precisamente castigar al que quiere hacer trampa, y el tramposo realmente tendrá que ser muy hábil para lograr su cometido.
Es cierto, el juego se llama Monopoly para Tramposos y romper las reglas del juego es parte de la estrategia para ganar más rápido, pero claramente no es la única forma de ganar.
Y por lo demás, no es el único juego construido sobre la base de la desconfianza.
De partida tenemos todo un género de juegos de bluffeo, en donde el engaño al otro jugador es clave para intentar ganar. Juego como el dudo o el mismísimo Poker se basan en la habilidad de aparentar algo que no es para sacar ventaja del rival.
Luego tienes todos los juegos de roles sociales como La Resistencia o Timebomb, en donde hay dos equipos de identidades secretas y los malos, por lo general, intentarán hacerse pasar por buenos.
Juegos como La Polilla Tramposa, por ejemplo, se revuelven también bajo el concepto de la trampa y de como deshacerse de cartas sin que tus rivales lo noten. De hecho, este juego fue diseñado por los hijos de Inka y Markus Brand.
Y este otro juego, también de cartas, usa unos dados para elegir un jugador que en su turno tendrá más poder que los otros.
La lista puede seguir, pero el punto es que dentro del contexto de un juego, el engaño puede usarse como una mecánica de juego. Y si entendemos a los juegos como lo que realmente son, un espacio de suspensión de la realidad en donde todos los jugadores se ponen en común para vivir una experiencia en conjunto, entonces no hay nada de malo con que ni el Monopoly ni ningún otro juego lo utilice con un fin lúdico.
Un buen juego es el que delimita de manera perfecta que es lo que se puede hacer y que es lo que no, y en ese sentido, lo único que hace Monopoly para Tramposos es agregar oportunidades para jugar un poco con sus mismas reglas. Es, de hecho, la antítesis de la trampa ya que es el mismo juego el que te dice que trampas puedes hacer y cuales no. Y si tienes permiso para hacer una trampa ¿donde está la subversión?.
Y si a eso le agregamos que el juego efectivamente castiga a quienes son pillados, se entiende dentro de sus propias reglas que hacer trampa sigue siendo arriesgado.
Los espacios lúdicos son, precisamente, espacios seguros para poder experimentar realidades, narrativas y momentos que de otras formas no podrían ocurrir. Y catalizar la tentación de engañar a nuestros amigos en un ambiente controlado es lo que hace que el espacio del juego siga siendo un espacio que debemos seguir protegiendo.
Lo que si resulta curioso es pensar por qué a Monopoly se le critica cuando incorpora trampas en su juego y no cuando sabemos que para ganar hay que dejar a nuestra familia y amigos en bancarrota.