Mientras los fanáticos de la WWE tienen que inventarse razones para seguir viendo RAW y Smackdown cada semana y obviar que muchas veces pierden 3 horas de su vida, hay una marca dentro de la federación de lucha que al parecer nunca decepciona. Se trata de NXT, el pequeño show amarillo que opera cada miércoles por la WWE Network y que es, a grandes rasgos, la división de desarrollo de la compañía.

Una división que opera a un ritmo muy diferente al del roster principal, lo que permite trabajar más en los personajes, las historias y sobre todo, las peleas, en un ambiente sin el desgaste que significa viajar alrededor del mundo todos los días del año.

Desde hace mucho tiempo que se dice que los Takeover, los eventos de NXT que se muestran el sábado antes de un gran PPV como Royal Rumble o Wrestlemania, son mucho mejores que los eventos principales de la marca. Sin ir más lejos, su último evento principal obtuvo las codiciadas cinco estrellas de Dave Meltzeralgo que las estrellas principales de la empresa no conseguían desde el 2011.

Pero ¿qué tan buen negocio ha resultado esta división? Según Jim Cornette, una de las figuras más controversiales del mundo de la lucha libre y que estuvo a cargo de la OVW, la antigua división de desarrollo que estuvo a cargo de entrenar a estrellas como Batista, Brock Lesnar y John Cena, NXT no tendría el mismo nivel de éxito financiero que podría creerse.

Según Cornette, en el 2016, NXT vendió 7 millones de dólares en tickets, teniendo 20 millones de dólares en gastos para esos shows. Y el año pasado, las ventas de entradas bajaron a 6 millones de dólares y los costos, subieron a 25 millones.

Ahora, todo el tema de los costos siempre es relativo, ya que por un lado también hay venta de poleras y otro tipo de merchandising, pero también está el hecho de todo lo que se gana generando el hype para la llegada de nuevas estrellas. Porque al final, esa es la razón por la que NXT sigue existiendo, porque da lo mismo perder una cantidad de dinero pequeña considerando lo que maneja la WWE, para preparar la llegada de estrellas como Nakamura, Bobby Roode o Kevin Owens, que terminan generando muchas más ventas de entradas y fanatismo que, de otra forma, habría tomado más tiempo lograr.

Y es que el valor de NXT como marca es uno que no puede medirse simplemente con números o contando billetes verdes.