El otro día mientras estaba en mi living, me di cuenta de que mi colección de juegos de mesa ya se estaba descontrolando. Desplegados como una torre de virginidad, la razón por la cual me he vuelto tan adicto a estos juegos es muy sencilla: son la forma de entretenimiento social que más me gusta.
Mientras las consolas las guardo para experiencias como Persona, como Zelda o esperar un nuevo Mario, cuando invito amigos a mi casa la Play ya no sirve más que para poner música o ver YouTube. Y cada vez mi presupuesto mensual para videojuegos se reduce mientras que el de los tableros va aumentando.
Intenté buscar las razones de este cambio de mentalidad y tras meditar un buen rato por fin las encontré y las quiero compartir para ver si alguno de ustedes también se anima a al menos intentarlo.
Son la experiencia multijugador definitiva
Es cierto que hoy casi todo lo que sale para consolas está pensado en el modo multijugador. La necesidad de obligarte a estar conectado todo el tiempo en la consolas y así justificar el cobro del servicio ha hecho que las historias solitarias sean cada vez más reducidas o, como es el caso del Overwatch, simplemente no tengan historia.
Con eso uno podría pensar que los videojuegos están en su época de oro en cuanto a juegos multijugador, pero no hay nada más alejado que eso. Las interacciones que antes eran cara a cara ahora son todas por un micrófono y un par de audífonos. Si quiero jugar Destiny o Ghost Recon Wildlands con mi hermano, en la misma casa, buena suerte comprando dos teles, dos consolas y dos copias del juego.
Los juegos de mesa son el regreso de esas juntas clásicas alrededor de un Super Nintendo viendo la cara de tus rivales y pudiendo gritar los triunfos en la cara. Puedes desde hacer duelos 1 a 1 hasta abrir la mesa para 10 personas, cada una con su rol, si es que encuentras el juego para eso. La cultura lúdica siempre se ha tratado de incluir gente más que de excluir y en ese sentido, los juegos de mesa retienen la esencia de la reunión social que la comodidad del juego online se ha llevado.
Y para los que dicen que no tienen tiempo para eso, les recuerdo que esto es sobre calidad y no necesariamente cantidad.
Acá está la innovación
Reconozcamos que los videojuegos están en un proceso creativo totalmente estancado. Las historias ya están siendo las mismas, los protagonistas son iguales, y las mecánicas de juego, para que decir: FPS tras FPS, tras FPS.
Los juegos de mesa, en cambio, son el lugar donde a mi juicio se están haciendo las decisiones de diseño más riesgosas de hoy: desde juegos como Pandemic Legacy que se cuentan como una historia que altera de manera permanente el tablero, obligando a los jugadores a colocar stickers que no se pueden remover o a romper cartas para que no se puedan usar de nuevo durante la campaña, hasta otros que usan aplicaciones para generar escenarios distintos.
Solo en el mundo de los juegos de mesa puedes encontrar juegos sobre hacer vino, encontrar y derrocar el gobierno de Hitler, jugar a la ruleta rusa, sobrevivir en una isla perdida, controlar un canal de televisión, construir las pirámides de Egipto o encontrar al Hombre Lobo escondido en una aldea, y que todos sean diferentes entre sí e igual de entretenidos.
La comunidad aún no se intoxica
Los niños rata se han tomado los videojuegos y no hay como pararlos. Para muchos, sobre todo los que son novatos, la comunidad gamer no es de las que reciba de mejor manera a los que están aprendiendo, ni tampoco a las minorías. No todos son así, pero créanme, es mucho más probable encontrar a un niño rata despreciable en un chat online que a alguien que tenga paciencia.
La comunidad de los juegos de mesa está creciendo, y por lo mismo, nadie puede arriesgarse a ser muy mala onda. Ya sea en juntas semanales que se realizan en centros comerciales o bares hasta grandes eventos como el Tabletop Day, siempre habrá alguien dispuesto a enseñarte las reglas del juego de turno, pues es sabido que mientras más interesados haya, más posibilidades tenemos de armar una noche de juegos.
Solo hay que darse una vuelta por todos los grupos de Facebook sobre el tema y darse cuenta de como todos tratarán de que salgas como experto. Ahora, si hablamos de las escena competitiva, ten algo más de cuidado, ya que los jugadores con olor a queso suelen rondar por esos lados.
Son más amigables mientras envejeces
Amigos, les tengo una mala noticia. Mientras más viejos nos ponemos, más malos seremos para los videojuegos. Los reflejos se hacen más lentos, los dedos ya no son tan veloces y sobre todo si jugamos en línea, la posibilidad de competir con jóvenes llenos de energía y tiempo libre es claramente una desventaja natural.
Los juegos de mesa no requieren habilidades físicas, sino que más bien mentales. Algunos piden concentración, otros piden memoria, otros piden pensamiento táctico y los que más me gustan, permiten que ganes si es que mientes mejor que el resto y si hay algo que todos sabemos hacer bien, independiente de la edad que tengamos, es mentir.
El ejemplo más claro de esto es mi madre, a quien cada vez que la veo le logro enseñar uno o dos juegos de mesa diferentes, algo que ni siquiera he logrado hacer con el Mario Kart.
Sobrevivirán al apocalipsis zombie
A esta altura no sé bien qué llegará primero: si la Tercera Guerra Mundial o el Apocalipsis Zombie. De cualquier forma, en algún momento los recursos serán escasos, la electricidad será un bien preciado y la única forma de sacarnos el estrés será con un buen juego de mesa.
Incluso puedes jugar títulos como Dead of Winter y prepararte para esas situaciones de riesgo, o juegos como La Resistencia para saber qué personas de tu grupo son mejores líderes y cuales son mejores para mentir y así saber bien en quien confiar y en que no.
Yo, por lo pronto, solo se que cuando llegue el día esperado tendré mi mochila llena de comida, fósforos, una linterna y varios dados y cartitas.