Review | 1917 es más que una joya visual

1917

La nueva película dirigida por Sam Mendes es técnicamente impresionante, pero también nos traslada hasta la época de las trincheras para contarnos una historia olvidada. Como aquellas que nos relatan los viejos.



Al abordar una película, o en realidad cualquier obra artística, lo más importante a responder tiene relación con la pregunta del por qué. Y con una película como 1917, que se lleva a cabo en medio de un escenario de la Primera Guerra Mundial, es fácil no dar con una respuesta apropiada, ya que muchos se quedarán con la superficie técnica.

Es más, hay comentarios en redes sociales que la asocian a un videojuego, a raíz de la decisión artística de crear una experiencia inmersiva de una sola toma aparente, o que su propuesta solo nos deja al magistral trabajo de fotografía a cargo de Roger Deakins y no mucho más.

Aquello se debe a que el por qué de este 1917 surge al final de su historia, como un tortazo que abre los ojos justo antes de impactar, en un texto de dedicatoria que encapsula completamente su propuesta. Justo antes de que comiencen los créditos, el director Sam Mendes concreta una dedicatoria a su abuelo, ya que toda la premisa está basada en las historias que él le contó.

Por sobre cualquier aspecto técnico de su producción, es ahí en donde establecen su valor tanto en el texto como en el subtexto. Como lo suyo tiene más de relato mítico sobre la condición humana, que de una experiencia basada en un hecho real, lo que prima es el cómo el cabo Schofield y cabo Blake llevan a cabo la misión que recae sobre sus hombros y que es reflejo de tantas que no fueron registradas en los libros de historia.

El gran pero que confrontará para siempre 1917 radica en el hecho de que esa misión es presentada de una forma cinematográfica tan magnífica, que todo el resto queda en la nebulosa. Y eso no se puede debatir.

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Con un relato que ahora pasa al filme de la mano de un nieto, y que bien pudo haber dado el salto de generación en generación con un sentido del "había una vez", 1917 gira en torno a esos dos soldados que llevan adelante una misión  que es resumida en el siguiente diálogo de la película:

General Erinmore:<em> "Ellos están caminando hacia una trampa. Sus órdenes son entregar un mensaje cancelando el ataque de mañana en la mañana. Si fallan, será una masacre"</em>

A partir de ahí, la cámara sigue constantemente todo los pasos de esa tarea de vida o muerte, en la que Schofield y Blake deben llegar hasta el borde de los dominios de las trincheras británicas, para dar el salto peligroso hacia la tierra de nadie y avanzar hasta la trinchera alemana supuestamente abandonada.

Una vez ahí, deben enfilar con rumbo a las cercanías de un pueblo en donde 1.500 solados aliados planean realizar un ataque destinado al fracaso, ya que los alemanes están preparados con todo, para recibirlos a punta de plomo. Esa es la cruz que cargan los dos protagonistas, de los que no nos despegamos casi por ningún instante, ya que si no advierten del peligro, todos está en riesgo, incluido el hermano del cabo Blake.

Lo que sucede en 1917 pudo o no pudo haber pasado, y ese no es realmente el punto, pero lo relevante radica en lo que nos dice de aquella generación que experimentó algo tan terrible como una guerra de esa escala y cómo muchas de las personas que conocieron murieron en el camino.

También hay una dicotomía en el relato marcada por Schofield, un soldado que se ve involucrado en la misión solo por azar y quien, en el avance de los kilómetros recorridos, debe confrontar su propia decisión de no querer volver a sus país tras haber logrado una medalla y la necesidad final de valorar lo que aún tiene en un mundo al borde del abismo. Pero por sobre todas las cosas, de hacer lo correcto, aunque no lo quiera hacer.

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Técnicamente, 1917 es una delicia y los escenarios que plantea son muy atractivos, especialmente al considerar que en el entorno audiovisual estamos más habituados al contexto de la Segunda Guerra Mundial que de la Primera. Las trincheras, la tierra de nadie, los recovecos de una pelea con armas de fuego primitivas y la putrefacción que deja la guerra humana, que lo destruyo todo en aras de los objetivos civilizados, crean un ambiente que a estas alturas reluce por lo inusual de verlo en pantalla.

Sam Mendes, ya habituado a un aspecto bélico con lo que fue Jarhead, también saca partido a las relaciones efímeras que se dan entre los soldados y el cómo los encuentros en el camino son puro caos, creando una textura narrativa marcada por los accidentes.

Pero obviamente ese tipo de elementos queda en segundo plano ante el notable trabajo de la cámara, la forma en que la narrativa está construida en la apariencia de una sola toma y la forma en que la misión ahoga con la claustrofobia, pero también dando aire en el momento necesario para recordarnos que hay millones de otras historias que están sucediendo en paralelo. Y en la mayoría solo hay espacio para la derrota.

Está claro que los realizadores de 1917 se engolosinaron tanto con el factor técnico, que la narrativa y los personajes quedaron en un segundo plano. Sí, tal como lo planteo, su dedicatoria final sirve para darle un sustento con mayor sustancia a su propuesta, pero en ese momento ya muchos ya están preparados para levantarse y no le darán la importancia necesaria.

Más aún, la relevancia de la misión no es dramatizada de una forma tan brillante como lo que sucede en Rescatando al Soldado Ryan, y existen varios paralelos para concretar entre ambas producciones, pero aún ahí existe valor en 1917. Y es que más allá de su despliegue, siempre valoraré que nos habla de gente que sobrevivió para contar historias pequeñas que no deben ser olvidadas. Hayan sucedido o no.

https://www.youtube.com/watch?v=vmJ50lMKR-Y

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