Review | Atómica, cuando la acción dura saca a flote un endeble juego de espías

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En una película hecha por y para sacarle el jugo a Charlize Theron, el suspenso queda al debe, pero la acción paga la cuenta.



"No confíes en nadie". Esa línea de diálogo define por completo a Atomic Blonde (Atómica), la nueva película protagonizada por Charlize Theron y que bajo la dirección de David Leitch, uno de los co-directores de John Wick, saca partido a su acción dura cuerpo a cuerpo en una propuesta de espías, presentando un thriller que cruza la cortina de hierro.

En 1989, justo en la antesala del colapso del muro de Berlín, la acción de Atomic Blonde se inicia una vez que un agente del MI6, llamado James Gascoigne, es asesinado por un efectivo de la KGB. El británico, totalmente sorprendido por ser abordado por un agente soviético que considera de bajo nivel, tiene claro que alguien lo traicionó. Pero el asesinato no es la verdadera clave, ya que el efectivo de la inteligencia británica tenía en su poder "la lista", un microfilm escondido en un reloj que contiene todos los nombres de los espías aliados activos en la Unión Soviética.

Diez días después de ese asesinato, la agente Lorraine Broughton, otra espía del servicio secreto británico, es interrogada por su jefe del MI6 y un agente de la CIA para conocer los detalles de lo que sucedió en Berlín durante la última película. A partir de ahí, alternando entre el presente y lo ocurrió en la Alemania controlada por los soviéticos, Atomic Blonde inicia su juego de mentiras, acción y traiciones para explicar qué diablos sucedió mal.

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Basada en la novela gráfica The Coldest City publicada por la editorial Oni Press, Atomic Blonde incluye cambios sustanciales que enfadarán a los lectores que buscan una adaptación más fiel. Sin embargo, hay un par de elementos que al menos juegan a favor de esta versión cinematográfica.

Primero hay que tener en cuenta que en medio de la acción de esta producción, en la que James McAvoy interpreta a un agente del MI6 poco confiable que ha pasado una década en suelo de la República Democrática Alemana, se instala una misión en la que hay que recuperar el microfilm de manos de un agente que quiere venderlo al mejor postor.

Pero, al mismo tiempo, los agentes británicos también deben cerrar el trato con Spyglass, un miembro de la Stasi que escribió la lista y que quería cerrar un trato por Gascoigne para abandonar la RDA. No solo eso, dicho agente enemigo cuenta con una memoria fotográfica, por lo que respaldó cada nombre y detalle de los espías aliados.

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En ese escenario, el primer punto a favor de Atomic Blonde es un plano de secuencia que paga la entrada al cine. En medio de un intento para resguardar a Spyglass, se inicia una persecución que mantiene la acción en alto. En una película recargada por un soundtrack New Wave ochentero que eleva los decibeles, Broughton, el personaje de Theron, golpea hombres a diestra y siniestra en secuencias coreografiadas de gran forma.

La sangre se vierte, las balas impactan, los elementos filosos cortan y los agentes soviéticos caen como moscas por las escaleras de un edificio, pero no antes de dar verdadera pelea vendiéndonos que la salvación parezca muy, muy difícil. El problema ante esa notable propuesta de acción es que, debido al mecanismo de flashbacks que emplean en esta película, desde el primer minuto está claro que el personaje de Theron sobrevivirá hasta llegar a la sala de interrogatorios que va cortando la acción cada cierto tiempo.

Aún así, más allá de ese problema aferrado a la base de su relato, el plano secuencia es coronado por una secuencia automovilística de primer nivel que está entre las mejores escenas de acción del año.

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Por otro lado, en su idea de suspenso sin mucha sustancia, Atomic Blonde intenta jugar con mentiras que vuelcan todo en un relato narrativo de sorpresas previsibles y con un ritmo que contrastan al estilo, la acción puesta en escena.

En cualquier película de espías esa situación podría terminar condenando a una película, pero el otro punto a favor de Atomic Blonde radica en su escena final. Cuando todo parece una chacota, un burdo juego en el que mintieron de mala forma a la audiencia, la historia termina reafirmando su idea base: no había que confiar en nada. Ni siquiera en lo que parecía ser absolutamente previsible. Eso salva a Atomic Blonde de su condena.

Siendo más visceral que inteligente, que es lo que más marca a las buenas películas de espías, Atomic Blonde destaca por la acción dura que propone, en vez de todo el entorno de espías con mal foco que intenta vender. Pero considerando el escenario actual, en donde los grandes estudios entregan películas de acción que no salen del esquema en donde los choques y explosiones digitales son más importantes que un puñete bien puesto, hay cosas que terminan sacando a flote a una producción hecha por y para sacarle el jugo a Charlize Theron. Y lo logran.

https://www.youtube.com/watch?v=eehh-Ya7sOE

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