Review | Bayonetta 3 en el multiverso de la locura
Un juego que empuja los límites de la creatividad de Platinum Games y también del hardware de la Nintendo Switch y muestra lo que el paso del tiempo ha hecho a una franquicia desenfadada y que ya encontró su lugar dentro de la biblioteca de Nintendo.
Recuerdo pocos momentos más improbables en la historia de los videojuegos que cuando un 13 de septiembre de 2012, Nintendo anunció que Bayonetta 2 aparecería en la Wii U como un título publicado por ellos y, por tanto, exclusivo para la consola.
En su momento se vio como una maniobra para atraer un público más maduro a la consola de Nintendo que ya no estaba siendo el éxito que su anterior proyecto, pero en realidad ambas marcas se estaban ayudando mutuamente. Y lo cierto es que a pesar del éxito en críticas y el impacto en el fandom, Bayonetta 1 no cumplió las expectativas de ventas ni de Platinum Games ni de Sega, lo que llevó a la cancelación de su secuela y la condena de la serie a convertirse en solo un clásico de culto.
Pero en Nintendo, extrañamente, Bayonetta encontró un nuevo hogar. Bayonetta 2 expandió la serie en calidad y a pesar de que haber salido en la Wii U no ayudó demasiado a masificar la franquicia, ser una exclusiva de Nintendo elevaba las apuestas. El 2016 la bruja llegaba a Super Smash Bros. y el 2017, el año en que debutaba la Nintendo Switch, se anunciaba que Bayonetta 3 estaba confirmado para la nueva consola de la compañía.
Cinco años después de ese anuncio -una espera demasiado grande para el promedio de los anuncios de Nintendo- y 10 después del debut de Bayonetta 2, la tercera parte de la serie finalmente apareció y el resultado fue, como ya nos tiene acostumbrados Platinum Games, un juego excelente.
Pero más allá de su calidad, es también un juego que nos muestra cuanto ha envejecido la Nintendo Switch, cuánto ha cambiado Platinum Games debido a sus propios éxitos y cuál debiese ser el legado de una serie que nació con el desenfado y que ahora es una parte más del engranaje.
Bayonetta 3 comienza de la misma manera que como el teaser que se estrenó el 2017 en los Game Awards, solo que ahora con más contexto. Efectivamente, lo primero que vemos en el juego es a nuestra heroína ser atacada y morir frente a nuestros ojos. ¿Qué? ¿En serio? Y sí. Pero luego conocemos a Viola, la nueva adición protagónica a esta entrega que nos da más contexto: quien vimos morir fue solo una Bayonetta, ya que como está de moda en la ficción de hoy, nos enteramos de la existencia de un Multiverso habitado por miles de Bayonettas, las cuales ahora corren peligro.
Así es como nos trasladamos a otra dimensión en donde conoceremos a la Bayonetta de nuestra aventura y con quien comenzaremos un viaje lleno de locura y desenfreno gracias al poder que nos entrega la narrativa multiversal.
En Bayonetta 3, nuestro objetivo es combatir a unos nuevos enemigos que no vienen ni del cielo ni del infierno, sino que son armas biológicas del mundo de los humanos que viajan a través de todas las dimensiones para acabar con los multiversos y así dejar una sola realidad que las domine a todas. Y la clave de esto pareciera ser Bayonetta, la única adversaria a la altura de hacer este enfrentamiento en cada dimensión.
En cuanto a su jugabilidad, la trilogía no varía su fórmula: el juego se divide en capítulos, que son etapas lineales con secciones de peleas frenéticas contra enemigos y otras de exploración para poder encontrar objetos que te ayudarán a mejorar tus habilidades o recolectar cosméticos. Nada de eso ha cambiado entre el primero y este último.
Tampoco ha cambiado el hecho de que cada una de estas peleas, ya sea con enemigos normales o con los tremendos y alocados jefes, acaban con una calificación que mide todo: lo que te demoraste en pasar la sección, el daño recibido, el combo más largo, y más, con un puntaje que, si bien no implica nada en cuanto al avance del juego ni de su historia, si sirve para darle rejugabilidad al título sobre todo una vez terminada su historia.
Hasta ahora, todo suena demasiado similar, ¿No? Y la verdad es que las novedades son escasas, pero suficientemente creativas como para justificar la existencia del juego y mantenerlo fresco.
La principal es la habilidad de Máscara Demoniaca, la cual te permite utilizar diferentes bestias en medio de los combates, como si se trataran de pokemones. Conforme avance la aventura irás desbloqueando varias de estas bestias que incluyen kaijus, mariposas, arañas, locomotoras fantasmales, sapos, águilas y otras más, las cuales poseen diferentes habilidades y que por lo general utilizarás para combatir enemigos más grandes o bien para debilitarlos y luego finiquitarlos con los movimientos de Bayonetta.
Estas bestias también tienen árboles de habilidad para mejorar sus movimientos y por lo general suelen ser lentas pero poderosas, a diferencia de Bayonetta que es más rápida pero menos fuerte. Por supuesto que usar estas bestias tiene su costo: uno de ellos es la magia, la que se irá gastando mientras dure la invocación o bien cuando la bestia recibe golpes, lo incluso puede noquearla. La otra desventaja es que mientras Bayonetta está haciendo la invocación, queda totalmente vulnerable a los ataques de los enemigos.
Ahora, no sé si el juego es más fácil o el uso de esta nueva mecánica es demasiado poderosa, pero encontré que en esta versión de Bayonetta es mucho más sencilla que las anteriores, lo que se traduce en que tuve muchos menos “game overs” con la misma dificultad. Por supuesto, esto no es algo ni bueno ni malo, y quizás sea parte también de poder contar con más herramientas para el combate, pero en estas alturas de la vida que un juego no te castigue con tanto Game Over se agradece.
Junto con estas invocaciones también están las nuevas armas de Bayonetta, algo que también ha sido parte de la serie, pero que en esta oportunidad sufrió una simplificación necesaria. En títulos previos podías elegir armas para los puños y para las patadas de Bayonetta por separado, ahora solo podrás elegir un set de armas para todas tus extremidades. Esto lo entiendo como una necesidad para no sobre complicar el juego, ya que ahora debes elegir el equipamiento de la protagonista y además una de sus bestias. Lo bueno es que puedes tener un equipo A y uno B para tener dos sets de armas totalmente distintos.
De todo esto se destila un estilo de juego único, entretenido y frenético, apoyado por una fluidez de movimientos que casi casi se mantiene todo el tiempo. Es una lástima ver que por un lado se esté llegando al tope de lo que puede llegar a ofrecer la Nintendo Switch, con grandes personajes, escenarios y efectos visuales, pero que por eso mismo se note que el hardware de la consola ya se está añejando.
No hablo de bajones de frames que lo hagan injugable, sino que de esos que aparecen de repente solo para recordarte que la Switch está viejita para lo que pretende entregar hoy la industria.
Pero quizás lo que más me hace ruido de Bayonetta 3 dentro de su franquicia, es que quizás está demasiado pulido. Es algo a lo que me gusta llamar el efecto Nier Automata.
Sin duda para Platinum Games haber lanzado su exitosa obra maestra del 2017 significó un cambio total para la compañía. Su status de Juego del Año, del juego más exitoso de su historia, y de la masificación de su fórmula de juegos de acción se convertiría de ahora en adelante en una suerte de guía a seguir para la compañía. Al llegar al peak de su carrera, por supuesto que ya no se podría volver atrás: la jugabilidad, la música, las gráficas y las aventuras deberían ser impecables, aun cuando sacrificaran la actitud y desenfreno que tenían durante sus años independientes pero con menos éxito.
Por eso mismo siento que Bayonetta 3 es una obra técnicamente casi perfecta, pero también es la más inofensiva de toda la saga. Jugarlo es estar frente a uno de los mejores juegos de acción de todos los tiempos, pero a costa de quitarle personalidad, carisma e irreverencia a su puesta en escena.
Extrañé mucho, por ejemplo, un tema principal para las batallas de Bayonetta con letras y tan pegotes como los de los primeros juegos -cosa que sigue pasando con los combates de Viola, pero ella aparece mucho menos en el juego-, extrañé también la excesiva chabacanería de un personaje que usaba su sensualidad como arma, o cosas que las versiones de Nintendo ya traían, como los trajes inspirados en sus personajes.
Tampoco hay tributos a OutRun o a Star Fox, aunque si hay secuencias de sidescrolling en 2D que rompen el esquema pero siempre como parte de la trama. Bayonetta 3 es un juego que abraza la locura del multiverso, pero siempre en función de mantener su trama dramática hasta el final. Es otro tipo de experiencia, es cierto, pero una quizás demasiado alejada de lo que hacía que Bayonetta destacara del resto.
De todas formas, no los culpo. Arriesgar convertirse en un producto de excelencia solo para mantener viva a una fanaticada que no es masiva, es ridículo, y bajo sus propios términos, Bayonetta 3 es un viaje increíblemente entretenido de principio a fin, que solo lleva el lastre de estar en una consola que ya está agotando sus últimos cartuchos técnicos para mantenerse vigente en una industria que no para.
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