Fue un argumento recurrente que salió a la luz cuando se habló de la primera parte de la adaptación de Denis Villeneuve: la película de Duna es “fría”. De hecho, es algo que sigue saliendo a colación hasta el día de hoy.
Pero la mejor respuesta a aquella impresión generalmente es una sola: que sea fría es justamente lo apropiado no solo para una adaptación de la obra de Frank Herbert, plagada de personajes calculadores y cuya calidez humana es generalmente contenida a cuentagotas en ese futuro distópico, sino que también que sea fría es propio de la ciencia ficción que marcó el comienzo de los Premios Nebula, cuya primera estatuilla como mejor novela se la llevó justamente Duna.
En esa línea, basta remarcar que si en algo hay una humanidad diferente es en lo que compete a los Fremen, los guerreros que viven la opresión en Arrakis y que son el contrapunto al ahogo dictatorial de las casas reinantes comandadas por el emperador del universo conocido. Es por eso que la conexión del estirado Paul con esa cultura termina siendo clave, pues lo termina impulsando por un sendero totalmente opuesto a lo que la humanidad venía gestando por miles de años y los propios planes que existían para el primogénito de Lady Jessica.
De ahí que Duna Parte Dos, la adaptación del tramo final de la novela de Herbert, marca un contrapunto bastante llamativo respecto a la primera parte. Un poco más atrás queda frialdad de las casas, y también el foco de intriga política, para poner al frente a una sociedad que, por sobre todas las cosas, está marcada por las creencias. La religión. Ese cambio de foco convierte a la nueva película de Villeneuve en una conclusión que saca partido de las fortalezas de la primera película, explotando la rica mitología de Duna que solo había sido tanteada previamente.
Situada poco después de los sucesos de la primera película, en esta segunda parte el foco principal está puesto en el auge de Paul Atreides entre los fremen y la forma en que comienza a ser visto como un mesías una vez que las señales de una antigua profecía comienzan a cumplirse. Sumen la forma en que toma las riendas mientras las múltiples intrigas comienzan a fraguar en su contra, tanto de las Bene Gesserit, que siempre tienen sus planes en movimiento, como del emperador Shaddam IV y la propia casa Harkonnen, la cual tambalea ante la guerra de guerrillas que arruina su producción de la especia.
Ese telón se nutre de todos los componentes que impulsan la épica de la obra de Herbet, incluyendo los componentes ecológicos, de fe, de intriga política galáctica, raza e inclusive los pecados del pasado que no siempre salen a la luz. También la película cuenta con más acción, propio de la guerra al centro de la historia, pero no esperen un desparpajo de explosión. La acción es contenida, tanto como las emociones de los propios humanos que en muchas ocasiones son meros peones de juego de ajedrez mayor.
Todo lo anterior no es fácil de filmar, y la primera parte de esta adaptación lo dejó en claro, inclusive siendo mucho más exitosa que los anteriores intentos, pero Duna Parte Dos es más sólida a la hora de plasmar tanto la historia base de la familia que fue emboscada y engañada, como a la hora de fijar rumbo con la propia creación del ejército Fremen y agregar todo el componente de religión de sustento.
Es esa creación de la jihad espacial lo que le da más calor al inhóspito paraje del planeta Arrakis, siendo el aspecto mejor definido y, al mismo tiempo, lo que le da más fortaleza a todo el entorno bélico que quieren crear. Repito, no esperen muchas batallas, que las hay, pero el foco está en establecer cómo unos pocos terminan definiendo el destino de miles de millones.
Lo otro que tiene a favor es que mientras la novela de Herbert explica todo en detalle, y por eso siempre fue difícil de adaptar, Villeneuve y su equipo no caen en el error de intentar explicarlo todo en un medio audiovisual. Deja componentes de la historia fuera, entrega vacíos de texto que la propia audiencia puede rellenar y sustenta muchas cosas en la visualidad de primer nivel que ya caracterizó a la película anterior. Y aquello es una gran clave del éxito de esta adaptación.
Ante el anterior escenario, probablemente los seguidores del papel igual no quedarán del todo contentos por esto u lo otro, pero lo cierto es que ellos cuentan con un hambre que nunca podía ser satisfecha. Y en ese sentido, lo otro bueno es que esta película de Villeneuve no se siente como un tentempié, más allá de que terminen impulsando la necesidad de ver cómo seguirán adaptando el próximo libro de Herbert.
También es cierto que aquella ansia también se instala, en gran media, por la exitosa forma en que logran establecer al Paul Atreides interpretado por Timothée Chalamet como Muad’Dib, la relación romántica que van estableciendo con Chani (Zendaya) y todos los otros componentes de la sociedad Fremen que comienzan a ejecutarse. Obviamente el gran gancho para los espectadores tiene que ver con los gusanos de arena de Arrakis, pero también están los aspectos de sectarismo de aquella sociedad que provocan que Javier Bardem se luzca en el rol de Stilgar.
Otra fortaleza es la forma en que finalmente aprovechan a la Lady Jessica de Rebecca Ferguson, quien aquí tiene más tiempo en pantalla para su camino como Reverenda Madre y cambiar todos los planes, siendo un sostén para la forma en que decidieron adaptar a un personaje como su hija Alia. Algo que termina siendo muy diferente a la novela o lo visto en la película de Lynch.
Sumen además que es ella quien impulsa todo lo que tiene que ver con la profecía del Kwisatz Haderach, aprovechando las tretas que las Bene Gesserit vienen generando desde hace eones para beneficio propio de la alicaída casa Atreides. Y sin entrar en detalles, todo aquello es clave para los fans de Duna, ya que sienta las bases de lo que permitirá evitar la total aniquilación de la humanidad en el cosmos.
El resto del elenco no se queda atrás, especialmente en lo que compete a un sólido Christopher Walken como el emperador o Austin Butler como el psicótico Feyd-Rautha, el cual se instala exitosamente como el opuesto de Paul, pero es la historia, la mitología y lo que está en juego lo que termina convirtiendo a esta en una adaptación que lograr cerrar el círculo del libro.
Basta recordar que el propio Denis Villeneuve lo venía prometiendo desde hace rato, asegurando que más que una secuela este es el complemento que concluye la adaptación de la primera novela. Tras verla, solo queda constatar que logró su objetivo, generando una buena comunicación entre ambas películas. Es decir, una no puede ser sin la otra y viceversa.
Finalmente solo basta remarcar que Duna: Parte Dos no solo es un gran estreno ante el alicaído escenario de blockbusters del último tiempo, que en el corto plazo se verá aún más dañado a raíz de los efectos de la huelga de guionistas, sino que también es una gran película de ciencia ficción a la antigua, la cual termina siendo apropiada para obra de Herbert y, más aún, es un éxito completo en ese sentido. Y considerando que Duna es una vaca sagrada, lo anterior no es menor.
De hecho, es realmente sorprendente que Villeneuve y su equipo no cayesen en donde tantos otros quedaron estancados, como la adaptación libre que planeó hacer Jodorowsky oa la cercenada versión que pudo sacar adelante Lynch. No, esto definitivamente no cae en ese rincón más allá de compartan o no el camino y la visión que plasmaron con esta adaptación.
Pero si hay algo que se debe destacar es que lo que más queda de esta película es demuestran que lo que alguna vez se consideró infilmable, en buenas manos, puede ser adaptado. Ya lo hizo Peter Jackson con El Señor de los Anillos y ciertamente lo logran aquí.
Duna: Parte Dos se estrenará el próximo jueves 29 de febrero.