Review | Dune es una adaptación exitosa que muchos pensamos que jamás podrían realizar
La película de Denis Villeneuve es una cautivadora propuesta que se mueve por grandes dunas cinematográficas.
Una adaptación de Dune parecía estar condenada al fracaso en el traspaso. No solo por la experiencia ya existente a partir del trabajo que realizó David Lynch en los ochentas, o la posterior miniserie televisiva que igual tiene su puñado de defensores, sino que también por el propio tenor de la obra original de Frank Herbert.
Mal que mal, la novela no es un mamotreto sobrevalorado, amado por una legión de fanáticos que no tienen problemas en desembolsar por merchandising. Tampoco inspiró de pura suerte a la ciencia ficción y, por extensión, a la fantasía de las operas espaciales que tanto éxito han tenido en formatos audiovisuales. En toda regla es un trabajo clave, una obra fundamental que cuenta tanto con un particular lenguaje propio del papel como con un código mitológico que parecía inexpugnable de sacar de los confines de la imaginación de cada lector.
Lo último precisamente reforzaba la idea de que esta era una obra infilmable, por mucho que ya se haya realizado. Es decir, no pocos han dicho que nunca podría ser volcada a la pantalla en su tono y el alcance cósmico de una humanidad que dispersó en las estrellas con muchos de los problemas de siempre.
Pero la primera de las muchas gracias presentes en la versión que Denis Villeeneuve concretó, tiene relación con el logro inaudito de adaptar correctamente a este clásico.
Es algo apropiado, en primera instancia, porque la visión y visualidad presentes entregan un tono eficaz a la hora de contar la travesía de Paul Atreides. Es acertado, por otro lado, debido a que los cambios puntuales ayudan a impulsar a la narrativa desde la primera escena que aborda la saga de los Fremen. Es idóneo porque, en última instancia, cada una de sus teclas - desde la majestuosidad de sus escenarios al trabajo de su elenco - es tocada de la forma que precisamente requería esta verdadera sinfonía audiovisual que no se olvida de la sustanciosa narrativa en juego.
Ante ese escenario, es probable que los estudiosos de Dune, y los lectores de cada uno de los libros escritos por Herbert, igual van a tener peros con más de una de las decisiones que aquí tomaron. Pero no se puede negar que esta adaptación está contenida a través de una visión de cimientos cinematográficos súper sólidos. Y el más talibán de los fanáticos es convocado a unirse.
Si a eso le sumamos el hecho de que las imágenes presentes en esta película son absolutamente cautivadoras, desde el grano de arena más pequeño de Arakis a la nave espacial más colosal, indudablemente no hay mucho espacio para negar que esta sí es una película recargada de una voz autoral. La misma que está interpretando a la magnánima obra de Herbert con sus propias sensibilidades. Y todo eso permite que esta sea la película de Dune que muchos imaginaron, pero que al mismo tiempo creían que nunca se concretaría. Y eso no es poco.
Pero el éxito de toda esa tarea inevitablemente convoca a la gran sombra que se cierne sobre esta película antes del estreno. Es un factor externo, pero inevitablemente tiene relación con la incertidumbre que se posa sobre esa producción. Y aquello tiene relación directa con la decisión clave de Villeneuve a la hora de atacar las páginas de la novela.
Como esta película acertadamente solo aborda un primer segmento de la obra original, básicamente la historia de Paul Atreides hasta entrar en el camino definitivo para convertirse en el mesías de la jihad que cambiará al cosmos, inevitablemente queda el temor de que nunca se haga una segunda parte. Y como esta película es tan exitosa en la tarea que se pone por delante, sería realmente lamentable que Warner Bros no de luz verde a la realización del cierre de la historia.
Considerando que ese sentir es insoslayable hasta el momento, ya que el estudio sigue dejando entrever que solo los resultados económicos garantizarán una extensión de la historia, lo que queda es una película que funciona encapsulada dentro de si misma, pero que por otro lado queda a medio camino en su narrativa, con una sombra inconclusa que deja en claro que aún hay un segmento demasiado relevante de la historia que debe ser abordado.
En síntesis, esa incertidumbre nos entrega un “continuará” inconcluso, taquicárdico, incompleto. Es como si “La Comunidad del Anillo” hubiese cerrado sin la certeza de que la historia iba a continuar un año después en pantalla. Y entendiendo que aquí no existe esa certeza, la película queda en un territorio de ambigüedad que no puede desligarse de la propia experiencia de verla.
Lo importante es que aún considerando lo anterior, es necesario recalcar que la película logra levantarse en lo que la convoca. Solo resta considerar que en un momento de la película, y tal como queda claro en el papel, nos establecen que para caminar con seguridad por las dunas del desértico planeta Arrakis, los Fremen avanzan sin ritmo. Y a diferencia de la película de Lynch, que nunca presenta una secuencia acorde, aquí extrapolan el avance como una especie de baile sostenido sobre la arena.
Esa idea también se puede extrapolar al propio corazón de esta adaptación, ya que toma a la obra original para escurrirse en pantalla con una llamativa calma contemplativa que explota en contadas ocasiones (Generalmente junto a los quejidos de señoras que agrega Hans Zimmer en el camino).
Lo interesente es que aquello responde a la propia narrativa de Dune, ya que el libro nunca fue una lectura para que todos lo devoraran de una sentada. Y teniendo sobre la mesa el hecho de que no es una producción pensada en el espectáculo de ritmo pirotécnico, aquello también es importante para garantizar el éxito de esta extrapolación realizada por Villeneuve y su equipo.
Para ir cerrando más allá del traspaso de la historia, es importante destacar que Timothée Chalamet está mucho mejor de lo esperado en el rol de Paul, el heredero de la casa Atreides que es convocada a tomar las riendas de Arrakis. Tal como en el papel, este es el único planeta del universo conocido en donde existe la especia: una droga proveniente de gusanos que extiende la vida y hace posible los viajes interestelares sin la necesidad de computadores. Siguiendo esa línea, todo el aspecto feudal, la lucha de poderes, la batalla económica, las cruzadas religiosas preconcebidas y la respuesta de aquellos que son invadidos saca a colación lecturas contemporáneas muy llamativas.
A esas lecturas también aporta el hecho de que Oscar Isaacs como el duque Atreides, Jason Momoa como el carismático Duncan Idaho, Rebecca Ferguson en el rol de Lady Jessica y el resto del elenco, incluyendo a Stellan Skarsgård y Dave Bautista como los malignos señores de la casa Harkonnen, están realmente bien en sus respectivos roles. Sí, en algunos casos todo está súper acotado a una primera parte que sirve de introducción, pero de todas formas sus presencias se instalan como piezas funcionales de una narrativa que se toma su tiempo para escudriñar en la mitología que creó Frank Herbert, sin tener que ser aburridamente enciclopédica. Y esa fue una posibilidad que no pocos temieron.
Es ahí en donde está la última gracia que voy a destacar antes de cerrar. Todo lo que está frente a la pantalla es cautivante sin necesidad de traducirse para una audiencia general. De seguro se utilizará mucho la palabra épico a la hora de definir a esta película, pero como aquél término ha sido usado hasta el cansancio a la hora de abordar otros productos más de blockbuster, prefiero remarcar que esta es toda una singularidad.
Lo es por cómo funciona en base a la obra original, por cómo se instala en el escenario cinematográfico ante blockbusters cada vez parecen más homogenizados y, más aún, por su capacidad de explotar el sentido del asombro.
Dichas condiciones me convocan a abrazar su propuesta, a remarcar que solo la captarán en toda su dimensión en una sala de cine. Así que vayan a verla para que esto tenga una secuela. De lo contrario, no seremos pocos los que quedaremos con tragedia.
Dune se estrena en cines de Chile este 21 de octubre. Lo mismo ocurrirá en otras zonas de Latinoamérica.
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