Cuando fue anunciada la serie animada basada de Scott Pilgrim, la principal aprehensión era una sola: ¿Qué nuevo se podía contar que no estuviese presente en los seis tomos del cómic de Brian Lee O’Malley o en la adaptación cinematográfica de Edgar Wright?

Aquella duda estaba colgada de la idea de que esta nueva versión sería una mera adaptación que tendría algunas modificaciones por aquí y otras por allá, pues aquello usualmente ocurre con este tipo de traspasos.

Sin embargo, lo que en realidad termina siendo el Scott Pilgrim da el salto (Scott Pilgrim Takes Off) de Netflix, creada bajo el alero del propio O’Malley, es algo completamente distinto... y por ello es probable que no deje contento a una parte de la gente que quería una copia más cercana al calco.

¿Pero qué es en realidad este Scott Pilgrim animado? Los primeros episodios dan cuenta de, aparentemente, un reinicio. Una especie de What If en donde un suceso tiene un resultado distinto, cambiando por completo la historia.

No obstante, poco a poco, también va quedando en claro que lo que pasó en el cómic sigue importando. Más aún, es trascendental.

Es en ese camino que esta nueva historia no se puede despegar de lo que alguna vez fue el Scott Pilgrim del papel, por lo que la gran carta final termina siendo la revelación de que esta nueva historia es en realidad la secuela que nunca habíamos tenido. Y ahí se establecen sus pros y sus contra.

Por un lado, irremediablemente el resultado final de la serie depende de lo que sucedió en las viñetas, por lo que existen elementos que no pueden ser del todo abrazados por aquellos que desconocen al Scott Pilgrim del papel o el del cine. Por otro lado, el propio desarrollo de la historia, que solo revela sus cartas en el penúltimo episodio, también genera un ritmo narrativo que será difícil de sortear por aquellos que levantan la voz ante los cambios.

Pero el corazón de este Scott Pilgrim está en examinar la propia historia del cómic con un prisma particular: su autor dejó la publicación hace más de 13 años y en el camino su matrimonio terminó en divorico, por lo que su regreso a la escritura le permite realizar tanto una introspección como una extensión de la saga de Scott.

En ese camino, este Scott Pilgrim da el salto definitivamente llega a sus cotas más altas una vez que su historia deja en un segundo plano a los divertidos códigos del manga y los videojuegos que popularizaron al cómic para profundizar en temas de crecimiento, corazones rotos y la imposibilidad de seguir adelante cuando se prefiere que algo nunca hubiese ocurrido. Es decir, se hacen aún más patentes los paralelos que ya existían en el cómic con una película como Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos.

Mucho de lo anterior tiene relación con el hecho de que el propio Scott Pilgrim está ausente de gran parte de la historia, permeándose a través de las experiencias y vivencias de los otros personajes, y que Ramona Flowers toma el timón para conducir a la historia por nuevas vertientes. También tiene relación con el propio viaje que lleva la historia, que evalúa sobre los quiebres, lo que es imposible dejar atrás o lo que nunca debiese intentar borrarse con un ghosting.

Al mismo tiempo, el juego narrativo que va concretando la serie y las concepciones existentes hacia todos los personajes, incluidos los malvados ex, posibilitan explorarlos a todos desde nuevas ópticas que los terminan potenciando a casi todos. Y es ahí en donde esta serie animada gana aún más valor.

Es ese viaje el que a la larga logra que Scott Pilgrim da el salto se valide en su premisa, más allá de que sin duda gente no estará conforme con lo que termina resultando. ¿Pero había posibilidades de que alguna vez hubiesen estado satisfechos? La respuesta es probablemente un no rotundo.

En definitiva, solo queda abrazar lo que termina siendo esta propuesta animada, que lleva a Scott Pilgrim a nuevos lugares, dejar atrás la ceguera que impide ver más allá y enfrentarse al rival definitivo de todos: uno mismo. Y, claramente, sólo Dios sabe lo que sería sin ti.