Aunque su propuesta no tiene el tipo de ofensas creativas que marcaron a la serie de Obi-Wan Kenobi, y ciertamente se vislumbra un potencial que será abrazado por aquellos fans que pican con cualquier anzuelo de Star Wars, lo que ofrece la serie de Ahsoka sigue poniendo sobre el tapete una máxima: este Star Wars de Disney - sacando de la ecuación a las dos primeras temporadas de The Mandalorian y a la sólida serie de Andor - sigue sin encontrar un rumbo propio.
Las respuestas que expliquen lo anterior pueden ser varias, pero lo más claro es que este Star Wars de Disney sigue siendo ineficaz a la hora de desligarse de la trilogía original. Es decir, sigue rindiendo demasiadas cuentas al canon ya definido por las películas, dejando en claro que aquellas historias son las únicas relevantes. Peor aún, lo hacen ahogando la posibilidad de dar con un camino alejado de las viejas dinámicas de dos bandos en conflicto perpetúo.
En ese escenario, el comienzo de Ahsoka, en lo visto en los dos primeros episodios de la serie, tantea un territorio extremadamente familiar que carece de novedad y que, por ende, también corre riesgo de volverse extremadamente predecible. Mal que mal, aquello pasó con la trilogía de secuelas e inclusive con la última temporada de The Mandalorian.
Al mismo tiempo, esa extrema familiaridad con la que juega el Star Wars de Disney sigue atentando contra la posibilidad que sí tuvo, inclusive en sus peores momentos en la época de las precuelas, el Star Wars de George Lucas: explorar nuevos territorios.
Es decir, aquí nos hablan de peligros que vienen de otras galaxias, jedis que por décadas sobrevivieron a la purga e inclusive, en tiempos post-Retorno del Jedi, de los problemas existentes para evadir el fanatismo pro-Imperial. Pero aún con esas pinceladas, la narrativa del comienzo de Ahsoka no da para entusiasmarse. Solo está la promesa de que concluirán a aquella historia que quedó inconclusa al final de Star Wars: Rebels, lo que no es el mejor pie si es que no viste aquella serie.
En el fondo, el problema de todo lo anterior es que ya existe Star Wars: The Force Awakens, por lo que tantear el escenario de la creación de la Primera Orden - o sea lo que sea que termine dando pie la historia del Gran Almirante Thrawn - no es precisamente lo más llamativo.
Puesto en el papel, lo que no es Ahsoka es justamente lo que podría haber tenido más potencial: una historia desligada de cualquier amenaza para la galaxia, alejada de cualquier pseudo sith de segunda categoría o las intrigas para un remanente imperial condenado a fracasar por al menos 25 años más en la galaxia. Lamentablemente, las amarras del canon lo impiden y por ahora están condenados a que exista el prejuicio de que esta serie simplemente rellenará vacíos que quizás ya no son tan necesarios de rellenar tras los resultados del Episodio 7 y sus secuelas.
No soy del todo pesimista. Ahsoka tiene componentes para lograr lo que sí consiguió la serie animada: que estos personajes, incluidos la propia exjedi, se forjen un camino propio para justificar su tiempo frente a la pantalla. También, por mucho que la historia inicial no sea la más enganchadora, hay elementos narrativos que podrían dar pie a algo más que una mera réplica de la típica y fundida dinámica de la pelea entre justos y nazis galácticos.
A la larga, solo queda esperar que Ahsoka encuentre un rumbo que termine justificándose y no quede delimitada al terreno del fanfic glorificado de la obra de George Lucas. Y lamentablemente, gran parte de la era Disney de Star Wars puede ser definida bajo esa idea.
Ahsoka ya está disponible en Disney+.